LA CASA ENCANTADA: DE AMITIVYLLE A ENFIELD


¿Y si todas las casas encantadas fueran la misma? El visionado de Expediente Warren: El caso Enfield (2016) me ha llevado a interesarme por el suceso de Amityville, famosa casa encantada, supuesto hecho "real" de los años setenta, que aparece mencionado en el prólogo del estupendo film de James Wan. Obviamente, conocía la existencia de Terror en Amityville (1979), película que, atención, dio pie a siete secuelas y un remake que ha dado a su vez lugar a varias entregas más. Cosa increíble al comprobar la discreta calidad del film original, que fue, eso sí, un éxito de taquilla. Ver de nuevo esta película ha supuesto una pequeña decepción -esperaba algo mejor- pero también una sorpresa por sus llamativas coincidencias con una de mis favoritas de todos los tiempos: El resplandor (1980). Si a esto sumamos las similitudes con la reciente película de Wan -y con su otra saga, Insidious- llego a la conclusión de que solo existe una casa encantada y varias películas sobre ella. Veamos.


La primera sorpresa fue descubrir que en 1977 se publicaron The Shining, de Stephen King y The Amityville Horror, escrita por Jay Anson. La primera, como sabéis, es un clásico del terror que dio origen a una obra maestra cinematográfica, aunque no demasiado fiel al original, El resplandor (1980) de Stanley Kubrick. El segundo es el libro basado en los hechos "reales" narrados por el matrimonio formado por George y Kathy Lutz, que afirmaban haber experimentado sucesos paranormales. Reducidas a su esencia, ambas historias son muy similares: una pareja con hijos se muda a un nuevo hogar -a un hotel/casa- en el que ocurrieron terribles asesinatos -un padre/un hijo mata a su familia- que acaban (casi) repitiéndose. En los dos casos hay un niño sensible a la presencia de lo sobrenatural que se inventa un amigo imaginario -que sospechamos es un fantasma-. En la novela de King, Jack Torrance, el padre, intenta matar a su familia con un mazo de roque -deporte similar al croquet-, arma que Kubrick sustituye en su adaptación por un hacha. En Terror en Amityville de Stuart Rosenberg, James Brolin intentaba tirar a hachazos la puerta del baño en la que se refugiaban sus hijos en la ficción, en una escena muy similar a la del "Here's Johnny" de Jack Nicholson.


Pero hay más coincidencias. Una de las alucinaciones que sufre Jack Torrance (Jack Nicholson) es la de una horrible anciana, mientras que George Lutz cree ver a su mujer, Kathy (Margot Kidder) envejecida. En la casa de Amityville se descubre una habitación oculta, de paredes rojas, conocida como "red room". Suena igual que la frase que repetía el pequeño Danny Torrance, "redrum", "murder" (asesinato) escrito al revés. Eso sí, mientras en la historia de los Lutz la religión católica está muy presente -el padre Delaney interpretado por Rod Steiger es un personaje importante en la película- Kubrick consigue contar su historia sobrenatural sin crucifijos y sin mencionar al demonio. Pero sigamos con las coincidencias. En Amityville, los asesinatos previos -estos sí, completamente reales- perpetrados por Ronald Defeo Jr. -quien mató a tiros a seis miembros de su familia mientras dormían- tienen un peso importante- y dieron lugar a la historia de la secuela, Amityville II (1982)-. Kubrick evita revelar demasiado sobre los asesinatos anteriores en el hotel Overlook, pero vuelve a coincidir con Amityville cuando muestra, casi al final de su película, una foto de una fiesta de 1921 en la que aparece, quizás, el anterior conserje, con los mismos rasgos de Jack Torrance (Jack Nicholson). Curiosamente, en Amityville, los personajes reconocen, constantemente, en George Lutz (James Brolin), los rasgos del asesino que había vivido allí un año antes. Tanto el hotel Overlook como la casa de Amityville tienen un pasado oscuro de violencia, tortura y muerte. Kubrick evita concretar el origen del mal, pero Kathy descubre que su casa ha sido construida sobre un cementerio indio y en una tierra en la que vivió un brujo que escapó a los famosos juicios de Salem. En 1982 se estrenaría Poltergeist, con Tobe Hooper tras la cámara, pero escrita y producida -¿y dirigida?- por Steven Spielberg. Como sabéis, el film cuenta también la historia de una familia que se muda -sin saberlo- a una casa construida sobre un cementerio.



No tiene mucho sentido preguntarse por el origen de estas coincidencias. Los casos reales de los asesinatos de la familia DeFeo y la supuesta posesión de la familia Lutz saltaron a los medios en 1974 y 1975, respectivamente, por lo que podrían haber inspirado a Stephen King, a Steven Spielberg y al propio Stanley Kubrick. Pero lo cierto es que estamos ante tres películas completamente diferentes por su caligrafía cinematográfica: amigos, una película no es solo su guión. El resplandor, como ya he dicho, es una obra maestra del cine que puede suscitar infinitas lecturas por sus poderosas imágenes, véase el paranoico documental Room 237 (Rodney Ascher, 2012). El film de Spielberg es la espectacularización de la clásica historia de casas encantadas, por la vía de los mejores efectos especiales de la época. Al lado de ambas, Terror en Amityville resulta muy pobre.



En la película del televisivo Stuart Rosenberg, no ocurren demasiadas cosas. El guión prefiere poner el acento en el sufrimiento psicológico de los que viven en la casa. Y no estoy hablando de terror psicológico, ya que en ningún momento dudamos de la existencia de lo sobrenatural. El primer tramo de la historia es más bien lento y el esperado clímax no es precisamente emocionante: los protagonistas simplemente abandonan la vivienda encantada. Eso sí, antes de marcharse, el padre, George Lutz (James Brolin), regresa para rescatar a su perro. En serio. El argumento avanza a trompicones, el desarrollo de los personajes es casi nulo y la subtrama protagonizada por el padre Delaney (Rod Steiger) no tiene prácticamente relación con la historia principal, ocurre "a distancia". Hay varios caminos argumentales en la película que no llevan a nada. Por ejemplo: el policía que fuma puros y que investigó los crímenes perpetrados en la casa, reaparece ante la denuncia de los Lutz, parece que va a tener algún papel en la trama, pero luego se esfuma. Por otro lado, lo peor son los efectismos de película -mala- de terror: no falta el gato que aparece de improviso para asustarnos en falso. ¿Los mejores momentos? Los menos convencionales, aunque tampoco conduzcan a nada. Rod Steiger está sobreactuado -¿O será "el método"?- y se pasa toda la película expresando el agobio que le produce el mal que habita la casa. Pero resulta divertido ver el catálogo de suspiros, arcadas y sudores que despliega Steiger. También sorprende la discusión a grito pelado que mantiene con su superior en la Iglesia. Por último, está Carolyn (Helen Shaver), esa amiga de la pareja protagonista, que se vuelve loca tras percibir que el origen del mal está en el sótano de la casa. Carolyn comienza a gritar que la casa es "la puerta al infierno", en un momento muy loco, pero efectivo, que me recordó al Lucio Fulci de Aquella casa al lado del cementerio (1981).



