Presentada en el festival de Sitges y estrenada directamente en Movistar+, Brimstone es un western que evita los argumentos clásicos del género. No veremos aquí enfrentamientos entre pistoleros, robos a diligencias, indios, ni la conquista de la última frontera. Ni siquiera es un western crepuscular. El escenario histórico sirve más bien para situarnos en un período en el que la mujer tenía dos roles principales: era propiedad de su marido o prostituta. Desde que Sergio Leone se llevase a los cowboys a Almería, el género estadounidense por antonomasia es universal. Esta película "de vaqueros" la dirige un holandés, Martin Koolhoven -y recordemos también ese maravilloso western moderno que es Comanchería (2016) dirigido por el escocés David Mckenzie-. En Brimstone, Koolhoven -también guionista- cambia el peso de los arquetipos clásicos del cine del oeste: el pistolero, Kit Harington -Juego de Tronos- no es tan importante como personajes habitualmente secundarios y femeninos: la esposa abnegada y madre de familia, la prostituta de saloon, la pequeña niña susceptible de ser víctima. La protagonista es Liz -estupenda Dakota Fanning- en la que Koolhoven ha creado un personaje que representa a todas las mujeres y con la que construye un doloroso relato sobre lo que debe haber sufrido el género femenino en un salvaje oeste despojado de su sentido de la aventura. Liz tiene que soportar acoso, abusos, maltratos, ser prostituida, violada y la absoluta ausencia de derechos civiles en un mundo machista, dominado por hombres -nada heroicos- amparados por un extremismo religioso que coloca a la mujer en el lugar de la tentación y el pecado -casi como La bruja (2015)-. El insoportable catálogo de atrocidades que soporta Liz, poco tiene que envidiarle a lo visto en The Handmaid´s Tale. En cuanto al antagonista, un intenso Guy Pearce, es algo así como el reverso tenebroso del Clint Eastwood de El jinete pálido (1985). Su mera presencia va cambiando el tono del relato, que adquiere tintes terroríficos -en la línea de Bone Tomahawk (2015)- y que nos lleva a un hermoso clímax en los parajes nevados de El gran silencio (Sergio Corbucci, 1968). Brimstone es una película tan dura y triste como hermosa.
BRIMSTONE -WESTERN FEMINISTA
Presentada en el festival de Sitges y estrenada directamente en Movistar+, Brimstone es un western que evita los argumentos clásicos del género. No veremos aquí enfrentamientos entre pistoleros, robos a diligencias, indios, ni la conquista de la última frontera. Ni siquiera es un western crepuscular. El escenario histórico sirve más bien para situarnos en un período en el que la mujer tenía dos roles principales: era propiedad de su marido o prostituta. Desde que Sergio Leone se llevase a los cowboys a Almería, el género estadounidense por antonomasia es universal. Esta película "de vaqueros" la dirige un holandés, Martin Koolhoven -y recordemos también ese maravilloso western moderno que es Comanchería (2016) dirigido por el escocés David Mckenzie-. En Brimstone, Koolhoven -también guionista- cambia el peso de los arquetipos clásicos del cine del oeste: el pistolero, Kit Harington -Juego de Tronos- no es tan importante como personajes habitualmente secundarios y femeninos: la esposa abnegada y madre de familia, la prostituta de saloon, la pequeña niña susceptible de ser víctima. La protagonista es Liz -estupenda Dakota Fanning- en la que Koolhoven ha creado un personaje que representa a todas las mujeres y con la que construye un doloroso relato sobre lo que debe haber sufrido el género femenino en un salvaje oeste despojado de su sentido de la aventura. Liz tiene que soportar acoso, abusos, maltratos, ser prostituida, violada y la absoluta ausencia de derechos civiles en un mundo machista, dominado por hombres -nada heroicos- amparados por un extremismo religioso que coloca a la mujer en el lugar de la tentación y el pecado -casi como La bruja (2015)-. El insoportable catálogo de atrocidades que soporta Liz, poco tiene que envidiarle a lo visto en The Handmaid´s Tale. En cuanto al antagonista, un intenso Guy Pearce, es algo así como el reverso tenebroso del Clint Eastwood de El jinete pálido (1985). Su mera presencia va cambiando el tono del relato, que adquiere tintes terroríficos -en la línea de Bone Tomahawk (2015)- y que nos lleva a un hermoso clímax en los parajes nevados de El gran silencio (Sergio Corbucci, 1968). Brimstone es una película tan dura y triste como hermosa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario