Hay algo deprimente en la telerrealidad. Siempre he pensado que, no importa lo rico que sea el personaje, ni su altura intelectual: la vida enmarcada en una pantalla de televisión parece cutre. Ese chándal arrugado que llevamos en casa, esas zapatillas viejas con las que estamos cómodos, vistos en la tele, nos hacen parecer fracasados. Otra certeza que tengo es que todos tenemos peculiaridades, inseguridades, rarezas, que, magnificadas por el montaje y la realización televisivas, nos convertirían en trastornados a los ojos de los demás. Hecha esta pequeña aclaración sobre la manipulación de la imagen catódica, las personas (reales) que protagonizan la fenomenal Tiger King no necesitaban aparecer en televisión -en Netflix- para parecer perdedores o desequilibrados. Los directores Eric Goode y Rebecca Chaiklin investigan en esta serie documental a los grandes propietarios de felinos salvajes en Estados Unidos, y lo que consiguen es destapar la historia de un grupo de individuos verdaderamente peculiares, que además, se odian. Todo comienza con una pequeña afición: los animales salvajes. Es relativamente normal que te gusten, que quieras acariciarlos y se puede entender incluso el deseo de estar cerca de un tigre o un león. Querer poseer uno ya es otra cosa. Y tener más de 200 entra en otra categoría de locura complemente diferente. En ella están Joe Exotic -el protagonista- y sus rivales en este Juego de Tronos de los zoos del absurdo, Carole Baskin y Bhagavan Antie. Todos ellos son personas muy excéntricas que comparten una obsesión, la de coleccionar felinos salvajes, que pueden desarrollar hasta extremos muy locos ya que viven en una país cuya legislación lo permite. Pero esto solo es el principio. Porque si algo consigue Tiger King es sorprenderte una y otra vez hasta hacer que te preguntes cuál es el límite de lo que vemos, qué más puede ocurrir y sobre todo, con qué nueva rareza nos va salir esta gente.
Tiger King parece, primero, el típico intento televisivo de ridiculizar al freak de turno, explotando las rarezas de unos marginados delirantes. Hay que hablar sobre todo de Joe Exotic, un tipo de estilismo anárquico, que mezcla el mullet redneck y la ropa de cowboy con piercings y tatuajes, que es aficionado a las armas y gay -y bígamo-, con delirios de grandeza gracias a su propio programa de televisión, que nadie ve, además de ser un cantante de música country por la vía del playback. Pero la serie no se detiene en la mera explotación de gente rara, sino que comienza a desplegar, capítulo a capítulo, una serie de temas inesperados. Empezando por ese extraño culto a la celebridad de pacotilla que se ha apoderado de nuestras vidas como indeseado efecto secundario de las redes sociales. Aunque parezca increíble, estos desquiciados dueños de zoológicos despiertan pasiones, tienen legiones de fans y seguidores con el fanatismo propio de una secta religiosa, además de un tren de vida bastante alto. Lo que nos lleva a hablar de otro tema importante, la gran mentira del capitalismo, del american way of life y de la famosa promesa de 'la tierra de las oportunidades'. Los protagonistas de Tiger King son empresarios que pueden parecer relativamente exitosos, pero apenas se mantienen a flote, con deudas tremendas y siempre a un paso del desastre. Para mí resulta increíble que Joe Exotic y sus rivales hayan conseguido mantener abiertos unos parques tan costosos de mantener durante una década o más, y que esos animales mal alimentados no se los hayan comido. Resulta llamativa también la capacidad de estos individuos de seguir creyendo que en algún momento van a dar el pelotazo, cuando todo indica que se van a hundir en la miseria. Es el lado más oscuro de la cultura del éxito y de la idea de que hay que perseguir nuestros sueños. Tiger King habla también de lo tontos que somos. Un tema que conecta inevitablemente con el panorama político en EE.UU, donde Donald Trump es presidente. Si él pudo ¿Por qué no un tipo como Joe Exotic? Y la diferencia parece ser, básicamente, la profundidad de los bolsillos. Para cuando esta docuserie se mete en temas políticos, la fiesta que parecían sus primeros episodios, acabará por deprimirnos, sobre todo tras un par de capítulos que exploran el lado más oscuro de cualquier ser humano y en los que las cosas se ponen un poco feas, y bastante serias. Y por supuesto, debajo de todo ese ruido está el tema ecologista ¿Cómo se puede permitir que esos animales vivan encerrados y sean maltratados sistemáticamente por un atajo de locos?
Por último, quizás lo más valioso de Tiger King es que convierte lo real en algo muy parecido a una serie de ficción. Al ser los entrevistados figuras públicas, famosos de segunda acostumbrados a tener cámaras delante, pronto no distinguiremos la diferencia entre lo real y lo dramático. Todos fingen todo el tiempo, incluso ante los sucesos más terribles, por lo que llega un momento en el que ya no sabemos qué es verdad, qué es teatro, y si esa distinción importa ya en esta sociedad de selfis y vídeos de Instagram que nos ha tocado vivir.
Por último, quizás lo más valioso de Tiger King es que convierte lo real en algo muy parecido a una serie de ficción. Al ser los entrevistados figuras públicas, famosos de segunda acostumbrados a tener cámaras delante, pronto no distinguiremos la diferencia entre lo real y lo dramático. Todos fingen todo el tiempo, incluso ante los sucesos más terribles, por lo que llega un momento en el que ya no sabemos qué es verdad, qué es teatro, y si esa distinción importa ya en esta sociedad de selfis y vídeos de Instagram que nos ha tocado vivir.
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