Hay películas que son la vida. Que son capaces de evocar sensaciones apelando a nuestra memoria sensorial de una manera vívida. No tengo ni idea de cuál es el mecanismo para conseguirlo, en literatura o en cine, pero hay obras que no se ven con los ojos, ni se reciben con el intelecto, se sienten. "Lo que te ha pasado con Oliver nada tiene que ver con la inteligencia" le dice su padre a Elio, en uno de los monólogos más bonitos que he escuchado nunca. Call me by your name -Llámame por tu nombre- es la historia del despertar -sexual, vital, existencial- de Elio -Timothée Chalamet merece un Oscar- un sensible, inteligentísimo y talentoso joven de 17 años. Esa edad en la que estamos abiertos a todo. Ambientada en 1983, no pude más que pensar que este Elio tendría una buena conversación con el Conor de Sing Street (2016). En su vida aparece Oliver -un Armie Hammer que parece un dios griego- un joven algo más maduro, misterioso, masculino, del que podría enamorarse hasta el más heterosexual. El italiano Luca Guadagnino -Cegados por el sol (2015)- rueda todo esto de una forma tan sensorial que parece que esta película se puede tocar, oler, saborear. El agua fría de un río; el cigarrillo fumado por el que no fuma; un melocotón maduro que chorrea de bueno que está -ya me entenderéis, madre mía- las páginas ásperas de esos libros viejos que se les caen las páginas y que ya no existen; la sal sobre las estatuas grecorromanas que emergen del mar -una escena inolvidable-; el suave dolor de un masaje en los pies; el sabor de los primeros besos de nuestra vida. Call me by your name es un millón de veces más erótica que 50 sombras de Grey y sus secuelas. Increíble que James Ivory -Lo que queda del día (1993)- de 90 años, haya podido escribir este guión -aunque seguramente haya variado cuando Guadagnino se hizo cargo del proyecto- basándose en una novela de André Aciman. Como una maravillosa versión gay del Cuento de verano (1996) de Éric Rohmer, esta historia solo podía ocurrir durante el estío. En un verano, además, rodado por un europeo: nada que ver con el summer de los americanos, de chapuzones y juergas en bikini. Hablo de esos veranos de días larguísimos, de tiempo detenido -el reloj que consulta Elio desesperadamente- en los que no pasa nada y pasa todo. Cuando acababan esos veranos, había cambiado la vida. Justamente, la película nos regala otro personaje inolvidable, Mr. Perlman -el mejor Michel Stuhlbarg que he visto-, el padre que todos querríamos haber tenido. Llámame por tu nombre está nominada a 4 premios Oscar, pero eso importa poco. Es buena de verdad.
CALL ME BY YOUR NAME -CUENTO DE VERANO
Hay películas que son la vida. Que son capaces de evocar sensaciones apelando a nuestra memoria sensorial de una manera vívida. No tengo ni idea de cuál es el mecanismo para conseguirlo, en literatura o en cine, pero hay obras que no se ven con los ojos, ni se reciben con el intelecto, se sienten. "Lo que te ha pasado con Oliver nada tiene que ver con la inteligencia" le dice su padre a Elio, en uno de los monólogos más bonitos que he escuchado nunca. Call me by your name -Llámame por tu nombre- es la historia del despertar -sexual, vital, existencial- de Elio -Timothée Chalamet merece un Oscar- un sensible, inteligentísimo y talentoso joven de 17 años. Esa edad en la que estamos abiertos a todo. Ambientada en 1983, no pude más que pensar que este Elio tendría una buena conversación con el Conor de Sing Street (2016). En su vida aparece Oliver -un Armie Hammer que parece un dios griego- un joven algo más maduro, misterioso, masculino, del que podría enamorarse hasta el más heterosexual. El italiano Luca Guadagnino -Cegados por el sol (2015)- rueda todo esto de una forma tan sensorial que parece que esta película se puede tocar, oler, saborear. El agua fría de un río; el cigarrillo fumado por el que no fuma; un melocotón maduro que chorrea de bueno que está -ya me entenderéis, madre mía- las páginas ásperas de esos libros viejos que se les caen las páginas y que ya no existen; la sal sobre las estatuas grecorromanas que emergen del mar -una escena inolvidable-; el suave dolor de un masaje en los pies; el sabor de los primeros besos de nuestra vida. Call me by your name es un millón de veces más erótica que 50 sombras de Grey y sus secuelas. Increíble que James Ivory -Lo que queda del día (1993)- de 90 años, haya podido escribir este guión -aunque seguramente haya variado cuando Guadagnino se hizo cargo del proyecto- basándose en una novela de André Aciman. Como una maravillosa versión gay del Cuento de verano (1996) de Éric Rohmer, esta historia solo podía ocurrir durante el estío. En un verano, además, rodado por un europeo: nada que ver con el summer de los americanos, de chapuzones y juergas en bikini. Hablo de esos veranos de días larguísimos, de tiempo detenido -el reloj que consulta Elio desesperadamente- en los que no pasa nada y pasa todo. Cuando acababan esos veranos, había cambiado la vida. Justamente, la película nos regala otro personaje inolvidable, Mr. Perlman -el mejor Michel Stuhlbarg que he visto-, el padre que todos querríamos haber tenido. Llámame por tu nombre está nominada a 4 premios Oscar, pero eso importa poco. Es buena de verdad.
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