(4) El test de Turing. Ya he dicho que el complejo de Frankenstein estaba necesariamente en el alma (de metal) de la película original, pero este nuevo WestWorld no podía obviar la existencia de Blade Runner (1982), un clásico de la ciencia ficción que tiene una influencia decisiva en esta serie. Los anfitriones son robots indistinguibles del ser humano, como los replicantes. Tanto, que son capaces de erigirse en protagonistas y en el punto de vista de una parte importante del relato, algo reservado casi siempre a los personajes humanos. Hasta cierto punto, la preocupación de los anfitriones, que cobran consciencia de sí mismos, es el reverso del conflicto de los replicantes en la película de Ridley Scott: la "inmortalidad" de los primeros les obliga a vivir varias vidas de sufrimiento, mientras que la caducidad era lo que mortificaba a los segundos. Hay un parecido notable entre los interrogatorios a los que sometía Rick Deckard (Harrison Ford) a los replicantes, con los que lleva a cabo Bernard Lowe (Jeffrey Wright) con los anfitriones. Destacan sobre todo esos primeros planos de las pupilas del interrogado, que deben ser un homenaje consciente al film de Scott. Hay, quizás, otro guiño, más sutil: me refiero a cuando se descubre que un anfitrión, que se ha vuelto loco, se dedica a hacer tallas de madera -la creatividad artística es uno de esos rasgos que nos hace humanos-. En dichas tallas hay símbolos que, primero, son interpretados como una referencia a Orión; constelación que se menciona en el famoso discurso de Roy Batty (Rutger Hauer): "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión." ¿Casualidad? Es curioso, además, que los anfitriones que cobran consciencia experimentan primero sueños -o pesadillas- que en realidad son recuerdos de los otros roles que tuvieron que interpretar en el parque. Recordemos el título original de la novela de Phillip K. Dick que adapta Blade Runner: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968).
WESTWORLD: MIRADAS (4)
(4) El test de Turing. Ya he dicho que el complejo de Frankenstein estaba necesariamente en el alma (de metal) de la película original, pero este nuevo WestWorld no podía obviar la existencia de Blade Runner (1982), un clásico de la ciencia ficción que tiene una influencia decisiva en esta serie. Los anfitriones son robots indistinguibles del ser humano, como los replicantes. Tanto, que son capaces de erigirse en protagonistas y en el punto de vista de una parte importante del relato, algo reservado casi siempre a los personajes humanos. Hasta cierto punto, la preocupación de los anfitriones, que cobran consciencia de sí mismos, es el reverso del conflicto de los replicantes en la película de Ridley Scott: la "inmortalidad" de los primeros les obliga a vivir varias vidas de sufrimiento, mientras que la caducidad era lo que mortificaba a los segundos. Hay un parecido notable entre los interrogatorios a los que sometía Rick Deckard (Harrison Ford) a los replicantes, con los que lleva a cabo Bernard Lowe (Jeffrey Wright) con los anfitriones. Destacan sobre todo esos primeros planos de las pupilas del interrogado, que deben ser un homenaje consciente al film de Scott. Hay, quizás, otro guiño, más sutil: me refiero a cuando se descubre que un anfitrión, que se ha vuelto loco, se dedica a hacer tallas de madera -la creatividad artística es uno de esos rasgos que nos hace humanos-. En dichas tallas hay símbolos que, primero, son interpretados como una referencia a Orión; constelación que se menciona en el famoso discurso de Roy Batty (Rutger Hauer): "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión." ¿Casualidad? Es curioso, además, que los anfitriones que cobran consciencia experimentan primero sueños -o pesadillas- que en realidad son recuerdos de los otros roles que tuvieron que interpretar en el parque. Recordemos el título original de la novela de Phillip K. Dick que adapta Blade Runner: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968).
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