THE WALKING DEAD -TEMPORADA 7- HOSTILES AND CALAMITIES


HOSTILES AND CALAMITIES (26 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

¿Por qué nos hacéis esto? The Walking Dead hace un nuevo parón en la historia principal, esa que llevará al enfrentamiento entre los protagonistas liderados por Rick (Andrew Garfield) y los malvados Salvadores de Negan (Jeffrey Dean Morgan). Esa que es lo queremos ver. De hecho, en este capítulo volvemos atrás en la narración, al momento en el que Daryl (Norman Reedus) escapa, con la ayuda, descubrimos ahora, de Sherry (Christine Evangelista). Lo que propone este episodio es una suerte de trama espejo entre dos personajes, uno de cada grupo, Eugene (Josh McDermitt) y Dwight (Austin Amelio), que parecen abocados a cambiar de bando. Pero no lo hacen del todo. Así, tenemos un episodio entero dedicado a dos personajes secundarios, no precisamente los más carismáticos del reparto, aunque tengan sus elementos de interés. La interpretación monocorde de Eugene nos hace dudar de si realmente podría llegar a unirse a Negan: el momento en el que se come el pepinillo, parece indicar que acepta el pago por sus servicios traidores, y recordemos que comenzó siendo un mentiroso en esta serie -decía conocer el paradero de científicos que tenían una cura o algo así-. Por el contrario, Dwight parece estar siempre a punto de volverse contra Negan -tiene un montón de razones para hacerlo, la más importante es Sherry- pero enseguida reitera su fidelidad al tío del bate. En todo caso, ambos personajes se mantienen en esa ambigüedad que, en realidad, no resulta demasiado interesante ahora mismo, pero seguramente jugará un papel crucial en el esperado enfrentamiento final entre los grupos. ¿El problema de todo esto? El de siempre: el orden de lo narrado es lo peor de The Walking Dead. Sus saltos temporales hacia atrás, sus desviaciones de la historia principal, no aumentan el interés, sino todo lo contrario.

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THE FLASH -TEMPORADA 3- DEAD OR ALIVE



DEAD OR ALIVE (31 DE ENERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

La posible muerte de Iris West (Candice Patton) en un futuro presenciado por Barry Allen (Grant Gustin) sigue provocando reacciones en los personajes de The Flash. El marco argumental que proporciona este fatídico destino permite que subtramas de relleno, como la de este Dead or Alive, se integren de forma orgánica en la temporada y ganen interés. La aparición de Gipsy (Jessica Camacho) -una versión distinta a la de los cómics, creada en 1984- sirve para darle protagonismo a un secundario, el simpático Cisco Ramon (Carlos Valdés), que debe enfrentarse a ella utilizando sus poderes como Vibe para salvar a H.R. (Tom Cavanagh). Así, el personaje de Cisco progresa, y la subtrama sobre este Harrison Wells alternativo avanza, quizás incluso cerrándose parcialmente al integrarse definitivamente en el grupo. También vemos otro proceso de integración, el del borde Julian Albert (Tom Felton) en el equipo Flash. Pero lo más interesante del episodio es cómo Iris, consciente de su futura muerte, decide tomar cartas en el asunto y combatir el crimen con la ayuda de su hermano, Kid Flash/Wally West (Keiynan Lonsdale). Este, además, se perfila como la posible clave para derrotar al malvado Savitar y evitar así el destino de Iris. Todo encaja.

SWISS ARMY MAN: METÁFORAS MULTIUSOS



La gran virtud de Swiss Army Man es que resulta absolutamente inclasificable. Ganadora del premio a la mejor película en el festival de Sitges, resulta difícil poner en palabras una descripción de este film que firman conjuntamente los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert, que se estrenan con su primer largometraje. Venga, intentemos definir esta ópera prima: es como si Michel Gondry hiciera un remake de Este muerto está muy vivo (1989). La película tiene una sensibilidad claramente indie -sobre todo en las preocupaciones de su protagonista, interpretado por un habitual del cine independiente, Paul Dano- pero escapa decididamente a la etiqueta gracias a excentricidades más propias de japoneses muy locos como Takashi Miike o Noboru Iguchi. O de un cartoon salvaje y para adultos. Hay algo, además, en su aproximación artesanal a los efectos especiales que me recuerda al Sam Raimi amateur y salvaje de Posesión infernal (1980). Pero este puñado de citas pretendidamente cinéfilas no deben ser confundidas con influencias: son simplemente intentos del que escribe de buscar asideros, referencias que sirvan de comparación para describir este extraño film. Citemos, por último, la imaginación de un Charlie Kaufman y la tristeza de sus planteamientos existencialmente desesperados. Swiss Army Man es cine completamente libre, capaz de fabricar imágenes hermosas que se entrelazan con un humor idiota y escatológico -¡Tiene una banda sonora a capela!- y de encontrar emocionantes verdades humanas en la interacción de sus dos únicos personajes principales. Eso, teniendo en cuenta que uno de los dos protagonistas está muerto -Daniel Radcliffe también ganó en Sitges por su interpretación- me parece un gran logro. Estamos ante un film de culto desde el mismo momento de su concepción, que no puedo hacer más que recomendar. Porque una película que convierte el tirarse un pedo en público en una metáfora de la vergüenza que nos da reconocer lo solos, tristes y acojonados que estamos ante la vida, es necesariamente una obra maestra.

LA GALA DE LOS OSCAR: EL FALLO DE LA ACADEMIA


El inusual error de la Academia al anunciar la mejor película refleja involuntariamente lo que ha sido la carrera de estos premios Oscar. Todos creíamos que vencería La La Land -muchos querían que el musical fuese la gran ganadora- pero Moonlight ha aparecido a última hora para llevarse la estatuilla más preciada. No hay que llevarse las manos a la cabeza, estamos ante dos obras muy dignas. Moonlight es profunda, poética, y nos habla de un tema universal: la soledad. La La Land, a pesar de que sus detractores la acusen de querer agradar con una historia complaciente y romántica, esconde un mensaje amargo sobre el sacrificio que implica la idea del éxito, tema ya tratado por Damien Chazelle en Whiplash. El joven director sí ha conseguido llevarse el premio a la mejor realización. También ha conseguido La La Land galardones por su banda sonora, por la mejor canción original, por su fotografía y su diseño de producción. El de mejor montaje se lo robó Hasta el último hombre de Mel Gibson.


