Sobre el papel parecía una buena idea: Kenneth Branagh, reputado autor de adaptaciones de textos de Shakespeare, parecía el director ideal para llevar a la pantalla -con calidad- las aventuras del dios del trueno, sobre todo si atendemos a la grandilocuente etapa del personaje en manos de Stan Lee en los tebeos -acompañado por Jack Kirby o John Bucema-. El elenco que rodeaba al entonces poco conocido Chris Hemsworth -que ha resultado ser el intérprete perfecto por su físico y su vena cómica- era también contundente: Natalie Portman como Jane Foster, Anthony Hopkins como Odin, además de Idris Elba como Heimdall. Pero el verdadero descubrimiento fue Tom Hiddleston como Loki. Con estos elementos y unos efectos especiales competentes, resulta decepcionante afirmar que hablamos de una película fallida. El principal problema es que presenta dos líneas demasiado distintas: el tono épico de fantasía heroica en la legendaria Asgard por un lado, y el humor cotidiano de las situaciones que vive el dios del trueno en la Tierra, auténtico pez fuera del agua, lo que da pie a varios apuntes de comedia romántica con Natalie Portman. Los dos tonos no acaban de funcionar como un todo y en conjunto no convencen a nadie, aunque los elementos robados de The Ultimates, en los que todos creen que el héroe es un loco, y no un dios, están relativamente conseguidos. La secuela apostaría por la aventura de espada y brujería, pero tampoco daría en el clavo del todo. La tercera entrega, en cambio, me parece un grandísimo acierto por su tono de space ópera casi paródica.
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