-AVISO SPOILERS-
El mundo de True Detective no es el nuestro. Se parece mucho, pero no lo es. Los que habitan ese mundo creen que todo es normal. Pero el detective Rust Cohle (Matthew McConaghey) tiene la capacidad de ver lo que hay detrás.
Tocado por la tragedia, Rust ya no cree en la ilusión de esto que llamamos realidad. Para él, se ha desgarrado el velo, y es capaz de ver el horror, el vacío, que se esconde detrás. Al igual que Neo, puede ver más allá de la ilusión creada por la máquina en Matrix (Los Hermanos Wachowski, 1999).
La actitud nihilista de Rust le provoca problemas con todos los que le rodean, y que son incapaces de ver lo mismo que él. Conocer la verdad le condena, irremediablemente, a la soledad. Sólo la compañía impuesta del detective Marty Hart (Woody Harrelson) nos permite conocer lo que piensa Rust gracias a sus largas, larguísimas, conversaciones.
Porque en los primeros cuatro episodios de True Detective, los personajes hablan. Dos agentes entrevistan a Marty, y hablan. Los mismos agentes interrogan a Rust, y hablan. Los dos detectives comparten largos trayectos en coche, y hablan. Interrogan a un sospechoso durante la investigación de unos macabros asesinatos, y hablan. Los policías hacen un descanso para comer, y hablan. En True Detective hablan y hablan y hablan. No paran de hablar.
El mundo de True Detective no es el nuestro. Se parece mucho, pero no lo es. Los que habitan ese mundo creen que todo es normal. Pero el detective Rust Cohle (Matthew McConaghey) tiene la capacidad de ver lo que hay detrás.
Tocado por la tragedia, Rust ya no cree en la ilusión de esto que llamamos realidad. Para él, se ha desgarrado el velo, y es capaz de ver el horror, el vacío, que se esconde detrás. Al igual que Neo, puede ver más allá de la ilusión creada por la máquina en Matrix (Los Hermanos Wachowski, 1999).
La actitud nihilista de Rust le provoca problemas con todos los que le rodean, y que son incapaces de ver lo mismo que él. Conocer la verdad le condena, irremediablemente, a la soledad. Sólo la compañía impuesta del detective Marty Hart (Woody Harrelson) nos permite conocer lo que piensa Rust gracias a sus largas, larguísimas, conversaciones.
Porque en los primeros cuatro episodios de True Detective, los personajes hablan. Dos agentes entrevistan a Marty, y hablan. Los mismos agentes interrogan a Rust, y hablan. Los dos detectives comparten largos trayectos en coche, y hablan. Interrogan a un sospechoso durante la investigación de unos macabros asesinatos, y hablan. Los policías hacen un descanso para comer, y hablan. En True Detective hablan y hablan y hablan. No paran de hablar.
Todo lo que sabemos de Rust y de su visión de la vida -que define los parámetros temáticos de la serie- la obtenemos a través de esos diálogos filosóficos, citan a Nietzsche, y complejos, la teoría física de las cuerdas. Esos diálogos exigen nuestra atención completa. Es fácil perderse. El mismo Marty se pasa toda la serie perdido. Por eso le cae mal Rust, un tío que se define con la frase "no lo hago bien en las fiestas" y que Marty define como "el Michael Jordan de los hijos de puta".
Los primeros cuatro capítulos de la serie establecen un tono, triste y lento, gracias a esos larguísimos y estupendos diálogos. Pero me temo que nuestra memoria retendrá más bien las imágenes: el primer cadáver de la mujer adornada con una cornamenta -que recuerda a Hannibal (2013)-; las extrañas figuras hechas con ramitas -que recuerdan a El proyecto de la bruja de Blair (1999)- el inmenso dibujo en la pared de la Iglesia, la imagen del asesino con una máscara de gas, y el plano secuencia al final del cuarto episodio...
Los primeros cuatro capítulos de la serie establecen un tono, triste y lento, gracias a esos larguísimos y estupendos diálogos. Pero me temo que nuestra memoria retendrá más bien las imágenes: el primer cadáver de la mujer adornada con una cornamenta -que recuerda a Hannibal (2013)-; las extrañas figuras hechas con ramitas -que recuerdan a El proyecto de la bruja de Blair (1999)- el inmenso dibujo en la pared de la Iglesia, la imagen del asesino con una máscara de gas, y el plano secuencia al final del cuarto episodio...