No deberíamos restarle méritos a Emma Stone, la mejor actriz, aunque podamos sentir la tentación de valorar más las soberbias interpretaciones de Isabell Huppert y Natalie Portman. Stone no solo tuvo que actuar, cantar y bailar, sino que su encanto y su carisma son gran parte del éxito de su película. Por su parte, también parecía clara la victoria de Casey Affleck por Manchester frente al mar, en la que consigue representar a una persona en dos momentos muy diferentes de su vida, reflejando cómo ha cambiado la tragedia a su personaje. Viola Davis por Fences y Mahershala Ali por Moonlight reciben premios a los mejores actores de reparto, tan merecidos como esperados. En cuanto a los guiones, Kenneth Lonergan, Manchester frente al mar, es el vencedor por una historia contenida sobre una tragedia insoportable, en la que el contexto social, esa clase obrera de Massachusetts, es muy importante. Moonlight se lleva el premio como guión adaptado, aunque la obra en la que se inspira es una representación estudiantil que nunca llegó a estrenarse. ¿Y si lo hubieran considerado un guión original?


La mejor película animada ha resultado ser Zootrópolis, obra compleja sobre una sociedad de animales antropomórficos que deben superar sus instintos -sus diferencias- para vivir civilizadamente. La producción de Disney vence, sin embargo, a propuestas más arriesgadas como La vida de Calabacín, La tortuga roja o Kubo y las dos cuerdas mágicas. Por último, hay que esperar al estreno de la iraní El viajante, pero nos queda la duda de si habría vencido a la alemana Toni Erdmann sin la reacción anti-Trump por el veto islámico.

PREVIA A LOS OSCAR: NUESTRA FAVORITAS


Como cada año, repaso las nominaciones a los Oscar. Al menos las categorías principales. Siendo honesto, no le doy demasiada importancia a estos premios -recordemos triunfadoras espantosas como Argo (2012) y The Artist (2011)- que casi nunca aciertan al elegir la mejor película del año, si es que tal cosa existe. Sin embargo, debo decir que en esta edición hay films más que interesantes en competición. Por último, quiero dejar claro que esto no es una porra, sino la relación subjetiva de mis favoritas personales. Vamos allá.


Mejor película. La gran favorita es sin duda La La Land. Y sería una justa ganadora. Esta recuperación del género musical más clásico, más fantasioso, tiene algo difícil de cuantificar: encanto, carisma, la capacidad de gustarle a (casi) todo el mundo. El film no solo es un prodigio técnico, sino que representa lo que Hollywood vende: sueños. Nos gustaría vivir en La La Land y no tiene sentido despreciarla por ser lo que es, una comedia musical romántica. En todo caso, personalmente me inclino por La llegada, una estimulante propuesta de ciencia ficción, en la que el lenguaje cinematográfico adopta la forma de la historia que cuenta. Comanchería es un western contemporáneo, con personajes muy vivos y un mensaje crítico sobre el estado actual de las cosas. Moonlight es una historia universal sobre la incomunicación y la soledad, que se sirve de un personaje afroamericano y homosexual. Por su parte, Fences es capaz de hablar de la vida sin salir del patio trasero de la humilde casa del padre de familia interpretado por Denzel Washington. Manchester frente al mar es un drama doloroso cuya gran virtud es la modulación de una tragedia insoportable. En Hasta el último hombre, Mel Gibson demuestra lo efectivo que es como director, pero hay que comulgar con su visión cristiana y sus excesos goreFiguras ocultas cuenta una historia real poderosa y edificante, que parece pensada para responder a Donald Trump. Pero resulta sumamente convencional en su ejecución. Lion es probablemente la peor de esta lista. Otra historia real, personal, emocionante, que funciona muy bien en su inicio pero fracasa en su segundo tramo.


Mejor director. Sería una sorpresa que Damien Chazelle no fuese el mejor director por La La Land, en la que el realizador ha tenido la oportunidad de demostrar su talento. El género musical se presta al lucimiento técnico, y aquí la complejidad de los planos secuencia -sobre todo el que abre el film- y las coreografías, entusiasman. Su gran competidor es el canadiense Denis Villeneuve, por su pulso narrativo en la absorbente La llegada. Pero también, Barry Jenkins, que nos mete en la historia de Moonlight fabricando imágenes de gran belleza y también muy físicas, apelando a lo sensorial. Kenneth Lonergan dosifica el drama de Manchester frente al mar, utilizando una planificación rigurosa, nada tremendista y una dirección de actores sobresaliente. Finalmente, Mel Gibson ya tiene experiencia recogiendo premios y en Hasta el último hombre demuestra de nuevo su pericia detrás de las cámaras. Gibson maneja con soltura diferentes tonos, en una primera parte inocente y biográfica, que luego da paso al género bélico, con escenas de gran crudeza sobre el horror de la guerra.

Mejor guión original. Con Comanchería, el actor Taylor Sheridan -Hijos de la anarquía (2008-2014)- consigue una nominación -antes escribió Sicario (2012)- por un neo-western policíaco cuya principal virtud es el equilibrio entre sus logrados personajes, el color local de sus escenarios, y una necesaria crítica social. Menos opciones debería tener Damien Chazelle por La La Land, cuyo argumento es sencillo aunque, en mi opinión, sortea bien los clichés de su romántica historia. Manchester frente al mar, firmado por el guionista convertido en director Kenneth Lonergan, aborda el dolor de sus personajes de una forma contenida, aunque su premisa resulta exageradamente trágica. Me gusta mucho la nominación de Langosta, de Yorgos Lanthimos y su coguionista habitual Efthymis Filippou. Su propuesta es una divertida metáfora en clave de ciencia ficción surrealista sobre el amor y las relaciones de pareja. Ya ganó el Globo de Oro. También tiene posibilidades el guión de 20th Century Women, en la que Mike Mills -Thumbsucker (2005), Beginners (2010)- crea personajes memorables y encantadores.

