Sean Baker, autor de la estupenda The Florida Project (2017) vuelve a explorar la amarga mentira del sueño americano en Red Rocket. Esta nueva película mantiene las señas de identidad de la anterior: estilo casi documental, un escenario suburbano -en este caso, Texas- y unos personajes desfavorecidos, al límite de la pobreza, que sobreviven a duras penas en una existencia de penurias que compensan con comida rápida, telebasura, alcohol, tabaco, drogas y cometiendo delitos menores. Curiosamente, este escenario deprimente, da lugar a una divertida comedia, eso sí, con un poso amargo que congela la sonrisa. Baker convierte de nuevo un escenario sórdido en un caramelo visual, utilizando la fotografía y las localizaciones, resaltando colores y luces, para convertir la tragedia social en algo parecido a la portada de una revista publicitaria. El director de Nueva Jersey convierte los no-lugares -aparcamientos, los alrededores de una fábrica, esos callejones por los que nadie transita- en preciosas estampas que el protagonista recorre con una bicicleta en imágenes que son casi vitalistas. Pero engañan, claro. En este mundo dibujado por Baker, sus personajes se mueven completamente ajenos a la campaña política que se está desarrollando en su país -volvemos a la era de Donald Trump- de cara a unas elecciones en las que no van a participar y cuyo resultado parece no importarles en absoluto. Pero lo más destacable de la película de Baker, creo yo, es su diseño de personajes. Protagoniza el relato un inolvidable perdedor, Mikey, interpretado por un carismático Simon Rex, una ex estrella del cine porno, un completo embaucador, muy sociable, que conquista y enamora a cualquiera, pero que en realidad solo mira por sí mismo. Red Rocket nos coloca en la incómoda posición de tener que identificarnos y reírnos con un tipo como Mikey, capaz de cualquier cosa con tal de salir adelante. Mikey es divertido pero infantil y se demostrará inmaduro, incapaz de asumir ninguna responsabilidad y cobarde. A su alrededor encontramos un variopinto grupo de personajes, todos interpretados por actores no profesionales o muy poco conocidos, que Baker describe de forma magistral en apenas unas pocas escenas. Todos son fracasados y marginados que han caído en lo más bajo, pero que, al menos, intentan mantener una mínima dignidad viviendo honestamente con sus miserias y pecados. Mención aparte merece un personaje magnético, el de Strawberry, una 'Lolita' pertubadora y sexy, interpretada con muchísima malicia por Suzanna Son. Un personaje que te hace sentir 'sucio' al salir de la sala. Sean Baker consigue con Red Rocket una comedia negrísima que indaga en lo peor del capitalismo y hace un retrato desalentador de la sociedad de su propio país, mientras le exige al espectador una dura reflexión. Imprescindible.
RED ROCKET -DONUTS Y PORNO
Sean Baker, autor de la estupenda The Florida Project (2017) vuelve a explorar la amarga mentira del sueño americano en Red Rocket. Esta nueva película mantiene las señas de identidad de la anterior: estilo casi documental, un escenario suburbano -en este caso, Texas- y unos personajes desfavorecidos, al límite de la pobreza, que sobreviven a duras penas en una existencia de penurias que compensan con comida rápida, telebasura, alcohol, tabaco, drogas y cometiendo delitos menores. Curiosamente, este escenario deprimente, da lugar a una divertida comedia, eso sí, con un poso amargo que congela la sonrisa. Baker convierte de nuevo un escenario sórdido en un caramelo visual, utilizando la fotografía y las localizaciones, resaltando colores y luces, para convertir la tragedia social en algo parecido a la portada de una revista publicitaria. El director de Nueva Jersey convierte los no-lugares -aparcamientos, los alrededores de una fábrica, esos callejones por los que nadie transita- en preciosas estampas que el protagonista recorre con una bicicleta en imágenes que son casi vitalistas. Pero engañan, claro. En este mundo dibujado por Baker, sus personajes se mueven completamente ajenos a la campaña política que se está desarrollando en su país -volvemos a la era de Donald Trump- de cara a unas elecciones en las que no van a participar y cuyo resultado parece no importarles en absoluto. Pero lo más destacable de la película de Baker, creo yo, es su diseño de personajes. Protagoniza el relato un inolvidable perdedor, Mikey, interpretado por un carismático Simon Rex, una ex estrella del cine porno, un completo embaucador, muy sociable, que conquista y enamora a cualquiera, pero que en realidad solo mira por sí mismo. Red Rocket nos coloca en la incómoda posición de tener que identificarnos y reírnos con un tipo como Mikey, capaz de cualquier cosa con tal de salir adelante. Mikey es divertido pero infantil y se demostrará inmaduro, incapaz de asumir ninguna responsabilidad y cobarde. A su alrededor encontramos un variopinto grupo de personajes, todos interpretados por actores no profesionales o muy poco conocidos, que Baker describe de forma magistral en apenas unas pocas escenas. Todos son fracasados y marginados que han caído en lo más bajo, pero que, al menos, intentan mantener una mínima dignidad viviendo honestamente con sus miserias y pecados. Mención aparte merece un personaje magnético, el de Strawberry, una 'Lolita' pertubadora y sexy, interpretada con muchísima malicia por Suzanna Son. Un personaje que te hace sentir 'sucio' al salir de la sala. Sean Baker consigue con Red Rocket una comedia negrísima que indaga en lo peor del capitalismo y hace un retrato desalentador de la sociedad de su propio país, mientras le exige al espectador una dura reflexión. Imprescindible.
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