Precisamente, a partir de ese plano secuencia algo cambia en True Detective. El ritmo de la historia se acelera. Los largos diálogos dejan pasado a secuencias más visuales, en las que prevalece la acción y el suspense. El quinto capítulo culmina con una larga secuencia sin diálogos en la que Rus descubre que debe comenzar a buscar de nuevo. No por casualidad ha repetido durante todo el capítulo que "el tiempo es un círculo plano". El eterno retorno de Nietzsche.
Enseguida, la serie se toma un respiro para darle la oportunidad a sus ¿héroes? de arreglar sus cuentas pendientes para luego continuar su cruzada contra "el mal". El zoroastrismo entiende el mundo como un escenario de guerra, limitado en el espacio y en el tiempo, en el que los poderes del bien y del mal luchan hasta el fin. En True Detective, Rust se embarca en esa lucha, y recluta a Marty, al que debe convencer de la existencia de la oscuridad: el bebé en el microondas fue una señal, los dos chavales que se aprovechan de su "inocente" hija fue otra, la película snuff en la que torturan a una niña acaba por comprometerle. Las víctimas del mal en True Detective siempre son mujeres: desaparecidas, torturadas, asesinadas, utilizadas como objetos sexuales, y engañadas por sus maridos.
En los capítulos finales, True Detective se aparta del punto de vista de los detectives durante la investigación para enseñarnos al asesino. Una decisión anticlimática, arriesgada y coherente. Parece necesario detenerse en el hombre de las cicatrices (Glenn Flesher) que se rodea de niños y silba como el asesino de M (Fritz Lang, 1931). Así descubrimos algo más del extraño culto que profesa y que recuerda al de Kill List de Ben Wheatley (2011)
Por alguna razón, sospechamos que el malvado Errol, como Rust, también puede ver la realidad detrás del velo, sólo que ha elegido servir al bando de la oscuridad, y no al de las estrellas. En el clímax, Rust tiene una visión del abismo, de esa rasgadura en el tejido de la realidad. Pero no sabemos si se trata de una mera alucinación de su castigada mente. Tampoco importa. Otra película de Ben Wheatley, A Field in England (2013), también recurre a una coartada racional, las setas alucinógenas, para satisfacer a los que necesitan de justificaciones racionales.
Enseguida, la serie se toma un respiro para darle la oportunidad a sus ¿héroes? de arreglar sus cuentas pendientes para luego continuar su cruzada contra "el mal". El zoroastrismo entiende el mundo como un escenario de guerra, limitado en el espacio y en el tiempo, en el que los poderes del bien y del mal luchan hasta el fin. En True Detective, Rust se embarca en esa lucha, y recluta a Marty, al que debe convencer de la existencia de la oscuridad: el bebé en el microondas fue una señal, los dos chavales que se aprovechan de su "inocente" hija fue otra, la película snuff en la que torturan a una niña acaba por comprometerle. Las víctimas del mal en True Detective siempre son mujeres: desaparecidas, torturadas, asesinadas, utilizadas como objetos sexuales, y engañadas por sus maridos.
En los capítulos finales, True Detective se aparta del punto de vista de los detectives durante la investigación para enseñarnos al asesino. Una decisión anticlimática, arriesgada y coherente. Parece necesario detenerse en el hombre de las cicatrices (Glenn Flesher) que se rodea de niños y silba como el asesino de M (Fritz Lang, 1931). Así descubrimos algo más del extraño culto que profesa y que recuerda al de Kill List de Ben Wheatley (2011)
Por alguna razón, sospechamos que el malvado Errol, como Rust, también puede ver la realidad detrás del velo, sólo que ha elegido servir al bando de la oscuridad, y no al de las estrellas. En el clímax, Rust tiene una visión del abismo, de esa rasgadura en el tejido de la realidad. Pero no sabemos si se trata de una mera alucinación de su castigada mente. Tampoco importa. Otra película de Ben Wheatley, A Field in England (2013), también recurre a una coartada racional, las setas alucinógenas, para satisfacer a los que necesitan de justificaciones racionales.
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