Guión adaptado. La llegada también es mi favorita en este apartado. El guionista Eric Heisserer amplifica el relato corto -128 páginas- del escritor de origen chino, Ted Chiang, y se esmera en trasladar a la pantalla su complicada estructura de saltos temporales, que es la clave de la historia. Fences es la soberbia obra de teatro ganadora del premio Pulitzer cuyo autor, August Wilson, dejó el guión acabado antes de morir en 2005. Sería un Oscar póstumo. La obra es excepcional, pero en su traslación a la pantalla mantiene cierta teatralidad. Por otro lado, Lion, historia autobiográfica llevada al cine por Luke Davies, falla donde la literatura no suele encontrar problemas: en las elipsis que abarcan muchos años. La narración se diluye en cuanto salta de la infancia del protagonista en la India a su vida adulta en Australia. Figuras ocultas tiene los defectos de muchas adaptaciones, al intentar abarcar demasiadas subtramas, especialmente las referidas a la vida personal y sentimental de las protagonistas, añadidos sensibleros que parecen claras concesiones a la galería. Curiosamente, Moonlight ganó el Writers Guild Award al mejor guión original, pero la Academia lo ha nominado como guión adaptado, por inspirarse en la obra -nunca estrenada- de Tarrell Alvin McCraney, In Moonlight Black Boys Looks Blue (2003). Podría llevarse el Oscar.

Actor principal. El favorito parece ser Casey Affleck por Manchester frente al mar, una interpretación perfecta en su necesaria contención. En Hasta el último hombre, solo Andrew Garfield podía hacer creíble la candidez y la bondad del soldado pacifista Desmond Doss. En Captain FantasticViggo Mortensen bebe mate: el actor siempre se compromete a muerte con sus personajes y aquí se convierte en un padre empeñado en educar fuera del sistema a sus hijos. Ryan Gosling encarna al arquetipo del héroe romántico en La La Landpero me resulta difícil elogiar una interpretación monocorde. Mi favorito personal es Denzel Washington por Fences, en la que se hace gigantesco al interpretar a algo así como el padre de todos los padres. Sería su tercer Oscar.

Actriz principal. La ganadora aquí debería ser Isabelle Huppert, que ya se llevó un Globo de Oro por Elle, en la que aceptó un papel que más de una actriz no quiso afrontar. La francesa tendrá una rival importante en Natalie Portman, soberbia en Jackie, en una interpretación que se aleja mucho de su imagen habitual como estrella de Hollywod. Pero no se puede descartar a Emma Stone, puro carisma y clave en el éxito de La La LandRuth Negga está excepcional en Loving, en un papel con pocos diálogos, en el que la cámara de Jeff Nichols privilegia el gesto de la actriz. Por último, Meryl Streep consigue su vigésima nominación a un Oscar, lo que resulta sumamente aburrido. Pero es verdad que la actriz inyecta humanidad a una Florence Foster Jenkins, que podría haber sido una mera caricatura, léase una Bianca Castafiore. Por último, recordemos la gran ausencia de Amy Adams, que debería haber sido nominada por La llegada o por Animales Nocturnos o por las dos.


Actriz de reparto. Viola Davis tiene un papel reducido en Fences, Denzel Washington ocupa mucho espacio, pero asume un rol importante que transmite el mensaje de la obra. Davis consigue ser una esposa sufridora, sin ser una víctima. Michelle Williams tiene una participación muy breve en Manchester frente al mar, pero su intervención es crucial en la historia y su interpretación muy honesta. Nicole Kidman suele ser sólida en sus interpretaciones y en Lion es una madre adoptiva completamente entregada. Pero su mejor escena es algo... extraña. Octavia Spencer en Figuras ocultas, encarna al personaje menos lucido del trío protagonista, pero sí que transmite cierta fuerza. Por último, está la patética madre drogadicta del protagonista de Moonlight, una Naomie Harris completamente transformada.

Actor de reparto. Jeff Bridges no puede ser más convincente como sheriff crepuscular en Comanchería: su interpretación es clave en una película equilibrada que evita los maniqueísmos. Algo similar ocurre con Michael Shanon, otro sheriff, también en el final de su camino, sediento de justicia en Animales Nocturnos. Entre ambos tengo el corazón dividido. No puedo imaginar que le den el Oscar a Dev Patel por Lion, una película que flojea en cuanto aparece su rostro. El joven Lucas Hedges, en Manchester frente al mar, se enfrenta al reto de ser el asidero emocional del espectador ante la hosquedad del protagonista, Casey Affleck. Lo consigue. Pero el gran favorito debería ser Mahershala Ali -¡El malo de Luke Cage!- por su conmovedora composición de un narcotraficante con corazón en Moonlight. Inolvidable.


