Twisters (2024) puede ser la perfecta radiografía del estado actual del cine comercial estadounidense. Es sin duda un producto pensado para entretener y emocionar al espectador, cosa que consigue. Produce Steven Spielberg, pero la elección de un director como Lee Isaac Chung, que demostró su pericia para el drama familiar con la entrañable Minari (2020), nos dice que también se pretende que la película tenga algo parecido a un alma. Su planteamiento básico y su título son, claro, referencia a un éxito conocido, Twister (1996), y nos vuelven a presentar a un grupo de científicos persiguiendo huracanes y poniendo en peligro su vida. En el ADN de esta película están cintas como Tiburón (1975), Encuentros en la tercera fase (1977) o Parque jurásico (1993), que mezclan el cine de acción, de aventura y de catástrofes en una experiencia apta para toda la familia. Twisters está fantásticamente producida, diseñada, dirigida e interpretada. Tiene momentos espectaculares gracias a unos efectos especiales muy efectivos, pero además, en su núcleo encontramos una historia de amor protagonizada por dos actores carismáticos y atractivos: el guapo de moda, Glen Powell y la verdadera protagonista de la historia, Daisy Edgar-Jones. La cinta cumple en todos los frentes, aunque pueda tener también momentos sonrojantes del cine más comercial y facilón. Por otro lado, la historia presenta un subtexto sobre la realidad estadounidense, que coloca de un lado a empresarios aprovechadores, a la dependencia de la alta tecnología y al poder del capital que lo compra todo, y enfrenta todo esto con la honestidad del granjero de la América profunda, con la figura del cowboy que se la juega en un rodeo. El personaje central, Katy, es algo así como la unión perfecta de ambos mundos y el tronco de la cinta es cómo, tras sufrir un drama terrible, recupera su esencia y la ilusión perdida, idea que Chung refuerza cuando la primera imagen de la película, que nos muestra a la joven escudriñando al cielo y sacando una fotografía, se repite al comienzo del tercer acto. Encuentro en Twisters, además, una escena fascinante: cuando los personajes se refugian en un cine en el que se proyecta Frankenstein (1931) de James Whale. La película en blanco y negro se sigue proyectando mientras la pantalla se rasga y la sala entera se despedaza, como diciéndonos que el cine clásico y las propias salas de cine están al borde de su extinción en favor de las películas ‘parque de atracciones’, que diría Scorsese. En este film hay otra referencia al Hollywood de la edad dorada: los coches de los cazatormentas han sido bautizados como los personajes de El Mago de Oz (1939). Pero si en aquella el tornado arrancaba de cuajo la casa de Dorothy (Judy Garland), aquí el viento destruye sobre todo comercios, moteles, gasolineras, el tejido mismo de un país capitalista.
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