BIKERIDERS: LA LEY DEL ASFALTO


Bikeriders: La Ley del asfalto
 (2024) nos trae de vuelta a un director estupendo como Jeff Nichols después de 7 años de silencio cinematográfico. En esta película confirma sus grandes virtudes como autor: su aliento clásico para contar historias, su talento narrativo para atrapar al espectador, su capacidad para dibujar personajes muy humanos, su facilidad para darle vida en la pantalla a una época pasada. Aquí nos sitúa en Estados Unidos, en los años sesenta, para hablarnos de un club de moteros, los Vandals de Chicago, formado por hombres rudos, amantes de sus motocicletas y propensos al alcohol, las drogas y las peleas. La ficción que desarrolla Nichols está basada en hechos reales registrados por el fotógrafo Danny Lyon en el libro The Bikeriders. Este se convierte en un personaje en la película (Mike Faist) que sirve de hilo conductor para la trama que narra Kathy (Jodie Comer) sobre su relación con el atractivo pero violento motero Benny (Austin Butler). A través de estos personajes conoceremos las vidas de estos moteros liderados por Johnny (Tom Hardy), un camionero casado con hijos que vive una doble vida de violencia y crimen. Nichols nos muestra las actividades de estos hombres y cada personaje le sirve para explorar una faceta distinta de la banda -el reparto se completa con su actor fetiche, Michael Shannon, y con Boyd Holbrok y Norman Reedus- formada por desclasados que persiguen la sensación de pertenecer a algo. Porque Nichols hace hincapié en la solidaridad entre los miembros del grupo, antes que en la sensación de libertad sobre una motocicleta, a toda velocidad, por las infinitas carreteras estadounidenses -como en el principal referente cinematográfico, Easy Rider (1969). Nichols es un director romántico y aquí imprime un aire nostálgico y crepuscular al relato: los moteros de su película pertenecen a un mundo que ya no volverá y se ven reemplazados por una nueva generación abocada al crimen, sin principios ni solidaridad entre ellos: el chico que desea formar parte de la banda (Toby Wallace) marca esa nueva generación. Esta idea de hablar del paso del tiempo desde la perspectiva de una ‘familia’ conecta Bikeriders: La Ley del asfalto con la obra maestra de Francis Ford Coppola, El padrino (1972), con el personaje de Hardy buscando a un posible sucesor, claramente en plan ‘padrino’. Nichols matiza el machismo y la violencia de sus personajes haciendo que sea una mujer la que narra sus peripecias y pasa de perfil sobre las conocidas derivas ideológicas de estos grupos criminales, simpatizantes del nazismo, el supremacismo o Trump. Nichols firma una película hermosa y trágica que no juzga a sus personajes, todo lo contrario, de una forma muy cinematográfica los comprende. Como el cowboy o el gangster el motero es un personaje romántico que se niega a ser el hombre común atado a un trabajo, a la familia tradicional, al modo de vida americano.


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