Mejor película de animación. Aquí la propuesta más original es La vida de Calabacín, película suiza sobre la infancia abandonada, que cuenta una historia muy dura desde una perspectiva infantil. La torturga roja, producida por el estudio Ghibli y dirigida por el holandés Michael Dudok de Wit, es una fábula existencialista sobre la vida y sobre la nostalgia de lo que no pudo ser. Luego está la maravillosa animación stop motion de Kubo y las dos cuerdas mágicas, producción de los estudios Laika, que derrocha imaginación y fantasía. Disney compite con dos películas, Zootopia, una propuesta compleja sobre una ciudad de animales antropomorfos que han renunciando a sus instintos para vivir en sociedad; y Vaiana, una princesa Disney modernizada a través del arquetípico -y masculino- viaje del héroe de Joseph Campbell. Curiosamente, Pixar no ha conseguido ser nominada este año, con la simpática pero mediocre Buscando a Dory


Mejor película extranjera. Aquí estaría justificado quejarnos de que en España solo hayamos podido ver un título de los nominados. La alemana Toni Erdmann, sin embargo, es la favorita para ganar, por un estimulante sentido del humor que esconde una lectura crítica sobre el estado de Europa. La danesa Land of mine es un brillante ejercicio de tensión -niños soldado alemanes desactivando minas terrestres- con una idea potente sobre la guerra, sobre ganadores y vencidos. Irán compite con El viajante -ganadora del Globo de Oro- dirigida por Asghar Farhadi, que ya ganó un Oscar con la excelente Nader y Simin, una separación (2011). Completan la lista la sueca Un hombre llamado Ove y la australiana Tanna.

FENCES: SATURNO DEVORA A SUS HIJOS


Fences es una obra poderosa que habla de la vida de una forma profunda, dolorosa y verdadera. La tercera película dirigida por Denzel Washington resulta muy teatral, en el buen sentido del término. Adaptada de la obra original ganadora de un premio Pulitzer en 1987, por su propio autor, August Wilson -nominado a un Oscar que sería póstumo, murió en 2005- sus diálogos son espesos y cargados de sabiduría, sus interpretaciones magníficas -Washington y Viola Davis, también nominados, repiten en los roles que les valieron sendos Tonys en 2010- y sobre todo, hay que rendirse ante la capacidad de la película para evocar vidas enteras, tres generaciones ni más ni menos, sin salir prácticamente del patio trasero del humilde chalet familiar en el que el protagonista, Troy Maxson (Washington), construye esa cerca que da título al film y que funciona como metáfora de muchas cosas. La construcción de esa valla de madera sirve para mantener a algunos fuera, para intentar retener dentro a otros, pero también para marcar el paso del tiempo. Creo que esta historia habla, como ninguna otra que yo recuerde, sobre la figura paterna. Nos habla del padre como cabeza de familia -la película está ambientada en los años 50- pero también como hombre. Ese hombre que levanta una cerca porque es el papel que le han dado, pero que quizás no sabe por qué lo hace y seguramente, en el fondo, no quiere hacerlo. Fences saca a la luz las sombras que todos tenemos dentro. Habla de cómo nos marca el pasado, del que intentamos escapar, pero que siempre acaba dándonos alcance. Habla de padres que repiten los errores que bienintencionadamente intentaron evitar en sus hijos o que directamente cometen otros. Hay que mencionar también, como tema, el conflicto racial, lógico en una época cambiante en los Estados Unidos, presente en la historia, que ha marcado sin duda al protagonista, pero que de ninguna forma constituye el eje temático del film. El que algunos afroamericanos hayan visto truncados sus sueños por nacer en una época racista no es más que un elemento más en la composición de un personaje muy humano, lleno de fallos, obligado por la sociedad -¿por el orden natural?- a ser un padre. Y esa figura paterna, inmensa, inalcanzable, aterradora, cobra vida en Denzel Washington, un actor de una fuerza increíble, al que quizás solo le falla un físico demasiado agraciado. No nos creemos la decadencia física del personaje, por mucha tripa que enseñe y cuesta aceptar que un hombre de 40 años -Russel Hornsby- sea su hijo. Es el precio de ser una estrella de Hollywood durante tanto tiempo. Su pareja en pantalla, Viola Davis, consigue algo que me parecía imposible: interpretar el papel de mujer sufridora sin erigirse en víctima. Ella esconde el mensaje de esta película.

THE WALKING DEAD -TEMPORADA 7- NEW BEST FRIENDS



NEW BEST FRIENDS (19 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Avanza The Walking Dead pisando el freno constantemente. Una situación de tensión máxima entre los Salvadores y los habitantes del Reino parece que va a desencadenar el conflicto que estamos esperando entre los buenos y los malos. Pero la situación se calma sin que la sangre llegue al río. Richard (Karl Makinen) se decide a emprender la guerra por su cuenta, recluta a Daryl (Norman Reedus), pero el plan del primero fracasa -un autoatentado que obligaría a Ezekiel (Khary Payton) a declarar la guerra- porque la víctima sería nada menos que Carol (Melissa McBride). Lo que sigue es el reencuentro entre esta y Daryl, emocionante sin duda, pero que tampoco nos lleva a nada. Daryl miente a Carol sobre los Salvadores y le oculta la muerte de Glenn y Abraham para que ella pueda seguir viviendo aislada y en paz. Como veis, cada paso hacia adelante, hacia el enfrentamiento con los enemigos, es frenado por algo que lo contrarresta. El objetivo puede ser alargar la trama. El resultado, cierta frustración en el espectador que desea una mayor agilidad narrativa. Lo malo es que los finales resultan predecibles ¿O alguien duda de que habrá conflicto con los Salvadores y que Carol volverá al grupo? Veremos. Lo mejor de este episodio tiene que ser, por tanto, el encuentro de los protagonistas con esos "nuevos mejores amigos". Una comunidad postapocalíptica, casi más medieval que el propio Reino, liderada por la exótica Jadis (Pollyanna McIntosh). Este grupo tiene un rito de iniciación, una prueba de fuego, que consiste en echar al extranjero a un agujero -entre coches, entre chatarra- habitado por un zombie tuneado con armadura y pinchos. Algo parecido a la mazmorra del rancor en El retorno del Jedi (1983) o el foso de El ejército de las tinieblas (1992). El monstruo no tiene el más mínimo sentido, pero mola un montón.

