Contaba Alfred Hitchcock que, siendo niño, fue enviado por su padre a la comisaría con una carta que pedía, a un policía amigo suyo, que le encerrase en una celda para darle una lección. Traumatizado por la experiencia, no sorprende que el tema del falso culpable fuera recurrente en la filmografía del director. Ese miedo del inocente a ser víctima de un sistema falible y sobre todo, inhumano, está magistralmente expresado en una obra inapelable, The Night Of. La miniserie de HBO conjuga un realismo sin concesiones, la mirada pesimista de un sistema despiadado y el humanismo con el que perdona a los personajes implicados. Es admirable cómo los autores, Steve Zaillian -Oscar al mejor guión por La lista de Schindler (1993)- y Richard Price -The Wire (2004-2008)- estructuran su historia haciendo algo tan simple como seguir el orden lógico y cronológico del proceso judicial, desde la detención del presunto criminal hasta el veredicto final. El orden de la vida misma. O de la muerte. Sobre este devenir, los personajes se van descubriendo poco a poco, y todos son francamente estupendos. El principal es Riz Ahmed -ganador de un Emmy- un musulmán, nada menos, en los tiempos que corren, para el que una escapada del rigor familiar y religioso supone un descenso a los infiernos. La contención de Ahmed -visto en Rogue One (2016)- permite mantener hasta el final la duda sobre si su personaje es culpable o no. Al mismo tiempo, Ahmed expresa de forma aterradora cómo el sistema carcelario puede machacar a un ser humano, sea culpable o inocente. También está el investigador, Bill Camp, un profesional dedicado y casado con su labor, nada empático, pero objetivo y por tanto sin saña. Junto a él está la fiscal a la que da vida Jeannie Berlin, personaje realmente peculiar, presentada como la fría ejecutora de un sistema deshumanizado, aunque esconda alguna sorpresa. Es increíble también lo que consigue hacer Michael Kenneth Williams con su personaje, un convicto exboxeador, que podría haber sido un estereotipo, con poco tiempo en pantalla para su desarrollo, pero lleno de contradicciones, matices e ideas afortunadas. Su último diálogo, corto pero perfecto, revela sus verdaderas intenciones, de una forma simplemente hermosa.
Mención aparte merece un gigantesco John Turturro, que se merecía todos los premios por dar vida a ese abogado, entrañable por fracasado, que busca incansablemente la cura para una dermatitis atópica cuyo origen es claramente una insatisfacción profunda. Estamos ante de uno de los grandes personajes de la ficción reciente, originalmente pensado para el fallecido James Gandolfini, que es al mismo tiempo un sinvergüenza aprovechado -en la línea de Better Call Saul- y un tipo con un corazón enorme. Su alegato final es uno de los grandes momentos interpretativos que he visto y esconde una idea que me parece honda y valiosa, la de la grandeza que pueden ocultar los despreciados, los que nunca han tenido suerte, los que nadie respeta. En esta serie, la verdad, es que todos los personajes están bien, incluso los que tienen apenas un par de frases: la abogada joven, inocente e inexperta; la sufrida familia del acusado, que no sabe si confiar en él; hasta la pareja de policías del turno de noche a los que no permiten volver a casa. En todos ellos encontramos el retrato de auténticos seres humanos, de una profundidad tremenda, libre de maniqueísmos. Tenemos la sensación de que estas personas respiran, se equivocan y se rascan. The Night of es una de las mejores ficciones de todos los tiempos, que nos sumerge en la sórdida realidad desconocida del crimen, la cara oscura de la sociedad civilizada, esa que no queremos ver, esa que se asoma a través de las páginas de sucesos.
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