STAR WARS: THE MANDALORIAN -PENSANDO EN LOS FANS


En la raíz de Star Wars (1977) de George Lucas estaba también el western, además de la ciencia ficción, la fantasía, la aventura y el cine bélico. Solo hace falta fijarse en Han Solo (Harrison Ford) antihéroe pícaro y de gatillo fácil, su peludo compañero Chewbacca (Peter Mayhew), moviéndose en la taberna cochambrosa de Moss Eisley; o en el desértico Tatooine, con sus salvajes moradores de las arenas, tan temibles como los apaches de John Ford. El aspecto destartalado -y realista- de la película remite al spaghetti western de Sergio Leone, quien, como Lucas, también se inspiró en los samuráis de Akira Kurosawa. En la galaxia de Lucas, un personaje secundario como Boba Fett parece perfecto para emular al hombre sin nombre que interpretó Clint Eastwood: un cazarrecompensas de pocas palabras, letal y misterioso. Este es el espíritu de The Mandalorian, serie creada por Jon Favreau, sobre un personaje diferente a Fett -es un decir- cuyo rasgo principal es llevar una armadura similar a la del hijo de Jango Fett -guiño al famoso espaghetti western de Sergio Corbucci, Django (1966), emulado hace unos años por Quentin Tarantino-. Aquí, como Juez Dredd, el protagonista nunca debe quitarse el mítico casco diseñado por Ralph McQuarrie.

El primer episodio juega sobre seguro al aprovecharse de todos los elementos que molan de Star Wars, una estrategia que se mantendrá durante toda la temporada. Además de la mencionada armadura de Boba Fett, hay que destacar un look similar al Una nueva esperanza (1977), con la presencia de los icónicos stormtroopers y un repaso de los extraterrestres y droides más entrañables, que hasta ahora no habían gozado de un primer plano, pero que son de sobra conocidos por el fan. El casting es fenomenal, Pedro Pascal -Narcos-, y veteranos que molan como Carl Weathers, Nick Nolte ¡Y Werner Herzog!, además de Taika Waititi -que dirige un episodio- poniéndole voz a un droide, nada menos que un IG-11 -nunca habíamos visto en acción al IG-88 de El imperio Contraataca-. Eso por no hablar de la sorpresa mayúscula del final del capítulo. 

La segunda entrega revela una de las claves de la serie: el humor. El enfrentamiento con los jawas es pura comedia -además de aventura y acción- con estos humanoides convertidos en algo muy parecido a los Minions, y sobre todo vaporizados sin piedad por el héroe. Desde el primer momento, a pesar del tono épico de los enfrentamientos y los tensos duelos de western, el guión de Favreau se ríe de todo: recordemos del primer capítulo que la excusa de Mythrol (Horatio Sanz) para escapar al cazarrecompensas es ir al baño -Luego acabará congelado en carbonita-. El tercer capítulo, The Sin, es puro éxtasis lúdico: actitudes heroicas, el descubrimiento de la liturgia de los mandalorianos, escenas de acción espectaculares y una huida que deja con ganas de más. No se queda atrás, esa mezcla de Los siete samuráis (1954) -y Los siete magníficos (1960)- con El retorno del Jedi (1983) que es el cuarto capítulo, Sanctuary, que introduce a Gina Carano como una veterana de la batalla de Endor. O la aportación de Dave Filloni, con experiencia en The Clone Wars, en ese regreso a Tatooine que es The Gunslinger. O esa aventura de piratas espaciales, muy en la línea de Guardianes de la Galaxia, con actores invitados divirtiéndose como Clancy Brown, Natalia Tena o Richard Ayoade. El desenlace, dividido en Reckoning y Redemption, tira la casa por la ventana demostrando que el Imperio galáctico no está del todo desactivado.

The Mandalorian tiene para todos: guiños frikis a las películas clásicas -apariciones de individuos de la especie de Salacious B. Crumb- o el atrevimiento de sacar el arma que usaba Boba Fett en el repudiado especial navideño televisivo; ideas que molan como que el alemán Werner Herzog sea un villano que echa de menos los tiempos -fascistas- del Imperio; que la historia ocurra en ese sector más sucio y oscuro -de nuevo, más spaghetti western- de la Galaxia de Lucas, y que salgan speedbikes, tusken raiders, la cantina original en Moss Eisley, los dewbacks y un montón de frikadas más. Todo esto, sabiamente mezclado con personajes que son puro marketing, pero también irresistibles, como el ya famoso Baby Yoda -en la tradición de los Ewoks, del fallido Jar Jar Binks, de BB8 o de los Porgs-. Jon Favreau consigue cumplir con todos los requerimientos industriales, complacer al fan y dar con una historia atractiva. The Mandalorian es el mejor Star Wars posible.

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