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LANGOSTA: THE LOBSTER (YORGOS LANTHIMOS, 2015)


"Lo estamos haciendo fatal", es lo que pensaréis al salir de ver Langosta, siempre y cuando, aceptéis su propuesta. El director de Canino (2009) utiliza una abstracción para contarnos que la soledad es dura, la vida en pareja también y el amor es... peor. Yorgos Lanthimos hace transparente el absurdo de las relaciones sentimentales utilizando de nuevo una historia que se presume de ciencia ficción, pero la del Alphaville (1965) de Jean-Luc Godard. Un supuesto futuro distópico en el que la sociedad exige vivir en pareja es solo la premisa para una fábula sin moraleja en la que los personajes eligen qué animal quieren ser. El director griego despliega un arsenal de mecanismos recurrentes de extrañamiento: imágenes enigmáticas, fragmentos de música clásica que irrumpen repetitivamente, interpretaciones brechtianas de actores tan conocidos como Colin Farrell y Rachel Weisz, un ritmo en el montaje y un rigor en los planos que recuerdan a Michael Haneke, sobre todo cuando consigue crear una tensión casi insoportable ante algunos actos de crueldad perpetrados por los personajes. Langosta me ha recordado al episodio International Assassin de la serie The Leftovers, no solo por utilizar como escenario ese no-lugar frío y aséptico que es un hotel, sino porque establece unas reglas absurdas pero coherentes. En ambos casos podemos hablar de la atmósfera de un sueño hiperrealista. Langosta es definitivamente áspera, pero su humor surrealista la hace disfrutable, incluso entretenida. Eso sí, es una película que contiene una profunda tristeza, esa que conoce bien todo el que haya amado.

MOONLIGHT: GRANDES SOLEDADES


Moonlight es una película importante. El segundo largometraje de Barry Jenkins es un drama sobre un joven afroamericano, homosexual, que crece en un barrio pobre, castigado por el tráfico de drogas. Pero estos elementos no son más que los hechos concretos que necesita una historia para ser contada. La película trasciende estas particularidades para trasladarnos un mensaje más profundo, universal y humano. La soledad de Chiron -personaje que tiene varios nombres durante el film, y que es interpretado por varios actores- está expresada en una mirada esquiva, en la cabeza siempre gacha que se repite en el niño, en el adolescente y en el joven adulto. Es mérito del director conseguir que tres actores parezcan una misma persona. Esta es una película sobre soledades disfrazadas: Chiron es diferente, desde niño, y por tanto un marginado. La película nos dice que la sociedad huele al que es distinto. O, más bien, castiga al que no es capaz de camuflarse. Por fortuna, Chiron se topa con Juan, de origen cubano, interpretado por el actor Mahershala Ali, que aquí está más grande que la vida -nominado justamente a un Oscar-. Entre ambos ocurre un encuentro equiparable al de Pip y el convicto de Grandes Esperanzas de Dickens. La relación de Juan con Chiron es una lección de la que se podría aprender mucho. Cada uno de nuestros actos públicos es presenciado por un niño, aunque no seamos conscientes de ello, lo que convierte nuestro comportamiento social en educativo, para bien o para mal. Juan no se abstiene de su responsabilidad y decide intervenir en la vida de Chiron. El encuentro entre ese hombre y ese niño es el corazón de la historia. Nominada a 8 premios de la Academia, cada momento en Moonlight es tan doloroso como bello. Incluso la pequeña anécdota detrás de su título es hermosa. Hay algo muy físico -quizás habría que hablar de sensualidad- en cada escena, lo táctil es tremendamente importante: la brisa del mar en el rostro, la arena entre los dedos, el hielo sobre la piel para curar las heridas. Desde esa aproximación epidérmica es más fácil acercarse a unos personajes enfrentados al reto de existir. Cada uno gestiona su soledad de una manera diferente. Por eso hay violencia, drogas y sexo. Chiron, representa a todos los pobres diablos que transitan por la vida sin haber sido tocados por absolutamente nadie. Este mensaje adquiere una fuerza demoledora al colocarlo en un niño -entonces le llamaban Little- que busca desesperadamente un asidero, alguien que rompa su coraza, para sacarle de su terrible aislamiento. Yo he salido de Moonlight con los ojos muy abiertos, en busca de ese niño que pide ayuda a gritos sin abrir la boca.

JACKIE: LA MUJER DETRÁS DEL MITO


"Nunca quise ser famosa, solo me convertí en una Kennedy", dice Jackie (Natalie Portman) en un momento de la película. Pero no esperéis encontrar en Jackie la historia de la mujer que llegó a ser Primera Dama de John F. Kennedy, ni su posterior transformación en personaje de la prensa rosa tras su boda con Onassis. Lo que firma el guionista Noah Oppenheim no es un biopic sobre la trayectoria vital de Jacqueline Lee Bouvier, de esos que acaban pareciendo convencionales telefilmes de sobremesa. No. Estamos ante la radiografía de un momento concreto -entre el famoso asesinato del demócrata en Dallas en 1963 y su funeral de Estado- contado en forma de flashback a partir de una entrevista con el periodista interpretado por Billy Crudup. Esto imprime en la película del chileno Pablo Larraín un tono de duelo, como si se hubiera detenido el tiempo en el sabor amargo de una ausencia. Una emoción semejante a la de una obra anterior como El club (2015), todavía más cruda y nihilista. Así, viendo Jackie, se puede pensar en Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes. La muerte del marido permite el retrato de la viuda, de una relación, de una sociedad y de un país entero. Jackie petrifica un momento doloroso en la vida de una persona, pero también un punto de inflexión en la historia de una nación. La película es una gran obra cinematográfica, Larraín mantiene el pulso de una narración agotadora, acompañada de una banda sonora que provoca distancia, extrañeza y melancolía. Pero tiene también Jackie una intensidad teatral, tenemos la sensación de estar sobre las tablas de un escenario presenciando una interpretación sobrecogedora. Natalie Portman, que aparece en cada plano de la película, nominada justamente a un Oscar, se despoja aquí de su piel de estrella, se pone la de un personaje histórico, y compone el que creo debe ser el mejor papel de su carrera, aunque haya ganado un premio de la Academia por Cisne negro (2010). En la imagen más significativa de la película, vemos a Natalie Portman, absolutamente transformada en Jackie Kennedy, dentro de un coche. Su rostro reflejado en el cristal de la ventanilla, compartiendo plano con lo que se ve fuera, en imágenes de archivo: al pueblo estadounidense que ha salido a la calle para ver pasar a la viuda de América. La película de Larraín enfrenta a una mujer de carne y hueso ante la historia. Las fiestas de cumpleaños infantiles, la mudanza para abandonar la Casa Blanca, los momentos en que Jackie aparece sin maquillaje, demacrada, fumando y bebiendo, se oponen a la parafernalia gubernamental, a las banderas de barras y estrellas, a los recuerdos de Abraham Lincoln. Jackie se convierte en una heroína con un propósito: organizar el funeral de su marido, consciente del valor histórico que tendrá ese momento en el inconsciente colectivo. Pero también tiene dudas, existenciales, espirituales, evidenciadas en las escenas con el cura encarnado por John Hurt, en uno de sus últimos papeles para el cine. Jackie es una gran película, que lamentablemente no alcanza a ser una obra maestra por hacer demasiado explícitas sus intenciones. El acierto de utilizar la banda sonora del musical Camelot (Alan Jay Lerner, 1960) como metáfora del papel mitificado de los Kennedy en la historia estadounidense, se estropea en unos cuantos diálogos que se empeñan en explicar innecesariamente su sentido dentro de la trama. Una idea que ya había quedado clara de forma magistral en una imagen: cuando Jackie contempla en las tiendas los maniquíes sin rostro que reproducen su icónico look.

EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN: EL SUEÑO AFROAMERICANO


Lo más provocador de El nacimiento de una nación de Nate Parker es el hacer coincidir su título con el del clásico cinematográfico de D.W. Griffith de 1915, película silente que vinculaba la fundación del racista Ku Klux Klan a las mismas raíces de la identidad de Estados Unidos. Parker -actor que firma su primer largometraje como director y guionista- nos propone entonces que su país, como concepto, también debe incluir en el relato mitificado de sus orígenes a los afroamericanos. Nada que objetar. Si películas desde La conquista del oeste (1962) pasando por Forrest Gump (1994) y hasta El patriota (2000) nos hablan de la historia de Estados Unidos de una forma más o menos realista, más o menos crítica, pero siempre desde una perspectiva blanca, Parker parece tener la gran ambición de fabricar un relato épico con el que se pueda relacionar un público afroamericano huérfano de mitos. Para ello se sirve de la historia real de Nat Turner, un esclavo ilustrado que encabezó una rebelión contra sus amos en 1831. El film se inscribe, además, en una tendencia reciente de producciones sobre el tema del conflicto racial: Django desencadenado (2012), Lincoln (2012), y sobre todo 12 años de esclavitud (2013). Hay, además, cierta urgencia por tratar el tema tras el boicot a los Oscars de 2016, provocado por la casi total ausencia de nominados afroamericanos en aquella edición. Este año tenemos, en cambio, películas como Loving (2016), Figuras ocultas (2016) o Fences (2016), todas nominadas a premios importantes por la Academia. Creo que estas son las dos pretensiones de El nacimiento de una nación, la de articularse como alternativa en el imaginario de los afroamericanos a las décadas de predominio de una ficción blanca, y la más terrenal de competir en la carrera por los Oscar. Si bien este film estuvo en algunas quinielas tempranas, no obtuvo luego nominación alguna.


Dicho esto, el empeño de Nate Parker como director, guionista y protagonista se traduce en una película desigual. Como escritor, Parker tiene prisa en contar una historia larga que abarca casi tres décadas, por lo que la mayoría de las situaciones que plantea no pueden tener una introducción adecuada: la acción salta de una escena a la siguiente con una concreción narrativa efectiva, pero que se habría beneficiado de alguna pausa. Por esta misma razón, el Parker realizador propone una planificación meramente funcional: filma su guión sin proponer una mirada, casi sin ideas de puesta en escena más allá de la claridad narrativa. Sin embargo, según se desarrolla el metraje, la historia va ganando enteros en emociones y en el poder de sus imágenes: las raíces africanas como sueños lejanos de un paraíso perdido; la religión católica -o al menos una lectura interesada de la Biblia- como elemento colonizador, de dominación. Parker modula bien un inicio de la historia casi benevolente, en el que los esclavos parecen vivir relativamente bien, dentro de lo que cabe, para luego pasar a humillaciones, torturas y violaciones cada vez más cruentas, lo que aporta una intensidad al relato -en su segunda parte- de la que carecía en su arranque. Insisto, no tiene Parker ideas de puesta en escena, pero a través del montaje consigue los mejores momentos de su película, con la yuxtaposición de imágenes de relativa belleza o recurriendo a la voz en off y a los mejores instantes de una banda sonora -compuesta por Henry Jackman- que en demasiados momentos se ve obligada a acompañar la narración. Llegamos así a un tramo final intenso que permitirá al autor convertir a su personaje en una figura de connotaciones cristianas. Por otro lado, el Parker actor, simplemente cumple en la mayor parte de la película, si bien consigue elevar el nivel de su interpretación en los momentos más dramáticos, en sus discursos como predicador. Lo que lamentablemente lastra El nacimiento de una nación es la falta de experiencia de Parker, visible en la inocencia de gran parte de lo que nos muestra, en algunas soluciones dramáticas demasiado simples y sobre todo en el uso, casi amateur, de metáforas visuales muy evidentes -la luminosa imagen de un ángel, Nicole Davis, es de risa- que inserta cuando no confía en lo que nos cuenta, o más bien, en cómo lo cuenta. 

