Si hablamos de cine, como lenguaje, el de 'acción' es probablemente el género que permite una narración visual más puramente cinematográfica, recogiendo el testigo del western, lamentablemente hoy en desuso. Actualmente el cine de acción se mantiene en un saludable segundo plano en cuanto a los gustos del público: ya no es el rey de la taquilla, lugar que ahora mismo ocupa la fantasía, la ciencia ficción y los superhéroes. Sus grandes representantes son tres sagas, la taquillera y desprejuiciada Fast and Furious, y la que para mí es la mejor, Misión Imposible, fantástica sobre todo en sus dos últimas entregas, dirigidas por Christopher McQuarrie. La tercera en disputa: John Wick.
John Wick (2014) fue toda una sorpresa. Con una propuesta modesta, recuperaba las esencias de un thriller de acción y artes marciales, más artesanal. Su historia era tan sencilla como directa, un asesino a sueldo retirado, interpretado por Keanu Reeves en su enésima 'resurrección', se embarcaba en una misión de venganza en la que básicamente debía matar a todo el que se le cruzaba por el camino. Todo por su perro. En una película de acción, las peleas y los tiroteos hacen avanzar la acción y los personajes se definen por su forma de pelear -en el caso de John Wick, ese particular arte marcial combinado con armas de fuego, en el que cada golpe acaba en un disparo- antes que por sus diálogos. Esto es especialmente cierto en el caso del parco Keanu Reeves. Detrás de la cámara está un especialista, Chad Stahelski, experto en artes marciales, que participó en Matrix (1999) y fue doble del propio Reeves. Como director, Stahelski se ha revelado, primero, como un realizador más que competente. Luego, en John Wick: Pacto de sangre (2017), se revela, además, como un realizador con ideas y buen ojo. Esta secuela, en la que se nota una mayor ambición y un presupuesto superior, deja atrás el obligado realismo de la original para expandir el mundo de John Wick y plantearse como un soberbio juego de metaficción, que en algunos momentos alcanza lo abstracto, potenciando los elementos más divertidos del primer film: el universo oculto de los asesinos a sueldo y las mafias; la idea kafkiana del hotel en el que no se permite asesinar a los asesinos -valga la redundancia-; o la red de mendigos. En la segunda parte hay secuencias memorables, como el enfrentamiento en el metro entre Wick y un esbirro -Cassian (Common)- rodeados de inocentes que tardan en percatarse de lo que ocurre. Mencionemos también la secuencia final, el tiroteo rodeado de espejos que remite a Operación Dragón (1973) de Bruce Lee y por tanto a La Dama de Shangai (1947) de Orson Welles. Por último, quiero destacar el diálogo que establece esta película con la mencionada Matrix, que propone como subtexto que los inocentes civiles vivimos en un mundo falso de asesinos ocultos, similar a la simulación que descubría Neo. Ahí está la presencia de Laurence Fishburne o el momento en el que el personaje de Ian McShane -Winston- 'congela' a todo el mundo en una concurrida plaza en Central Park. La secuela de John Wick es fantástica y nos dejó un cliffhanger tras el que podía pasar cualquier cosa.
Ahora, John Wick: Capítulo 3 -Parabellum, continúa la trama justo al final de la secuela. El argumento se podría resumir en 'John Wick contra el mundo'. El planteamiento es irresistible y la película cumple con su objetivo de entretener. Vaya si lo hace. La historia se va dividiendo en capítulos, primero una trepidante persecución; luego el encuentro con un nuevo personaje, Sofía, encarnado por Halle Berry; y por último un asedio que es para mí lo mejor del film. En esta segunda secuela hay más acción espectacular y set pieces muy divertidas: la pelea sobre las motos es quizás la mejor; luego un larguísimo tiroteo con Halle Berry, que roba el protagonismo a Reeves; y el mencionado asedio que se desarrolla en múltiples oleadas, casi como un videojuego. Hay muchas peleas y es que, como ya he dicho, en este género, la acción es lo que hace avanzar la trama, es la carne del film, como las canciones en los musicales o los gags en la comedia. Por cierto, en esta tercera entrega hay más humor -John Wick a caballo por las calles de Nueva York, el asesino Zero, encarnado por Mark Dacascos-. Resumiendo, Parabellum mantiene el fantástico nivel de la película anterior pero, es comprensible, pierde capacidad de sorpresa. Juega con los elementos ya planteados y redunda en la estructura ya conocida. Y atención porque deja la historia muy abierta para un cuarto capítulo. Ahí estaré yo.
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