El ejercicio más interesante -para mí- que permite Terror en Amityville es su visionado a la luz de las sagas de Expediente Warren e Insidious. Hay que decir que el matrimonio de los Warren -los reales- investigaron los famosos sucesos paranormales de Amityville, como se refleja en la mencionada secuela, El caso Enfield (2016). Pero además, el argumento del primer film, El Expediente Warren (2013), resulta idéntico al de Terror en Amityville: familia humilde, un nuevo hogar, una habitación oculta, un sótano que lleva al origen del mal, y una historia previa de brujos. Además, las dos casas son estructuralmente muy parecidas: dos plantas y un sótano, con similar distribución de las habitaciones y escaleras. En ambas películas nos dejan bastante claro cómo es cada vivienda. En Expediente Warren, el director James Wan es metódico al mostrarnos la casa -también lo hace en Insidious (2010)- pero estos planos expositivos le sirven mucho más que al Stuart Rosenberg de Amityville. Wan nos enseña el patio de juegos que va a utilizar con maestría para hacernos saltar de miedo. Convierte todos esos sustos sugeridos en Amityville en acciones visuales. Podríamos considerar Expediente Warren como el remake en clave de "montaña rusa" de la película de 1979. Lo que da como resultado, en mi opinión, una película infinitamente superior, aunque utilice las mismas ideas -algunos hablan de clichés- como las mecedoras que se mueven solas o las niñas con amigos imaginarios. Clichés presentes, por cierto, en la última temporada de American Horror Story: Roanoke. Siempre la misma casa encantada.

ÉCHATE UNAS RISAS EN HALLOWEEN


Halloween no es Halloween sin una buena maratón de pelis de terror. Pero el cine de sustos no es para todos. Siempre hay algún estómago débil, una novia que cierra los ojos cuando matan a alguien o ese sobrino que todavía no tiene edad para emociones fuertes. Así que, para los que quieren pasar miedo sin pasar miedo, tengo la lista perfecta, que apela a un género que merece mucho más respeto: la comedia de terror. Para echarse unas risas en Halloween.



ZOMBIES PARTY (EDGAR WRIGHT, 2004)
A pesar de la estúpida traducción de su título, estamos ante algo así como una parodia de El amanecer de los muertos (1978). Es también la película más conocida de la llamada trilogía del cornetto, la primera que reúne al poderoso equipo creativo-cómico de Edgar Wright -uno de mis directores actuales favoritos- Simon Pegg -mi friki en Hollywood favorito- y Nick Frost. Tiene un guión muy ingenioso que funciona con escenas espejo que ironizan sobre si ya somos un poco zombies -lo somos- y contiene secuencias de acción muy bien rodadas, sin olvidar el estupendo uso del tema Don´t Stop Me Now de Queen, mucho antes de que Miquel Iceta nos hiciera aborrecerlo.



UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES (JOHN LANDIS, 1981)
Es mi favorita de todas porque lo tiene todo. La escena inicial en los páramos da auténtico miedo, el humor de un Griffin Dune cada vez más zombie, y la mejor transformación en hombre lobo -con permiso de Aullidos (Joe Dante, 1981)- contrapunteada por el tema Blue Moon. Ah, y esa enfermera guapísima que interpreta Jenny Agutter.



TERRORÍFICAMENTE MUERTOS (SAM RAIMI, 1987)
Siempre he pensado que el título en castellano se lo han puesto para que nadie se engañe y piense que Evil Dead 2 no es una comedia. Lo cierto es que ya son clásicos el travelling enloquecido que persigue a los protagonistas; la mano poseída de Ash (Bruce Campbell); la mezcla de gore y violencia cartoon que inaugura un subgénero -el splatstick- y el final loco loco que da pie a El ejército de las tinieblas (1992). Evil Dead 2 es insuperable y si no te gusta, es tu problema.



EL REGRESO DE LOS MUERTOS VIVIENTES (DAN O´BANNON, 1985)
En esta especie de secuela no oficial -y punk- de La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), Dan O´Bannon -el guionista de Alien (Ridley Scott, 1979)- consigue una película única con zombies animatrónicos, en la que sus protagonistas se encuentran en una situación tan horrorosa -experimentan la muerte en vida- que consiguen provocarnos auténticas carcajadas. La secuela de 1988 no está al mismo nivel, pero tampoco está mal.



NOCHE DE MIEDO (TOM HOLLAND, 1985)
Una revisión "moderna" del clásico Drácula que no puede ser más ochentera, más látex, más homenaje al Peter Cushing de la Hammer, a Vicent Price, y que no me puede gustar más. Si quieres profundizar en las razones de esta debilidad personal, sigue leyendo AQUÍ.



LA MATANZA DE TEXAS 2 (TOBE HOOPER, 1986)
La Matanza de Texas (1974) era imposible de superar como experiencia de terror puro y su propio creador, Tobe Hooper, lo sabía. Por eso la segunda parte es una comedia de horror , con un Dennis Hooper desatado en el papel de vengativo padre paleto loco de la asociación del rifle. Además, Bill Moseley crea un personaje -Chop Top- que consigue quitarle protagonismo al icónico Leatherface. Eso sí, el gore sigue siendo muy gore.