SUPERGIRL -TEMPORADA 2- LUTHORS


LUTHORS (13 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

El personaje más interesante de esta segunda temporada de Supergirl es Lena Luthor, hermanastra del peor enemigo de Superman, Lex Luthor. Personaje creado en 1961 -¡En un cómic de Lois Lane!- ha sufrido incontables mutaciones a través de los años -ha aparecido incluso en otras adaptaciones televisivas como Superboy (1988) y Smallville (2001)-. Aquí es un personaje tremendamente ambiguo: víctima del legado maléfico de su hermano mayor; rehén de los planes criminales de su madre, Lillian Luthor (Brenda Strong); mejor amiga de la protagonista, Kara (Melissa Benoist) y quizás, una villana con sus propios intereses. Interpretada por la guapísima Katie McGrath -que sufrió la muerte más gratuitamente cruel del año 2015 en Jurassic World- la incertidumbre sobre sus intenciones y la fe ciega que tiene Supergirl en ella -aquí se enfrenta a todos por defenderla- crean una dinámica muy interesante cuyo desenlace me mantendrá pegado a esta serie. Eso sin olvidar los impagables guiños a la mitología tebeística del hombre de acero: aquí reaparecen los supervillanos Cyborg Superman (David Harewood) y Metallo (Frederik Schmidt), pero también vemos la armadura de Lex Luthor -aparecida por primera vez en 1983-; una planta alienígena Black Mercy como la del episodio For the Girl Who Has Everything; el hacha "atómica" del villano Persuader (1967); sin contar que aparece el propio Lex Luthor (Aidan Fink) aunque de niño. Y por supuesto, el maravilloso cliffhanger con la introducción de otro villano clásico: Mr. Mxyzptlk (Peter Gadiot), con un aspecto renovado coherente con el contenido romántico de esta ficción.

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BATMAN: LA LEGO PELÍCULA -CONSTRUCCIONES DE LA NOSTALGIA



Mis compañeros de trabajo se ríen de mí cuando les hablo de las bondades de una película tan recomendable y reivindicable como La Lego película (2014), una divertidísima versión lúdica de Matrix (1999) que hace una profunda reflexión sobre el espíritu de los bloques de construcción con los que hemos crecido y por lo tanto sobre la infancia y la vida misma. En ella, uno de los puntazos es sin duda la aparición de Batman, o al menos de su versión Lego, en el mejor uso del copyright -¡Batman llega a subirse al Halcón Milenario de Han Solo!- desde ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Este Batman no es exactamente el mismo de los videojuegos, que dieron pie a cortos animados y películas directas a vídeo, sino una parodia del caballero oscuro de la trilogía de Christopher Nolan. La popularidad del personaje ha llevado a producir este spin off, una película entera para su lucimiento. Con la voz de Will Arnett, más de uno dirá que este Batman es más Batman que cualquier cosa que haga Ben Affleck. Dirige Chris McKay, con el pedigrí de haberse encargado de varias temporadas de la serie animada Robot Chicken (2005) de Seth Green. Detrás del guión está una historia de Seth Graham-Smith, autor de novelas paródicas como Orgullo, prejuicio y zombies (2009) y Abraham Lincoln: cazador de vampiros (2010). Por si esto fuera poco, producen los autores de La Lego Película, Chris Lord y Christopher Miller, por lo que el espíritu de aquella se mantiene. Con todos estos ingredientes, hay que decir que este spin off es, primero, un sencillo entretenimiento apto para todos los públicos. Colorido, ágil y repleto de acción, es capaz de mantener la atención de cualquier niño.


Ahora bien, debajo de esta superficie encontramos un artefacto nostálgico, dirigido directamente a un espectador friki más bien maduro. Los referentes del film solo pueden ser reconocidos por auténticos fans, no solo de Batman, sino de una cultura friki que abarca varias generaciones. Así, la película funciona primero como una suma de todas las adaptaciones del caballero oscuro a la pantalla grande o televisiva. Aparecen desde los seriales en blanco y negro de los años 40, pasando por la autoparódica serie de los años sesenta, sin olvidar por supuesto a Tim Burton, Joel Schumacher, la serie animada de los 90, la trilogía de Christopher Nolan y hasta la encarnación más reciente de Ben Affleck. Este Batman de Lego tira de todo lo anterior, pero se postula sobre todo como una mezcla del desenfado pop de la serie protagonizada por Adam West y la parodia de la impostada voz ronca de Christian Bale. Así, vemos villanos tan locos como el Cabeza de Huevo que interpretó Vincent Price en los 60, metidos en secuencias de acción con el sentido del espectáculo de Nolan y una banda sonora que evoca a Hans Zimmer. Pero sobre todo, el guión se ocupa de dos elementos fundamentales en el mito del superhéroe de Gotham: el asesinato de sus padres y su enfrentamiento con el Joker (aquí con la voz de Zach Galifianakis). Sobre estos dos temas la historia propone giros interesantes: el trauma principal de Bruce Wayne es no tener una familia propia, por lo que Robin (Michael Cera) encara de frente un papel de hijo adoptivo que en los cómics se quedó siempre en el subtexto. Por cierto, nunca fue Batman tan cruel con su sidekickPor otro lado, el motor argumental es algo tan gracioso como una venganza del Joker por el feo que le hace Batman -más chulo que nadie- al despreciar al payaso del crimen diciéndole que no es su mayor enemigo. La rivalidad entre ambos se resuelve, casi literalmente, como una historia de amor y con una hilarante referencia a Jerry Maguire (1996). Esto sería suficiente para satisfacer al friki de Batman que posiblemente esconde el padre que ha llevado a su hijo a ver esta película. Pero hay más referencias deliciosas y cuidado, que lo que cuento a continuación puede ser un spoiler. Primero, hay que hablar de otros personajes del Universo DC, empezando por Superman y las emocionantes referencias a la banda sonora de John Williams y a Marlon Brando en su papel de Jor-El. Pero además, hay guiños más oscuros a la serie animada de los años 70 de Los Súper amigos: no solo aparecen los más conocidos The Flash y Green Lantern, sino también los gemelos Zan y Jayna, Samurái, Relámpago y Perro Maravilla. Fuera de los cómics, aparecen los "malos" de múltiples épocas, que al menos a mí me han parecido citas cinéfilas muy divertidas: Lord Voldemort de la saga de Harry Potter (2001), Sauron de El Señor de los Anillos (2001), el agente Smith de la trilogía Matrix (1999), el T-Rex y los velocirraptores de Parque Jurásico (1993), los Gremlins (1984), el Kraken de Furia de Titanes (1980), el escualo de Tiburón (1975), los Daleks de Doctor Who (1963), la bruja mala y sus simios alados de El mago de Oz (1939), y hasta el gran King Kong (1933). Con homenajes tan bonitos, una vocación de entretenimiento puro y un clímax que solo es posible en un film sobre Lego, me resulta complicado pedirle más a una película.

