UN LUGAR TRANQUILO -LOS GRITOS DEL SILENCIO



Definitivamente tienes que ir a ver Un lugar tranquilo y, si puede ser, sabiendo lo menos posible de su argumento. Por lo que quizás es mejor que no sigas leyendo este texto. La película de John Krasinski - el Jim Halpert de la serie The Office- director y protagonista -junto a su pareja, Emily Blunt- es de esas sorpresas, no demasiado habituales, que nos ofrece de vez en cuando el cine de Hollywood -produce Michael Bay-. El film es fresco, parece que estamos ante algo relativamente diferente, pero sobre todo es rematadamente entretenido y razonablemente original, aunque podamos buscar antecedentes en clásicos como Tiburón (1975), Alien (1979), Señales (2002) y hasta en la franquicia Cloverfield -Monstruoso (2008)-. La premisa del film se puede resumir con cierta facilidad: si en toda película de terror hay un momento en el que la protagonista se ve acorralada por el asesino en serie, alien, dinosaurio, o tiburón, y por ello debe hacer el menor ruido posible para no ser detectada -y perecer-, Un lugar tranquilo es algo así como prolongar esa escena -y su tensión- durante 90 minutos. Y esto lo hace muy bien. La mayor virtud del guión -firmado por Bryan Woods y Scott Beck- es su capacidad para plantear situaciones que se van complicando para los personajes hasta límites de crispación muy divertidos. Hay momentos de tensión conseguidos, elegantes e inteligentes. Pero el verdadero milagro de la película es que su premisa condena a los personajes -una familia- a no hacer ruido ni a hablar: esa ausencia de diálogos obliga a los responsables del film a ser ingeniosos. Los guionistas deben contar las cosas con acciones -deberían hacerlo siempre-, los actores deben expresarse sin la palabra, el director está obligado a buscar soluciones visuales, los efectos de sonido y la música diegética se convierten en elementos creativos que aportan muchísimo. Es una pena que, lo que parece una cierta falta de riesgo, haya llevado a utilizar música extradiegética -en la banda sonora- para apoyar la tensión y golpes de sonido para apuntalar los sustos. No hacía falta, la verdad. Cuando se estrenó It (2017) leí un montón de críticas negativas al respecto, que ahora brillan por su ausencia. Lo que diferencia un film independiente (o europeo) de uno de estudio es el miedo a dejar fuera a parte del público. Un autor más atrevido habría dejado este film en completo silencio. Aún así, hay que aplaudir el uso de los efectos sonoros en esta cinta y cómo desde el guión hay un empeño encomiable por utilizar el sonido como un leitmotiv temático.  Ahora bien, lo que me parece auténticamente milagroso es que, al ser prácticamente muda, esta película exige al público actual -ese con déficit de atención, acostumbrado a mirar el móvil, comer palomitas y a hacer comentarios idiotas- a que preste atención, a meterse dentro de la historia. Todo un logro.

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