El escenario distópico que hemos visto por nuestras ventanas en las últimas semanas, las ciudades vaciadas, esa 'nueva normalidad' en la que todo el mundo lleva mascarillas, ha dinamitado la idea del futuro. Parece como si viviéramos en un relato anticipado por la ciencia ficción apocalíptica. Algo similar ocurre al ver el documental Hi, I.A. de la directora alemana Isa Willinger, en el que los robots que nos ha prometido el género desde los años 50, sobre los que pronunció sus tres leyes Isaac Asimov, viven por fin entre nosotros. Willinger rueda hechos reales como si fueran escenas de Blade Runner (1982) o Ex Machina (1982), apoyándose en la fotografía de Julian Krubasik y en la atmosférica banda sonora de Robert Pilgram. Esta es una película de ciencia ficción en tiempo presente, en el que vemos a varios a robots, esos seres mecánicos de los que nos han dicho dos cosas: que llegarían para facilitarnos la vida o para destruirnos. Ninguna de las dos cosas ocurre en la dolorosa reflexión de Willinger, que se interesa más por la noción del uncanny valley, el rechazo que sentimos ante la simulación de la vida humana. Mientras más se parece un robot a un ser humano real, más incómodo nos resulta su presencia. En esta película conoceremos sobre todo a dos personajes principales; primero, un gracioso robot que parece salido de un manga, Pepper, cuya función será hacerle compañía a una anciana. El otro es un androide femenino, de anatomía voluptuosa, que viaja en una caravana con su propietario. En ambos casos, los robots parecen haber sido diseñados para una función que los humanos no deseamos hacer: hacerle compañía a los que sufren una soledad no deseada. La anciana y el joven, intentarán encontrar consuelo en estos seres artificiales, con resultados discutibles, en una demostración de lo complicado que es encontrar calor humano entre nuestros verdaderos semejantes en los tiempos que corren. Una idea apuntada en otra cinta de ciencia ficción reciente como Her (2013). El resultado del trabajo de Isa Willinger es una película hipnótica, triste y muy emotiva que conjuga momentos de extrañeza -los diferentes modelos de robots que veremos, la androide que visita el dentista- pero también de gran humanidad.
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