SUPERGIRL -TEMPORADA 2- WELCOME TO EARTH


WELCOME TO EARTH (24 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Supergirl puesta en el inicio de esta segunda temporada por un tema de fondo que mezcla lo social y la ciencia ficción: los extraterrestres -marginados- que viven entre nosotros. Estos aliens son asimilables a las minorías, los inmigrantes y los refugiados de la vida real. Este tema de fondo es interesante porque evita que la serie sea únicamente una sucesión de peleas contra villanos -que las hay- y peripecias románticas -que también las hay-. Así, los guionistas relacionan todo lo que ocurre en la historia con este tema central. Se introduce por ejemplo a Mon-El (Chris Wood) del planeta Daxam, personaje creado en los cómics nada menos que en 1961 y que pertenece a la Legion de Super-Héroes, grupo de justicieros del siglo XXX al que esta serie -y The Flash- ha hecho ya algún guiño. Este nuevo personaje es también extraterrestre y su mundo ha sido destruido, por lo que refleja claramente los conflictos de la protagonista, Kara (Melissa Benoist). Mon-El se perfila como interés romántico de la heroína, ahora que parece que James Olsen (Mehcad Brooks) está demasiado ocupado ejerciendo de jefe: aquí se enfrenta al nuevo editor, Snapper Carr (Ian Gomez). Otro que tal es J'onn J'onzz (David Harewood): el marciano, en el cliffhanger de este episodio, descubre que no es el último de su mundo al conocer a M'gann M'orzz (Sharon Leal), personaje creado en 2006 en los tebeos. Aquí también se puede oler que habrá romance. Otro nuevo personaje es nada menos que la presidenta de Estados Unidos -la serie se adelanta a la elección de Hilary Clinton-. El personaje es una variación de la senadora Miranda Crane (Tawny Cypress) que apareciera en la primera temporada, aunque ésta parece estar de parte de los extraterrestres. Un brillo en sus ojos nos hace pensar, desde el primer momento, que la presidenta Olivia Marsdin no nació en la Tierra. Con esto, volvemos a tener sobre la mesa el tema del control gubernamental de los extraterrestres, o lo que es lo mismo, de los superhéroes. Es el tema central de Watchmen (1986) o de Capitán América: Civil War (2016). Pero lo más importante es que la actriz que interpreta a la presidenta es Lynda Carter, la que fuera Wonder Woman en la serie televisiva de finales de los años setenta. Hay un divertido guiño a dicha serie cuando Supergirl gira sobre sí misma para extinguir el fuego de su enemiga -la extraterrestre Scorcher (Nadine Crocker)-: recordemos que Diana Prince se transformaba en Wonder Woman girando como una peonza. Paralelamente, Kara sigue con su carrera como periodista y se enfrenta -amigablemente- a Lena Luthor (Katie McGrath), que ha desarrollado un dispositivo para identificar extraterrestres. Por último, aparece otro nuevo personaje, Maggie Sawyer (Floriana Lima) una agente de policía especializada en aliens: tanto, que se ha liado con ellos. Mejor dicho, con ellas. Maggie le enseña a Alex (Chyler Leigh) los bajos fondos extraterrestres de National City. La tensión sexual entre las dos mujeres es bastante clara, por cierto, cosa que aplaudo.

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DOCTOR STRANGE (SCOTT DERRICKSON, 2016)


Doctor Strange es justo lo que el Universo Marvel Cinematográfico necesitaba en este momento. Ante la saturación superheroica en las pantallas de cine -y de televisión- la nueva película de Marvel Studios ofrece una obra que es puro entretenimiento, que narra de forma clásica un relato heroico, pero que innova en las soluciones visuales de tal forma que evita la sensación de "esto ya lo hemos visto". Dirige Scott Derrickson - Sinister (2012)- una historia que se apoya por enésima vez en el viaje del héroe que descubriera el mitógrafo Joseph Campbell y que George Lucas convirtió en el plano de obra de su Star Wars (1977) y que los hermanos ¿o hermanas? Wachowski aplicaron también en Matrix (1999). Protagoniza Benedict Cumberbatch en el papel de un médico que en el inicio de su viaje es egocéntrico pero genial -un poco como House (2004-2012) que, curiosamente, es la traslación de Sherlock Holmes a la medicina- y que se apoya en un reparto de actores muy sólidos: Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams y Mads Mikkelsen. Todos están bien porque el estilo Marvel le da más importancia a los personajes que al argumento, que en este caso es tan sencillo como el origen del héroe -aquí el hábito hace al monje: el hechicero adquiere todas su habilidades cuando su disfraz se completa-. Esta narración manida, aderezada con espectaculares secuencias de acción y agradecidos golpes de humor -a ver si en DC aprenden de una vez- consigue que la historia pase como un suspiro y nos deje pidiendo más. Para eso están, por cierto, las famosas escenas post-créditos. Lo más atractivo de la propuesta son dos set pieces visualmente apabullantes: la primera, juega con el espacio -en clara deuda con Origen (Christopher Nolan, 2010)- y la segunda utiliza el tiempo, concepto que se convierte en el leitmotiv del film. Estas dos secuencias son las que convierten Doctor Strange en algo fresco y original, al trasladar de forma espectacular el imaginario visual de Steve Ditko, dibujante de Marvel, creador de Spider-Man y de este Doctor Extraño y auténtica fuerza creativa a contraponer al torrente de Jack Kirby y sus musculosos supertipos como el Capitán América, Hulk o Thor. El film inaugura, además, la parcela mágica del Universo Marvel en cine, tras los superhéroes clásicos de Los Vengadores (2015), la space opera de Guardianes de la Galaxia (2014), los espías de Agentes de S.H.I.E.L.D y el realismo urbano de Luke Cage (2016), pero se mantiene bastante independiente del resto de películas, a pesar de un par de guiños, incluyendo la posibilidad de que Strange hubiese operado al lesionado War Machine (Don Cheadle) tras Capitán América: Civil War (2016).