GIRLS -TEMPORADA 6- ALL I EVER WANTED


ALL I EVER WANTED (12 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

El primer episodio de la despedida de Girls es la suma -potenciada y desenfadada- de todo lo que ha sido la serie creada por Lena Dunham y producida por Judd Apatow. Los personajes se presentan de nuevo aquí como reflejos críticos de una generación, aunque también consiguen ser lo suficientemente humanos como para que podamos entender sus motivaciones, o más bien, sus fallos. Empezando por Hannah (Lena Dunham) que se muestra aquí más repelente que nunca: "paso de todo, pero tengo opiniones muy fuertes sobre cualquier cosa, incluso sobre los temas de los que no sé nada". Marnie (Allison Williams) no se queda atrás: la forma en la que se deshace de su amante, Ray (Alex Karpovsky), porque necesita su espacio, para luego morirse de celos cuando este se muda con su exnovia, Shoshanna (Zosia Mamet). Marnie luego se enrolla de nuevo con Desi (Ebon Moss-Bachrach), en un ejercicio casi de autodestrucción: justo antes su amiga Hannah la había felicitado por divorciarse de él, diciéndole que es lo más maduro que ha hecho en su vida. En Girls, los personajes son inseguros, pretenciosos, egoístas, ridículos y por lo tanto muy humanos. La historia de Hannah, convertida en reportera gonzo -a lo Hunter S. Thompson- se presta para los momentos de humor más chorra que hayamos visto en la serie y que desactivan cualquier atisbo de pretenciosidad indie -que la tiene-. Dunham, como actriz, se presta al slapstick: cuando se pone -y se quita- el traje de neopreno; sus intentos de aprender a surfear sobre la tabla; el baile loco en la discoteca con su nuevo ligue, Paul Louis (Riz Ahmed); el apasionado y torpe momento amoroso en la playa -como la famosa escena de De aquí a la eternidad (1953), pero con un amante metiendo la lengua en el ojo de su pareja, mientras esta escupe arena-. Eso sin contar la acostumbrada exhibición de su cuerpo que hace Dunham, que se encuentra sexy en las escenas de cama y se atreve incluso -perdonen ustedes el término, pero no encuentro otra forma de decirlo- a tomar el sol con el coño al aire. Girls mezcla con soltura la comedia idiota y el retrato intimista de personajes llenos de defectos, en un equilibrio estimulante que voy a echar mucho de menos.

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THE WALKING DEAD -TEMPORADA 7- ROCK IN THE ROAD



ROCK IN THE ROAD (12 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

El problema con The Walking Dead no es lo que cuenta, ni cómo lo cuenta, sino la organización de lo contado. Recordemos que esta séptima temporada empezó con la potente continuación de la presentación del sanguinario Negan (Jeffrey Dean Morgan), villano tan cruel como carismático que personifica el conflicto principal esta temporada. Sin embargo, tras esa primera entrega, la historia comenzó a desviarse hacia otras tramas, hacia otras poblaciones humanas post-apocalípticas. Una de esas comunidades fue el Reino, liderado por el rey Ezekiel (Khary Payton), al que se dedicaba un episodio entero, The Well. Pues bien, tras siete capítulos, la trama regresa al Reino. Rick (Andrew Lincoln) y compañía visitan a Ezekiel para pedirle ayuda contra los Salvadores. El problema es que el guión afronta la llegada de los protagonistas al Reino como si fuera la primera vez que nos cuentan esto. Lo que anula la función dramática de aquel segundo episodio, ya que casi no necesitamos haberlo visto para entender lo que pasa aquí. En mi opinión, esto evidencia las estrategias de los guionistas de TWD para estirar la historia innecesariamente. Lo que es peor, tenemos en este capítulo una sensación de repetición: los caballeros, el tigre, el trono de Ezekiel, ya no nos sorprenden. Aunque sea divertido ver la reacción de Rick y compañía. Por otro lado, la anécdota que da título al episodio, esa extraña fábula moral que cuenta Rick a Ezequiel, la de la roca en el camino, resulta más bien floja ¿o no? Pues bien, tras la segunda visita al Reino, la historia progresa para presentarnos la set piece más importante del capítulo. Los personajes intentan robar explosivos colocados por los Salvadores, mientras se acerca una enorme horda de zombies -por fin vemos algunos- y los propios Salvadores se dirigen a Alexandria para buscar a Daryl (Norman Reedus). Con el tiempo en contra, esta secuencia deja al descubierto, sin embargo, las carencias como director de Greg Nicotero, que no consigue transmitir del todo la tensión de la situación. Lo bueno viene después, cuando Rick y Michonne (Danai Gurira) utilizan un cable atado a dos coches, a toda velocidad, que mutila a los muertos vivientes que se cruzan en su camino. Un momento macarra que parece más propio de la divertida Planet Terror (Robert Rodríguez, 2007) -Nicotero, por cierto, se encargó en ella de los FX-. Mencionemos además que el capítulo tiene un prólogo y un epílogo enigmáticos. Veremos.

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