La idea de que el corazón es algo más que un músculo es el leitmotiv de La montaña entre nosotros y una declaración de intenciones. La intensa historia de amor que promete la premisa del film se disfraza, primero, de película de catástrofes y luego de relato de supervivencia, en el que queda poco margen para el romanticismo. Es este el principal valor de la cinta dirigida por Hany Abu-Assad, prestigioso y galardonado realizador que cambia radicalmente su registro, a pesar de que ya contó una historia de amor en Omar (2013), eso sí, escenificada en el conflicto israelí-palestino. Aquí, Abu-Assad demuestra su pericia técnica y narrativa: el virtuoso plano secuencia del accidente aéreo que sufren los protagonistas; la capacidad para crear tensión con los peligros que enfrentan al quedarse abandonados en una montaña nevada; la belleza aterradora de unos paisajes justificadamente espectaculares, ya que son el gran obstáculo para la supervivencia. Tras la estupenda narración -seca, concisa, efectiva- de la lucha por sobrevivir, entraremos en una segunda fase del relato que no solo no evita las convenciones, sino que las asume plenamente: esa chimenea que arde de pasión parece, casi, casi, paródica. La montaña entre nosotros es un film romántico hecho con talento. Los héroes tienen profesiones novelescas -Alex es una reportera de guerra- o de soap opera -Ben es neurocirujano- que se corresponden con sus personalidades disímiles: ella es impulsiva, él es cerebral. Ben esconde un misterio sobre su pasado que le hace humano, interesante y atractivo para la curiosidad siempre despierta de Alex. Pero estos personajes convencionales están interpretados por dos de los mejores actores del momento: no hace falta presentar a Kate Winslet -Steve Jobs (2015)- ni a Idris Elba -Beasts of No Nation (2015)- cuyo cirujano es británico pero vive en Baltimore, lo que parece un guiño a su Stringer Bell de The Wire (2002-2004). La presencia física y el atractivo de ambos es innegable y juntos sostienen la película, sorteando los momentos más manidos y comprometidos. Lo que plantea el guión -basado en una novela de Charles Martin- es la fantasía de que un gran amor puede surgir a partir de unas circunstancias extraordinarias, para sacarnos de la rutina, para cambiar y darle sentido a nuestras vidas. En esto la película cumple plenamente. Recomendada para los que aman con el músculo del cerebro.
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