DOCTOR STRANGE EN EL MULTIVERSO DE LA LOCURA -NOSTALGIA DE SAM RAIMI

DOCTOR STRANGE EN EL MULTIVERSO DE LA LOCURA -NOSTALGIA DE SAM RAIMI



Todavía recuerdo el día en el que vi, por primera vez, El ejército de las tinieblas (1992) en un cine de reposiciones: aquella película no se parecía a nada que hubiera visto antes. Era una sorprendente comedia con momentos terroríficos, con un alucinante tono pulp, referencias a Lovecraft y guiños cinéfilos. Pero sobre todo me fascinó el uso que hacía su autor, Sam Raimi, de la cámara, dejando que el espectador se percatara de su presencia: era como un personaje más y también como estar dentro de la historia. Como si estuviésemos viendo una película y su propio 'detrás de las cámaras' al mismo tiempo, lo que daba como resultado una extraña atmósfera de pesadilla hiperreal. Eran los años 90 y yo recordaba, difusamente, haber visto, en algún pase televisivo de madrugada, Terroríficamente muertos (1987) ¿O era Posesión infernal (1981)? No mucho después, gracias a los (casi) extintos videoclubs pude recuperar aquellas películas: la trilogía de Evil Dead es la santa trinidad de cualquier fan del terror, tres películas perfectas para ver en Halloween. Desde entonces he podido seguir la carrera de Raimi, casi como lo hace un aficionado al fútbol con su equipo o jugador favorito. Siguiendo su filmografía, recuerdo descubrir con sorpresa la alucinada Crimewave (1985), producto de su amor por el humor de Los tres chiflados y los cartoons y de su amistad con los hermanos Coen. Y enseguida, Raimi nos alegraba -al menos a mí- jugando en las grandes ligas de Hollywood: ahí estaba su primera incursión en el cine de superhéroes, Darkman (1990), pasada, eso sí, a través del filtro del homenaje a los monstruos de la Universal -especialmente El fantasma de la Ópera (1943)-. Luego vendrían Rápida y mortal (1995), homenaje a Sergio Leone y al spaghetti western; Un plan sencillo (1998), demostración de madurez y confirmación de su afinidad con los Coen; un encargo que aspiraba quizás a asentarle en Hollywood, la romántica Entre el amor y el juego (1999) -francamente, alejada de mis preferencias- y su vuelta, más o menos, al terror, con Premonición (2000), un producto nada despreciable situado en las coordenadas del American Ghotic. En el año 2002 llegaba la culminación de un sueño: Raimi dirigía Spider-Man con Tobey Maguire y todo cobraba sentido. En esta, y sobre todo en la insuperable Spider-Man 2 (2004), el director demostraba ser un fan de los cómics de Stan Lee, Steve Ditko y John Romita y transformar ese amor en un blockbuster perfecto. Lamentablemente, el tren de Raimi descarriló con Spider-Man 3 (2007), cinta desequilibrada e insatisfactoria por sobrepoblación de tramas y villanos -y señalo directamente a Venom-. Dos años después, Raimi demostraba que no había perdido su alma por pactar con los grandes estudios y volvía a ser el de Posesión Infernal en la estupenda Arrástrame al infierno (2009), fantástico cuento de brujas. Tras la colorida Oz: un mundo de fantasía (2013) y después de recuperar las aventuras de Ash (Bruce Campbell), el héroe de Evil Dead, en una divertida serie de televisión, Raimi vuelve a jugar en primera división -¡20 años después!- con Doctor Strange en el Multiverso de la locura. Personalmente, creo que estamos ante un nuevo triunfo de Marvel Studios y del propio Raimi. La película recupera la premisa de Spider-Man: No Way Home (2021), solo que ahora, en lugar de recibir la visita de personajes del Multiverso en nuestro mundo, son los héroes los que saltan de una realidad a la siguiente. Y el viaje es muy divertido. Pero sobre todo, esta película es un cruce imposible entre los superhéroes de Marvel y el universo del propio Sam Raimi. La nueva aventura del Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) está trufada, de principio a fin -literalmente- de referencias a la trilogía de Evil Dead. Recordemos que este suele incluir en (casi) todas sus películas, dos elementos de aquella: al actor Bruce Campbell y a su propio coche, un Oldsmobile Delta 88, que introduce en cada una de sus obras a modo de huevos de pascua y como homenaje a la ya lejana Posesión Infernal (1981). Pero no solo hay guiños nostálgicos: las aventuras del hechicero supremo son perfectas para que Raimi despliegue su sensibilidad única para el fantástico y el terror con set pieces que solo podría haber dirigido él, como la estupenda escena en la que Wanda (Elizabeth Olsen) se enfrenta a su lado oscuro en su casa -que conecta directamente con diversos momentos de Evil Dead en los que Ash es acechado por las fuerzas del mal- o el imaginativo y original duelo de sinfonías entre magos. Todo eso es puro Raimi, que encuentra en el argumento de esta película terreno abonado para desarrollar un tema muy presente en su filmografía, el del doble maligno, el del lado oscuro del ser humano, que siempre ha desarrollado de una forma puramente visual, estética y cinematográfica. Tanto el Doctor Strange -siguiendo la trama de su primera película, dirigida por Scott Derrickson- como la Bruja Escarlata -que completa aquí el arco de personaje iniciado en la serie de Disney Plus, Bruja Escarlata y Visión- se enfrentarán a sus debilidades y, como (súper)héroes que son, intentarán sobreponerse a la tentación del lado oscuro. Son dos tramas sencillas pero sólidas, interpretadas por fantásticos actores, en este nuevo capítulo de la inabarcable historia del Universo Marvel Cinemático. Hay, además, para el fan de Marvel, un montón de guiños y sorpresas que dejan con la boca abierta, aprovechando de nuevo la excusa del Multiverso. Y sobre esto, por cierto, me permito una pequeña reflexión acerca de las críticas a la continuidad marveliana: más de uno se queja de que ver una película Marvel supone tener que recordar argumentos de otras cintas de hace diez años (o más) y esto, al parecer, es un esfuerzo que no merece la pena. Yo disiento. Primero, porque no hace falta estar enterado de todo para disfrutar de cada entrega. Pero sí es verdad que conocer estos detalles eleva muchos enteros el disfrute de cada película y que este rasgo es el que convierte a esta saga en algo único en la historia de la cultura popular. Segundo, francamente, no creo que sea tan difícil recordar los detalles de una película de superhéroes: mis hijos pueden. Y por último, os planteo una pregunta: ¿Por qué reconocer todos los guiños a la obra de Sam Raimi en Doctor Strange en el Multiverso de la locura se puede considerar 'cinefilia' y en cambio pillar las referencias marvelianas es un esfuerzo inútil? En el fondo, son la misma cosa, a menos que hagamos distinciones entre productos culturales.

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