THE FLASH -TEMPORADA 3- PARADOX


PARADOX (11 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

The Flash me gusta sobre todo por su tono ligero, luminoso, que me recuerda a los deliciosos cómics de Spiderman de los años sesenta que firmaban Stan Lee y John Romita -y que inspiraron a Sam Raimi en la fabulosa Spiderman 2 (2004)-. La serie tiene también el optimismo de Superman (Richard Donner, 1979) y contrasta con la oscuridad de los superhéroes DC post Christopher Nolan, como en la horrenda Batman v Superman (2016) de Zack Snyder. Ese tono divertido y colorido de tebeo se ha volcado también en otra serie que me gusta, Supergirl. Dicho esto, este episodio, titulado Paradoja, demuestra que los guionistas de la serie también saben ser oscuros. Menudo bajón. Barry Allen (Grant Gustin) vuelve a la normalidad tras Flashpoint solo para descubrir que todo ha cambiado en su línea temporal, ya sabéis, como en Regreso al futuro II (1989). Ahora hay mal rollo entre Iris (Candice Patton) y Joe West (Jesse L. Martin); Cisco (Carlos Valdes) está deprimido por la muerte de su hermano, hay un nuevo compañero en la comisaría que odia a Barry -Julian Albert (Tom Felton)- y Caitlin (Danielle Panabaker) tiene los poderes que podrían convertirla en la villana Killer Frost. Obviamente, los guionistas han aprovechado la excusa argumental de los viajes temporales para darle un meneo a la serie. Casi todo es pesimista en este episodio que se propone casi como una distopía y en el que la acción dramática se basa sobre todo en las relaciones entre los personajes -ahí están los apuntes románticos entre Iris y Barry- y menos en la acción superheroica. Peter Parker también se enfrentó a tiempos oscuros tras acumular demasiadas muertes en su haber: la de Gwen Stacy sobre todo. Espero que los guionistas no hayan decidido definitivamente que la serie ha perdido la inocencia para pasar a contarnos situaciones más graves. Por otro lado, aplaudo la recuperación del Flash de Tierra-3, que en realidad es Jay Garrick, el Flash original en los cómics y que aquí encarna al dopplegänger del padre de Barry, interpretado con todo el sentido del mundo por John Wesley Shipp, actor que fuera el protagonista de la serie The Flash de los años 90. También agradezco el cameo de Felicity Smoak (Emily Bett Rickards), lo mejor de Arrow. El villano episódico vuelve a ser The Rival, Edward Clariss (Todd Lasance) pero resulta más importante la introducción del que parece ser el enemigo principal en esta temporada, Doctor Alchemy, cuya identidad desconocemos. Se trata de un personaje creado nada menos que en 1958, de nombre Albert Desmond ¿Os da eso alguna pista de quién puede ser?

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AMERICAN HORROR STORY: ROANOKE -CHAPTER 6


CHAPTER 6 (19 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Tras haber cerrado en el capítulo anterior la historia -y el falso documental televisivo My Roanoke Nightmare- AHS nos sorprende con un giro absolutamente coherente con el género del terror: una secuela. Esta temporada ha jugado desde el principio a la metaficción, mezclando a actores interpretando a personas "reales" junto a actores haciendo de esas personas. ¿Lo pilláis? Esto hace evidente los mecanismos de la representación y aporta un inusitado realismo al mencionado falso documental. En este episodio, los guionistas amplían este juego inventándose un reality -paradigma de lo falso disfrazado de verdad- en el que los personajes reales y los ficticios deben convivir en la casa encantada, en una especie de Gran Hermano terrorífico. Bueno, todavía más terrorífico. Así, nos muestran a los actores que interpretaron a las personas reales, en un juego de espejos que alcanza su máxima expresión cuando la Shelby real (Lily Rabe) tiene un romance con el "Matt" de la ficción (Cuba Gooding Jr.) que acaba a hostias con el "verdadero" Matt (André Holland). En otro momento bastante lúcido, Kathy Bates interpreta a la actriz que dio vida a la Carnicera en la dramatización, pero descubrimos que se ha dejado absorber de tal manera por el papel, que ha perdido la cabeza. Todo este entramado aporta una distancia postmoderna a la historia de terror y sobre todo muchísimo humor: el mejor momento es la toma falsa que da pie al romance entre dos personajes. Cheyenne Jackson interpreta a Sidney James, un productor de televisión avispado, egocéntrico, petardo y sin escrúpulos, que protagoniza lo que es otro ejemplo de terror found footage. El rótulo que anuncia que todos mueren, menos uno, es la promesa de un body count generoso, que enseguida se cobra su primera víctima. American Horror Story se reinventa y confirma que es una de las series más entretenidas del momento.

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THE WALKING DEAD -TEMPORADA 7- THE DAY WILL COME WHEN YOU WON´T BE


THE DAY WILL COME WHEN YOU WON´T BE (23 DE OCTUBRE DE 2016)

No hace falta decir que lo que vais a leer a continuación contiene unos spoilers gordísimos. Como sabéis, al final de la temporada anterior de la serie creada por Robert Kirkman -basada en su propio cómic- el malvado Negan (Jeffrey Dean Mogan) mataba a un personaje importante de esta ficción. Pues bien, ya sabemos a quién ha matado. No, mejor dicho, a quiénes. La sorpresa real del capítulo es que Negan acaba con la vida de dos personajes. Primero, mata a Abraham (Michael Cudlitz) y luego al querido Glenn (Steven Yeun). Hay que decir que, en el cómic, ambos personajes ya están más que muertos. De hecho, es Glenn el que muere a manos de Negan en el tebeo. Por lo que no podemos hablar de una gran sorpresa. Ahora bien, hay que decir que el grado de crueldad alcanzado en estas escenas es de un nivel nunca visto en televisión. Para ver semejante violencia explícita -el director, Gregg Nicotero, es una leyenda de los efectos especiales gore- hasta hoy teníamos que pillar en el videoclub alguna oscura película de terror italiana. Ahora tenemos esa violencia en la tele, en una serie mainstream con audiencias masivas. Esto, como mínimo, merece una reflexión. Personalmente, confieso que fui lector del cómic hasta el número que contiene precisamente esta escena, adaptada aquí fielmente. Cuando vi a Glenn con el ojo colgando, inconscientemente, dejé de leer. El tono nihilista del cómic de Kirkman salta ahora a la pequeña pantalla por primera vez. ¿Cuántos dejarán de ver la serie? Por otro lado, hay que decir que la historia del episodio está pésimamente contada. Primero nos muestran a Rick (Andrew Lincoln) en los momentos posteriores a la muerte de sus compañeros, para luego mostrarnos lo ocurrido mediante un flashback completamente arbitrario. La única excusa para organizar así la narración es retrasar la información que queremos conocer, la identidad de los muertos, que acaba siendo el único interés del episodio. Por alguna razón, Nicotero no confía en sus habilidades para crear tensión, desorganizando la trama a pesar de haber conseguido momentos de absoluta crispación: como cuando amagan con amputarle la mano a  Carl (Chandler Riggs) -momento que a los que hemos leído el cómic nos hizo creer que, por fin, le cortarían la mano a Rick-. Pero la peor de las trampas son esos falsos flashforwards en los que Rick se imagina a todos sus compañeros muriendo con el cráneo abierto por el bate de Negan, quien, por cierto, se perfila ya como uno de villanos más crueles de la historia de la ficción televisiva. Esperemos que nadie le supere ¿no?

