Despertar al mundo es uno de los temas más recurrentes en la ficción, esas historias de las primeras veces, normalmente protagonizadas por un personaje adolescente que sufre el complicado trance de convertirse en adulto. Esta idea se cumple en Hasta los huesos, adaptación de la novela de Camille DeAngelis, un coming of age que aborda la perspectiva del diferente. La protagonista, Maren (Taylor Russell), además de mujer y afroamericana, es caníbal. Siente un deseo irrefrenable de comer carne humana, lo que, lógicamente, no es bien visto socialmente. Esta idea sirve como metáfora de cualquier condición que nos haga distintos: ser lesbiana, transexual, tener una discapacidad, ser un vampiro o comer carne cuando está de moda ser vegano. Maren despierta entonces a un mundo diferente al 'normal', con otras reglas, una sociedad dentro de la sociedad, secreta y clandestina, conformada por los otros caníbales que irá conociendo durante la historia. Lo que no impide que, como en cualquier relato iniciático, Maren descubra el amor. Timothée Chalamet vuelve a actuar a las órdenes del italiano Luca Guadagnino tras la recordada Call me by your name (2017), encarnado al ideal romántico, una figura misteriosa, atractiva y peligrosa que acaba convirtiéndose en el compañero vital ideal. Hasta los huesos me ha recordado a Crepúsculo (2008), o quizás, a lo que me habría gustado ver en la exitosa película de Catherine Hardwicke: aquí, las escenas de canibalismo -sin llegar al exceso gore, en mi opinión- son sangrientas y el mundo de los antropófagos resulta inquietante y por momentos aterrador. Si Michael Stuhlbarg nos maravilló en Call Me By Your Name como el padre que todos hubiéramos querido tener, aquí se convierte en un redneck caníbal terrorífico. Menos me convence el personaje del siempre estupendo Mark Rylance, que de alguna forma se las arregla para resultar inquietante en el mismo registro de excéntrico inofensivo en el que le hemos visto sobre todo en sus colaboraciones con Steven Spielberg. Sin embargo, el personaje de Rylance me resulta demasiado extravagante. Pero esa es solo mi opinión. La película de Guadagnino es hermosa cuando se convierte en road movie, recorriendo las infinitas carreteras de Estados Unidos en un registro cercano a la Americana, con la estupenda música de Trent Reznor y Atticus Ross, y tiene un punto melancólico, porque en el fondo nos dice que todos estamos solos: tanto los caníbales que viven al margen de la sociedad como sus víctimas, elegidas entre los que tampoco tienen arraigo. Pero también están solos los que aman, porque, tarde o temprano, tendrán que separarse.
HASTA LOS HUESOS (BONES AND ALL) -AMOR CANÍBAL
Despertar al mundo es uno de los temas más recurrentes en la ficción, esas historias de las primeras veces, normalmente protagonizadas por un personaje adolescente que sufre el complicado trance de convertirse en adulto. Esta idea se cumple en Hasta los huesos, adaptación de la novela de Camille DeAngelis, un coming of age que aborda la perspectiva del diferente. La protagonista, Maren (Taylor Russell), además de mujer y afroamericana, es caníbal. Siente un deseo irrefrenable de comer carne humana, lo que, lógicamente, no es bien visto socialmente. Esta idea sirve como metáfora de cualquier condición que nos haga distintos: ser lesbiana, transexual, tener una discapacidad, ser un vampiro o comer carne cuando está de moda ser vegano. Maren despierta entonces a un mundo diferente al 'normal', con otras reglas, una sociedad dentro de la sociedad, secreta y clandestina, conformada por los otros caníbales que irá conociendo durante la historia. Lo que no impide que, como en cualquier relato iniciático, Maren descubra el amor. Timothée Chalamet vuelve a actuar a las órdenes del italiano Luca Guadagnino tras la recordada Call me by your name (2017), encarnado al ideal romántico, una figura misteriosa, atractiva y peligrosa que acaba convirtiéndose en el compañero vital ideal. Hasta los huesos me ha recordado a Crepúsculo (2008), o quizás, a lo que me habría gustado ver en la exitosa película de Catherine Hardwicke: aquí, las escenas de canibalismo -sin llegar al exceso gore, en mi opinión- son sangrientas y el mundo de los antropófagos resulta inquietante y por momentos aterrador. Si Michael Stuhlbarg nos maravilló en Call Me By Your Name como el padre que todos hubiéramos querido tener, aquí se convierte en un redneck caníbal terrorífico. Menos me convence el personaje del siempre estupendo Mark Rylance, que de alguna forma se las arregla para resultar inquietante en el mismo registro de excéntrico inofensivo en el que le hemos visto sobre todo en sus colaboraciones con Steven Spielberg. Sin embargo, el personaje de Rylance me resulta demasiado extravagante. Pero esa es solo mi opinión. La película de Guadagnino es hermosa cuando se convierte en road movie, recorriendo las infinitas carreteras de Estados Unidos en un registro cercano a la Americana, con la estupenda música de Trent Reznor y Atticus Ross, y tiene un punto melancólico, porque en el fondo nos dice que todos estamos solos: tanto los caníbales que viven al margen de la sociedad como sus víctimas, elegidas entre los que tampoco tienen arraigo. Pero también están solos los que aman, porque, tarde o temprano, tendrán que separarse.
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