Pocas veces se hace algo tan sencillo en el cine como plantear una premisa y desarrollarla hasta sus últimas consecuencias. Esa forma de operar al contar una historia, creo yo, da muy buen resultado la mayoría de las veces. Es el caso de la estupenda ópera prima, The Rapture (2023) de la francesa Iris Kaltenbäck. En ella, la protagonista, Lydia (Hafsia Herzi), es una joven matrona que comete un error, que dice una pequeña mentira. Su incapacidad para dar la cara y aclarar la verdad, la acabará metiendo en un problema cada vez más y más grande, en un modélico ejercicio de tensión y de suspense que llega a volverse insoportable para el espectador. Para contar esto, Kaltenbäck busca la sencillez y el relato directo de la acciones de Lydia, sin complicar la narración en ningún momento. Todo lo que ocurre se va sucediendo con una lógica terrible y cuando, por fin, llega el desenlace, no puede ser otro que el esperado. ¿O sí? La trama apenas requiere de dos o tres personajes más para funcionar, la mejor amiga de Lydia, Salomé (Nina Meurisse) y su pareja (Younès Boucif); y un solitario conductor de autobús, Milos (Alexis Manenti), que aparece en su vida por casualidad. Y siguiendo la lógica implacable de lo planteado, The Rapture se presta a reflexiones sobre temas como la soledad en las ciudades, el individualismo, las relaciones de pareja, el concepto que tenemos de la paternidad y de la familia, y la salud mental. Pero sobre todo, hay un reflexión inquietante: ¿Hasta qué punto podemos llegar a fabricar nuestra propia vida mediante el relato que contamos a los demás?. La película nos obliga a entender a un personaje que, si leyéramos su historia en los periódicos, nos produciría un rechazo tremendo. Pero ¿Podríamos llegar a entender a Lydia?. La respuesta es sí, y el mérito es de Kaltenbäck y de su actriz, una estupenda Hafsia Herzi.
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