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BLACK MIRROR -TEMPORADA 3-



Cuando Black Mirror apareció en nuestras vidas -en 2011- lo hizo con un impacto considerable: nos pilló por sorpresa su atrevimiento, su voluntad transgresora y su incómodo retrato de un futuro que se parece demasiado a nuestro presente. Ahora se estrena una muy esperada tercera temporada en Netflix, que mantiene la calidad, pero que pierde frescura. El creador -y guionista de cada capítulo- Charlie Brooker, sigue preocupado por cómo la tecnología, sobre todo las redes sociales, modifican nuestra forma de ver la vida. El que cada episodio cuente una historia diferente de ciencia ficción seria, y la voluntad moralizante convierten a Black Mirror en aspirante a heredera de la más grande de todas las series de antología, The Twilight Zone (1959-1964). El tiempo dirá si merece el título.


El primer episodio, Nosedive -cuyo título es todo un spoiler- tiene el tono melancólico pero cruel habitual en Black Mirror. Su argumento gira en torno a cómo las redes sociales -pensad en Instagram- pueden sacar lo peor de nosotros. Charlie Brooker, por tanto, juega aquí sobre seguro, con una historia que no cuenta nada nuevo, pero que tiene justo el sabor que esperamos de esta serie. Brooker utiliza el hermoso rostro de Bryce Dallas Howard -la recordaréis de Jurassic World (2015)- que, con algunos kilos de más, nos enseña cómo las redes sociales reflejan, amplifican, nuestros problemas de autoestima, la necesidad de aceptación y sobre todo nuestra hipocresía. Brooker dibuja una distopía en la que el ser humano aparece encadenado por algo así como los ratings que deciden la vida y la muerte de los programas de televisión. Jean-Paul Sartre dijo que el infierno son los otros -se refería al descubrimiento de que no somos el único sujeto, sino que los demás son también sujetos que nos ven como objetos- y la moraleja aquí es que el mayor drama del ser humano es ser un ente social... y que los demás sean imbéciles. El capítulo ha sido rodado nada menos que por Joe Wright -Orgullo y prejuicio (2005), Hanna (2011)-, por lo que visualmente cumple. Sin embargo, hay que hablar de algunos defectos: el hermano de la protagonista (James Norton) es demasiado explícito al comunicar el mensaje de la historia; Brooker quizás fuerza demasiado las cosas en su retrato de una sociedad clasista basada en los "me gusta"; y habría que poner pegas a su visión de "lo femenino": al convertir una boda en el evento soñado -es el acontecimiento social más falso de todos- y a la antagonista del relato en la chica perfecta -nadie mejor que Alice Eve- del instituto  -ese lugar en el que se forjó nuestra autoestima para bien o para mal- el guionista propone en Nosedive algo así como la versión ciberpunk de La boda de mi mejor amiga (2011).


El segundo episodio, Playtest, tiene la estructura de una película de terror convencional pero utiliza un argumento de ciencia ficción basado en la subcultura gamer. El siniestro propietario de la clásica casa encantada es aquí un reputado diseñador de videojuegos japonés. La realidad virtual sirve de excusa para elaborar un relato de terror psicológico perfecto: sabemos que lo que ocurre está en la mente del protagonista... casi siempre. Este planteamiento funciona porque el desarrollo del personaje es bastante más acertado y humano que en la mayoría de los films del género. El episodio está dirigido por Dan Trachtenberg, autor de la interesante Calle Cloverfield 10 (2016). El tercero, Shut Up and Dance es un puro McGuffin, que utiliza la excusa argumental del ciberchantaje, la llamada sextorsión, para contar que todos tenemos pecados íntimos, vale, pero también para hablar de la banalidad mal: cualquier acto se puede "justificar" por nuestra tendencia borreguil a seguir órdenes. La historia habla también de cómo los papeles de víctima y monstruo son relativos dependiendo de en la piel de quién nos pongamos (y de la información que tengamos). Dirige otro interesante talento británico, James Watkins, autor de Eden Lake (2008) y La mujer de negro (2012). Resulta complicado hablar del capítulo titulado San Junipero sin destripar el giro -y la clave- que esconde su argumento. Se trata de un relato existencialista y vitalista, al que el hedonismo ochentero le viene muy bien. Hay referencias, obvias, a la moda, al pop más hortera de los años 80, pero también a los videojuegos: creo que sobre todo al clásico Outrun de Sega (1986) -uno de mis favoritos- que juega un papel esencial. Pero el pequeño gran guiño es a la serie de culto Max Headroom (1987) -la veréis en los televisores del escaparate, al principio de la historia- ciencia ficción del mismo palo que Black Mirror, que tenía lugar "20 minutos en el futuro".


Men Against Fire es la aproximación de Charlie Brooker al género zombie. En el cine de terror, el muerto viviente es el "otro" convertido en monstruo: el extranjero, el enfermo, el inmigrante, el refugiado. Da igual que aquí las "cucarachas" sean una especie de mutantes, el mensaje es el mismo con el que ha jugado George A. Romero -creador del zombie moderno- en sus películas desde la seminal La noche de los muertos vivientes (1968) y hasta la muy pertinente La tierra de los muertos vivientes (2005). Brooker utiliza esta idea para proponer un estado militar, con la mala leche de que sus protagonistas son "cascos azules" fascistas, que sustituye el engaño ideológico por el de la realidad virtual. Sin duda, lo simulado es el gran tema de Black Mirror. La idea es muy buena, pero, lamentablemente, el giro "sorpresa" que da sentido al episodio se ve venir casi desde el principio. A pesar de esto, la reflexión final es inquietante: algo así como darle otra vuelta de tuerca a Starhip Troopers (1997), lo que lleva a la aterradora idea de un nazismo genético, del perfeccionamiento de los mecanismos de control social y, de nuevo, a la banalidad del mal.



