Como si los hermanos Coen -Fargo (1996), El gran Lebowski (1998), O Brother! (2000)- hubiesen dirigido Ocean's Eleven (2001) o cualquiera de sus secuelas, así es La suerte de los Logan. Y si esta frase no es suficiente para mover tu culo hasta un cine, no sé qué más puedo decir. Steven Soderbergh ha dirigido una película tan ligera como perfecta. Un film de atracos que despoja de todo el glamour a su trilogía Ocean´s para sumergirse con gracia en la América profunda, en las carreras de Nascar y en la música country de John Denver. Un cantante, por cierto, muy utilizado en el cine reciente: canciones suyas aparecen en Alien: Covenant, Okja y Kingsman: El círculo de oro. En el escenario de sus canciones -West Virginia- viven estos peculiares personajes, puro white trash, interpretados por actores que, si bien no tienen el star power de George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon y Julia Roberts, funcionan igual de bien: lidera el últimamente omnipresente Channing Tatum -¡Ave César! (2016)- seguido del pujante Adam Driver -Paterson (2016)- un macarra Daniel Craig, el paródico Seth MacFarlane, además de Katie Holmes, Hillary Swank y Malcolm Blair. Muy mal tiene que estar la cosa para que un reparto así no sea, como poco, interesante, pero es que el guión que firma la ficticia Rebecca Blunt -se rumorea que puede ser el pseudónimo de la mujer de Soderbergh, en serio- es redondo. Redondo, redondo. Da gusto ver cómo las piezas que van apareciendo de forma casi casual, luego van encajando hasta atar el último cabo. Todo esto rodado por el talentoso Soderbergh, que incluso consigue emocionar sin el más mínimo esfuerzo, en una secuencia de pacotilla que parece sacada de Pequeña Miss Sunshine (2006). Lo más sorprendente de La suerte de los Logan es que pase desapercibida, que tenga que ser considerada una película menor en la filmografía de Soderbergh, cuando está hecha con tanto oficio, talento y carisma.
LA SUERTE DE LOS LOGAN -OCEAN'S 7-ELEVEN
Como si los hermanos Coen -Fargo (1996), El gran Lebowski (1998), O Brother! (2000)- hubiesen dirigido Ocean's Eleven (2001) o cualquiera de sus secuelas, así es La suerte de los Logan. Y si esta frase no es suficiente para mover tu culo hasta un cine, no sé qué más puedo decir. Steven Soderbergh ha dirigido una película tan ligera como perfecta. Un film de atracos que despoja de todo el glamour a su trilogía Ocean´s para sumergirse con gracia en la América profunda, en las carreras de Nascar y en la música country de John Denver. Un cantante, por cierto, muy utilizado en el cine reciente: canciones suyas aparecen en Alien: Covenant, Okja y Kingsman: El círculo de oro. En el escenario de sus canciones -West Virginia- viven estos peculiares personajes, puro white trash, interpretados por actores que, si bien no tienen el star power de George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon y Julia Roberts, funcionan igual de bien: lidera el últimamente omnipresente Channing Tatum -¡Ave César! (2016)- seguido del pujante Adam Driver -Paterson (2016)- un macarra Daniel Craig, el paródico Seth MacFarlane, además de Katie Holmes, Hillary Swank y Malcolm Blair. Muy mal tiene que estar la cosa para que un reparto así no sea, como poco, interesante, pero es que el guión que firma la ficticia Rebecca Blunt -se rumorea que puede ser el pseudónimo de la mujer de Soderbergh, en serio- es redondo. Redondo, redondo. Da gusto ver cómo las piezas que van apareciendo de forma casi casual, luego van encajando hasta atar el último cabo. Todo esto rodado por el talentoso Soderbergh, que incluso consigue emocionar sin el más mínimo esfuerzo, en una secuencia de pacotilla que parece sacada de Pequeña Miss Sunshine (2006). Lo más sorprendente de La suerte de los Logan es que pase desapercibida, que tenga que ser considerada una película menor en la filmografía de Soderbergh, cuando está hecha con tanto oficio, talento y carisma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario