La noticia de la caída del muro de Berlín, emitida en directo por Kurt Loder, mítico VJ de la mítica MTV de finales de los ochenta, es el resumen perfecto del espíritu de Atómica. Estamos ante una de espías, con la mencionada caída del telón de acero como marco, pero sin ningún ánimo histórico o siquiera de verosimilitud. Atómica es una película de espíritu videoclipero, estética de neones pop con música ochentera en casi cada set piece de acción. Su playlist, lamentablemente, es poco original: David Bowie, New Order, George Michael, Siouxsie and the Banshees, o Depeche Mode aportan sus temas más reconocibles de la época. ¡Cuando la acción se traslada a Londres, escuchamos el London Calling de los Clash! No estamos, de todas formas, ante una propuesta que utilice la música de forma orgánica como la genial Baby Driver (2017). Dirige el especialista David Leitch tras ganar experiencia sin acreditar en John Wick (2014) y antes de presentar nada menos que Deadpool 2 (2018). Protagoniza una subyugante Charlize Theron -lo mejor del film- que tras Mad Max: Furia en la carretera (2015) y ser la mala en Fast and Furious 8 (2017) parece empeñada en divertirse, a hostias. La actriz ganadora de un Oscar por Monster (2003) es una peligrosa agente secreta británica, Lorraine Broughton, a la que vemos por primera vez en una bañera llena de cubitos de hielo. Su atlético cuerpo cubierto de moratones. En un flashback descubriremos cómo consiguió cada uno de ellos. Lo malo es que el argumento gira y gira dando vueltas sobre sí mismo, en lo que parece ser la estructura argumental inevitable en una de espías. Basada en una novela gráfica, sufre Atómica del gran mal del cine comercial actual: el vaciado de sus personajes. No sabemos mucho de Lorraine, aunque, siendo justos, descubriremos de qué va al final de la historia. La acompañan en esta intriga personajes todavía más esquemáticos, aunque interpretados por actores solventes. El jefe de Lorraine en el MI6 es un Toby Jones robado de El Topo (2015); acompañado del siempre interesante John Goodman como un agente de la CIA; también tenemos una espía francesa a la que da vida la guapísima Sofia Boutella -hay que decir que no resulta creíble, aunque su química con Theron es candente-; o el mero McGuffin que es Eddie Marsan; y el mejor de todos, un James McAvoy que viene a ser el corazón y la moraleja de la película. Lo más destacable de la misma es sin duda un (falso) plano secuencia de casi 10 minutos, de violencia seca, en el que desaparecen los temas musicales ochenteros, y en el que Charlize se luce pegando mamporros a diestro y siniestro.
ATÓMICA: CHARLIZE, HEROÍNA DE ACCIÓN
La noticia de la caída del muro de Berlín, emitida en directo por Kurt Loder, mítico VJ de la mítica MTV de finales de los ochenta, es el resumen perfecto del espíritu de Atómica. Estamos ante una de espías, con la mencionada caída del telón de acero como marco, pero sin ningún ánimo histórico o siquiera de verosimilitud. Atómica es una película de espíritu videoclipero, estética de neones pop con música ochentera en casi cada set piece de acción. Su playlist, lamentablemente, es poco original: David Bowie, New Order, George Michael, Siouxsie and the Banshees, o Depeche Mode aportan sus temas más reconocibles de la época. ¡Cuando la acción se traslada a Londres, escuchamos el London Calling de los Clash! No estamos, de todas formas, ante una propuesta que utilice la música de forma orgánica como la genial Baby Driver (2017). Dirige el especialista David Leitch tras ganar experiencia sin acreditar en John Wick (2014) y antes de presentar nada menos que Deadpool 2 (2018). Protagoniza una subyugante Charlize Theron -lo mejor del film- que tras Mad Max: Furia en la carretera (2015) y ser la mala en Fast and Furious 8 (2017) parece empeñada en divertirse, a hostias. La actriz ganadora de un Oscar por Monster (2003) es una peligrosa agente secreta británica, Lorraine Broughton, a la que vemos por primera vez en una bañera llena de cubitos de hielo. Su atlético cuerpo cubierto de moratones. En un flashback descubriremos cómo consiguió cada uno de ellos. Lo malo es que el argumento gira y gira dando vueltas sobre sí mismo, en lo que parece ser la estructura argumental inevitable en una de espías. Basada en una novela gráfica, sufre Atómica del gran mal del cine comercial actual: el vaciado de sus personajes. No sabemos mucho de Lorraine, aunque, siendo justos, descubriremos de qué va al final de la historia. La acompañan en esta intriga personajes todavía más esquemáticos, aunque interpretados por actores solventes. El jefe de Lorraine en el MI6 es un Toby Jones robado de El Topo (2015); acompañado del siempre interesante John Goodman como un agente de la CIA; también tenemos una espía francesa a la que da vida la guapísima Sofia Boutella -hay que decir que no resulta creíble, aunque su química con Theron es candente-; o el mero McGuffin que es Eddie Marsan; y el mejor de todos, un James McAvoy que viene a ser el corazón y la moraleja de la película. Lo más destacable de la misma es sin duda un (falso) plano secuencia de casi 10 minutos, de violencia seca, en el que desaparecen los temas musicales ochenteros, y en el que Charlize se luce pegando mamporros a diestro y siniestro.
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