El sexto y último episodio es probablemente el mejor de esta tercera entrega de Black Mirror. Hated in the Nation es un thriller policíaco con toques de ciencia ficción anticipatoria. La actriz Kelly Macdonald -soy fan desde Boardwalk Empire (2010)- sería una Clarice Starling perfecta y, de hecho, esto parece una versión sci-fi del Silencio de los corderos (1991) cambiando las mariposas de la esfinge de la muerte por abejas. Aunque seguramente también pensaréis en Seven (1995). En el mismo sentido, el desarrollo de la historia tampoco está lejos de Expediente X (1993) y sus teorías conspiranoicas, todo dentro de una distopía que se imagina lo que pasaría si la opinión pública se hiciera con un poder real: el tono es similar al del primer episodio de la primera temporada de esta serie, esa pequeña joya titulada The National Anthem. Seguro que recordáis al cerdo y al Primer Ministro. Pero los mejores momentos de este capítulo hacen pensar en amenazas sin rostro como las de El incidente (2008) o de una obra mayúscula como Los pájaros (1963). Dos referencias soberbias a las que hay que añadir elementos del síndrome de Frankenstein. ¿Lo mejor? El relato es trepidante y absorbente, pero, además, cierra el círculo temático de la temporada al reincidir sobre la popularidad en las redes sociales que vimos en Nosedive.

LUKE CAGE (NETFLIX, 2016)


Entretenida pero sin alcanzar el nivel de Jessica Jones y Daredevil, Netflix continúa construyendo con Luke Cage su ambicioso Universo Marvel televisivo que se completará con las futuras Iron Fist (2017) y The Defenders (2017). La propuesta de esta tercera serie es tan sencilla como atractiva: mientras Los Vengadores se ocupan de invasiones alienígenas en Manhattan, en Harlem, Luke Cage se pega con matones de barrio. En el Universo Marvel Cinematográfico cabe de todo -casi tanto como en los cómics- desde la space opera de Guardianes de la galaxia (2014) hasta el realismo urbano de estas series de NetflixEn ellas, parece haber una exigencia estética: nada de colores chillones. El primero de los héroes de la cadena, Daredevil, no se puso su famoso traje rojo hasta el final de la primera temporada y los elementos fantásticos de su historia no aparecieron hasta la segunda, con algunos toques de magia y una bienvenida ración de ninjas. Luego está la mencionada Jessica Jones, (anti)heroína con tendencia a beber demasiado que rechaza la idea de ponerse unas mallas coloridas para no parecer una estripperAquí, Luke Cage (Mike Colter) aparece fugazmente con el traje amarillo que utilizó el personaje en los años 70, para descartarlo enseguida por pura vergüenza. En todo caso, este realismo callejero está en Luke Cage ya desde su origen en las viñetas. Conocido también como Power Man, el héroe de alquiler, fue un temprano hijo del blaxploitation -Shaft (Gordon Parks, 1971) se había estrenado un año antes. Eso sí, pasada esta moda, tuvo que unir sus fuerzas con un compañero nacido de la fiebre por el kung-fu, Iron Fist, para que sus aventuras pudieran seguir publicándose.



En 2016, el blaxploitation no tiene demasiado sentido, pero el sentimiento de desigualdad de los afroamericanos en Estados Unidos es quizás tan fuerte como entonces: las recientes muertes de negros desarmados, abatidos por la policía, han causado la indignación general. Todo esto se refleja en esta serie creada por Cheo Hodari Cocker, show runner con experiencia en dramas de temática similar -barrios afroamericanos empobrecidos, crimen, gangsterismo, tráfico de drogas- como la policial Southland (2010-2012) o la biográfica Notorious (2009): el villano de Luke Cage tiene en su despacho un retrato del fallecido rapero Notorius B.I.G. Así, los elementos de la cultura afroamericana juegan un papel clave en esta ficción, que establece como escenario Harlem, en una operación similar a la de Daredevil con Hell´s KitchenEl centro de operaciones de Cage es una barbería de barrio, en la que se escuchan continuas conversaciones sobre baloncesto NBA -que yo disfruté enormemente, pero supongo que a los no iniciados les sonará a chino-. El cubil del villano, un club, permite además la constante aparición de artistas de la música negra -escucharemos al menos una canción por episodio-. Posteriormente, el rapero Method Man hace un pequeño papel -y rapea sobre Cage- en un momento bastante importante de la trama. El comentario social en Luke Cage es constante: la serie se refiere continuamente a la situación de los afroamericanos, con referencias a líderes históricos como Malcolm X o Marthin Luther King. Todo esto da color a una ficción que adopta la forma genérica del cine o la novela policíaca. Los personajes tienen conversaciones filosóficas con apuntes a la cultura popular -ya he mencionado el baloncesto- que recuerdan al cine de Tarantino. El cuarto episodio, fiel al origen impreso del personaje, se inscribe vía flashback en el subgénero del cine carcelario, en una entrega dirigida por Vincenzo Natali, autor del film de culto Cube (1997).



Hay una escena en Luke Cage, en la que el héroe reconoce haberse enamorado de la idea de una mujer que nunca ha existido (lo que cierra una subtrama abierta nada menos que en Jessica Jones). La confesión es un momento aislado en la historia, una pincelada romántica, cursi pero honesta, que pilla desprevenido al espectador. Luke se comporta aquí como un adolescente de autoestima maltrecha, cuando el resto del tiempo ha sido un superhéroe de pocas palabras. Esa herida en su corazón contrasta con la impenetrabilidad de su piel, a prueba de balas. Es el momento más humano del personaje. El mejor momento de esta serie, sin embargo, llega cuando Cage se convierte en un símbolo. Lo verbaliza el mencionado rapero Method Man: Luke es un héroe porque es un afroamericano que no tiene miedo. En un clima en el que la policía de Estados Unidos es sospechosa de brutalidad innecesaria contra los negros, los habitantes de Harlem en esta ficción deciden vestir sudaderas con agujeros que simulan ser de bala. Todos son Luke Cage en una escena que nos hace pensar en los esclavos de Espartaco (Stanley Kubrick, 1960). Hay, además, momentos sanamente divertidos, como la secuencia en la que Cage se dedica a sabotear los negocios del villano Cottonmouth (Mahershala Ali) o la pelea a puñetazo limpio contra Diamondback (Erik LaRay Harvey).



Lo que falla en Luke Cage es, primero, su dependencia del entramado Marvel-Netflix. Su inicio está hipotecado a haber visto Jessica Jones, lo que lastra el interés por la serie, que tarda considerablemente en encontrar su propia voz. Hay que hablar, además, de la llamada "narrativa descomprimida", un estilo intencionadamente lento que se centra en aspectos secundarios, irrelevantes de la historia. Utilizada en los cómics por el guionista Brian Michael Bendis, creador de Jessica Jones y resucitador del propio Luke Cage como su pareja sentimental, dicha narrativa está bien utilizada en Daredevil -allí, que el héroe se ponga su traje por primera vez, es todo un evento que en los cómics se resolvía en un par de viñetas- y en Jessica Jones. Pero esta narrativa resulta demasiado lenta en Luke Cage. Falta carne para una historia que se estira demasiado hasta abarcar 13 episodios difícilmente justificables. Por otro lado, mientras en Daredevil y en Jessica Jones hemos asistido a la creación -o adaptación- de grandísimos villanos, como Kingpin, Kilgrave, Punisher y Elektra, en Luke Cage el héroe se opone a demasiados antagonistas, todos personajes menores. La mejor villana, creo yo, es Mariah Dillard (Alfre Woodard), una "mala" más propia de The Wire (2002). Tampoco está mal Shades, magnéticamente encarnado por Theo Rossi, aunque su estilo interpretativo acabe desgastándose. Pero lo peor son los villanos "principales". No se entiende el relevo que Diamondback hace a Cottonmouth, cuando en definitiva resultan intercambiables. En esencia, podrían haberse unificado en un solo personaje con más entidad. Por el contrario, la serie cumple en cuanto a sus secundarios. Pop (Frankie Faison) es un mentor muy importante en la trama, el espíritu de la serie y la inspiración para la acción heroica de Cage. Misty Knight (Simone Missick) es una policía con aristas, fuerte pero frágil, mujer y afroamericana en un retrato bastante realista. Por último, el único personaje con presencia en las dos temporadas de Daredevil y en la de Jessica Jones, reaparece aquí: Claire Temple. Rosario Dawson tiene carisma y su presencia mejora cada escena en la que aparece, supliendo incluso la ausencia de verdadera química con Mike Colter. Luke Cage es el lugar al que pertenece realmente Claire, ya que es en dicha serie de cómics cuando aparece por primera vez, sin olvidar que el personaje también tiene elementos de la enfermera de otro tebeo -sin superhéroes- titulado Night Nurse (1972).

SUPERGIRL -TEMPORADA 2- THE LAST CHILDREN OF KRYPTON


THE LAST CHILDREN OF KRYPTON (17 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

En esta segunda entrega de la nueva temporada de Supergirl seguimos disfrutando del team-up con Superman (Tyler Hoechlin). El sentido aventurero, el sabor a tebeo clásico, y el sentido de la maravilla están presentes de nuevo en esta serie que mira siempre al hombre de acero de Christopher Reeve -Superman (1978)- y nunca al de Zack Snyder, que encarna Henry Cavill en la oscura -y pesada- Batman v Superman (2016). Lo único malo de esta cooperación entre primos, es que se acaba: Clark Kent acaba volviendo a Metrópolis. Todo esto nos lo cuentan con unos efectos especiales bastante apañados, que disipan los temores por el cambio de cadenas de Supergirl, de CBS a CW, que significaba una reducción de presupuesto. Al parecer no han recortado en los FX: el villano propulsado por kryptonita, Metallo (Frederik Schmidt) luce estupendamente. En el mismo sentido entiendo la partida del personaje de Cat Grant, interpretado por Calista Flockhart, que deja de ser un personaje fijo. Probablemente aparecerá de vez en cuando a partir de ahora, lo que cambia y mucho, la dinámica de la serie. Cat Grant personifica el mensaje -feminista- de la serie y es la mentora de Kara (Melissa Benoist). Aporta, además, una importante dosis de humor e ironía que francamente echaré en falta. Tras estos cambios, Supergirl comienza prácticamente de cero, con nuevas tramas para desarrollar: Kara pretende convertirse en periodista pero debe lidiar con un nuevo jefe editor -Snapper Car (Ian Gomez)- que parece un hueso duro de roer. A esto hay que añadir la búsqueda del padre de Alex (Chyler Leigh), relacionada con el proyecto Cadmus, los villanos de estos primeros episodios. Y también está el misterioso ¿kryptoniano? que despierta por fin del coma. Por último, la imagen que resume por qué me gusta tanto esta serie es la de Superman cogiendo en brazos a una Supergirl inconsciente, clara referencia a la muerte -en los cómics- del personaje en el cómic Crisis en las Tierras Infinitas (1985).


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AMERICAN HORROR STORY: ROANOKE -CHAPTER 5


CHAPTER 5 (12 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Lo más sorprendente de este quinto episodio de AHS es que la historia concluye. O al menos eso parece. Obviamente no es así, quedan todavía 5 capítulos, pero el final de esta entrega cierra el relato como lo haría la mayoría de las películas de terror, con la restauración de la normalidad. La familia, pilar fundamental de la sociedad según la visión más conservadora, ha resistido. La pareja protagonista ha sobrevivido y su relación también. La niña en peligro, acaba sana y salva. El sueño recurrente al que hace referencia Shelby Miller (Sarah Paulson y Lily Rabe) es simplemente la evidencia de que los protagonistas de la historia han cambiado, han tenido contacto con otro mundo, maligno, y ya nunca serán los mismos. La genialidad es que, el que la narración concluya aquí, es un cliffhanger perfecto. Los guionistas juegan a la metaficción, aprovechándose de que sabemos que habrá un episodio la semana que viene, por lo que se abren infinitas posibilidades sobre lo que nos podrían contar en la próxima entrega. ¿Una nueva historia? ¿Un flashback sobre la comunidad Roanoke? ¿Nuevos inquilinos en la casa maldita? ¿O los protagonistas serán tan estúpidos como para volver? El teaser que se puede ver en Internet da pocas pistas. Por lo demás, la historia de este quinto capítulo sigue girando alrededor de la Carnicera (Kathy Bates) y su comunidad de espectros. Descubrimos que los paletos que habitaban las tierras malditas son una familia de caníbales, liderada por Mama Polk, interpretada por la habitual Frances Conroy -al estilo de La Matanza de Texas (1974)- que actúa bajo el mando de la propia Carnicera. Aquí volvemos a ver al doctor Elias Cunningham (Denis O´Hare) al que descubrimos con vida solo para verle morir de nuevo por un contundente y explícito martillazo que hunde su rostro. Muy gore. Hay también una extraña aparición de una mujer-araña -supongo de la familia de asiáticos que habitó la casa- todo un guiño al terror japonés y a El exorcista (1973). Inquietante. Por último, el estupendo prólogo nos devuelve a otro fijo de la serie, Evan Peters, como un acaudalado misántropo. La secuencia reincide en otro tema recurrente de la serie, los prejuicios sociales contra la homosexualidad. ¿Creéis que los sirvientes que contemplan incómodos a Edward Phillipe Mott besar a su guapo sirviente, Guinness (Henderson Wade), son diferentes a los espectadores de la serie?

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SUPERGIRL -TEMPORADA 2- THE ADVENTURES OF SUPERGIRL


THE ADVENTURES OF SUPERGIRL (10 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Supergirl vuelve en su segunda temporada con una apuesta que aplaudo: la de incluir nada menos que a Superman, que hasta ahora había sido un personaje referencial, había aparecido de soslayo. La vuelta de tuerca es genial si atendemos a la historia del personaje en el cómic, la kryptoniana era una inocente variación femenina del primer superhéroe y lo más parecido a un sidekick que haya tenido el hombre de acero. Por eso es genial que el héroe se convierta en un personaje secundario dentro de la serie televisiva protagonizada por Kara (Melissa Benoist). Que se utilice aquí al personaje más importante de DC Comics es toda una declaración de intenciones. El universo DC televisivo formado por esta serie, The Flash, Arrow y Legends of Tomorrow se revaloriza. Si tenemos aquí a Superman ¿Qué impide ver luego a Batman?. Sin ir más lejos, en este mismo episodio, se hace una mención a Gotham (la ciudad ficticia, no la serie del mismo nombre). Esto separa definitivamente los universos cinematográfico -allí Superman es Henry Cavill- y televisivo. Lo que no quiere decir que no se puedan mezclar ambos "mundos" apelando a las clásicas tierras paralelas infinitas de DC Comics. En cuanto a este nuevo Superman, el físico de Tyler Hoechlin no parece de entrada el más adecuado, pero la interpretación del actor disipa cualquier duda: tiene la inocencia, la candidez y la humildad -el necesario rollo de buenazo- para interpretar al mayor héroe de todos. La presencia de Superman podría tener importancia esta temporada y parece que con él llegan nuevos personajes, como la sorprendente hermana de Lex Luthor, Lena, interpretada por Katie McGrath, actriz que sufriera una muerte desproporcionadamente cruel en Jurassic World (2015). Lena Luthor, creada en los cómics en 1961, aquí no es, en principio, una villana y con ella se ha mantenido la tradición que bautizar a los personajes de Superman con nombres y apellidos cuyas iniciales sean "L" y "L": Lois Lane, Lana Lang, etc. En cuanto a los villanos, asoma la cara Metallo, John Corben (Frederick Schmidt) -creado en 1959- cuyo origen se mezcla con el proyecto Cadmus, organización dedicada a los experimentos genéticos en los tebeos desde 1970. La cara de este siniestro grupo es una científica, sin nombre por ahora, interpretada por la actriz Brenda Strong. Todo esto es nuevo en Supergirl, pero la dinámica que se mantiene intacta en esta segunda temporada es la relación entre Kara y Cat Grant (Calista Flockhart) que sigue ejerciendo de mentora mientras inyecta ironía con diálogos repletoos de referencias hirientes a personajes de la cultura popular. Ahora bien, resulta algo desconcertante que Kara rompa con James Olsen (Mehcad Brooks). La decisión parece poco justificada desde la perspectiva de lo que han sido los personajes hasta ahora y más un golpe de timón de los guionistas para mantener vivo el interés romántico de la serie.

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THE FLASH -TEMPORADA 3- FLASHPOINT



FLASHPOINT (4 DE OCTUBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

En el origen de casi todos los superhéroes hay un hecho trágico. El planeta de Superman fue destruido, los padres de Batman asesinados y el ladrón que Spiderman no quiso detener acabó matando a su tío Ben. Estas pérdidas son las que empujan a los héroes en su actividad bienhechora. Son su motivación. Pero en el fondo, cada uno desearía tener el poder de cambiar las cosas. En 1985, el guionista Alan Moore escribió una historia ya clásica, titulada Para el hombre que lo tiene todo. En ella, Superman era atacado por un parásito extraterrestre que le sumía en un coma, que le hacía soñar con lo que habría pasado si Krypton no hubiese sido destruido (el cómic fue adaptado en la serie Supergirl). Estas historias alternativas han sido recurrentes en DC Comics desde la seminal El Flash de dos mundos, publicada en 1961, en la que el Flash moderno, Barry Allen, descubría que el Flash original, Jay Garrick, el de los años 40, vivía en una tierra paralela, Tierra-2. La segunda temporada de esta serie adaptó la idea y la desarrolló en el estupendo episodio Bienvenidos a Tierra-2. Pero ya desde la primera temporada, esta ficción ha jugado con líneas de tiempo divergentes -al estilo de Regreso al futuro (1985)- y paradojas temporales. Era cuestión de tiempo que los productores adaptaran una miniserie reciente en los cómics, Flashpoint (2011), en la que todos los superhéroes tienen vidas diferentes: Bruce Wayne ha muerto y su padre es Batman; Superman no fue criado por los Kent, etc. Aquí, Barry Allen (Grant Gustin) retrocede en el tiempo para evitar su gran tragedia, la muerte de su madre, y con ello creaba una realidad alternativa y, supuestamente feliz. Obviamente, no es así, como se empeña en recordarle el único otro personaje que sabe lo que ha pasado: el Flash-Reverso, Eobard Thawne (Matt Letscher). En esta Central City, el héroe velocista es Kid Flash, Wally West (Keiynan Lonsdale), y su gran enemigo es The Rival (Edward Clariss), versión de un personaje creado en 1949 como antagonista del primer Flash. A pesar de que todos los personajes han cambiado en este episodio, el núcleo sentimental de la historia sigue siendo el amor entre Iris West (Candice Patton) y Barry Allen, amantes destinados a encontrarse una y otra vez a través de líneas temporales y dimensiones alternativas. Así, el gran atractivo del episodio vuelve a ser descubrir los cambios de este nuevo universo, lo que es la excusa perfecta para recapitular sobre lo ocurrido en las dos temporadas anteriores. Me parece estupenda, además, la idea de presentar a The Rival, primero, en su versión alternativa, para luego reintroducirlo como posible villano principal en el mundo real cuando todo vuelve a la normalidad. O casi todo.

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