Como ver una película de John Carpenter durante un viaje de LSD. Mandy, segundo film del director Panos Cosmatos, escapa a una definición sencilla. La historia no puede ser más simple: una revenge movie, bastante directa, en la que el héroe encarnado por Nicolas Cage se enfrenta a una secta religiosa que parece salida de la mente del fallecido Charles Manson. Agreguemos a esto un elemento fantástico: un extraño grupo de demonios, monstruos o ¿cenobitas?, motoristas, invocados por el gurú Jeremiah Sand (Linus Roache). Seres fantásticos que están ahí sin demasiada justificación, ni explicación, sin que a nadie le parezcan raros. Están en la película, simplemente porque molan. El planteamiento de Mandy es puro cine grindhouse, puro pulp fiction, algo que se refleja en las novelas de fantasía que lee Mandy Bloom (Andrea Risenborough). Hay mucha violencia, gore gratuito, y acción de serie B. Pero lo importante es el tratamiento visual -y sonoro- que propone Panos Cosmatos. Con estética ochentera, los planos más hermosos de esta película parecen una portada de Richard Corben para la revista Heavy Metal. La imagen está casi siempre distorsionada, abombada, con flares muy locos cegándonos. La fotografía, algo oscura, casi siempre nocturna, se inunda de colores intensos pero apagados. Los personajes son como siluetas recortadas: no puedo decir que haya podido echarle un buen vistazo a los 'cenobitas'. Luego está el sonido: voces distorsionadas en secuencias enteras, que te hacen sentir que estás dentro de un sueño. Más bien dentro de una pesadilla, o de un mal viaje lisérgico. La música del fallecido Jóhann Jóhansson ayuda a fabricar también esa atmósfera extraña. Cosmatos agrega a la mezcla un rollo de rock duro -se escucha el tema Starless de King Crimson- a juego con las camisetas que lleva Mandy durante toda la película. Si todo esto no les parece lo suficientemente extraño, la interpretación de Nicolas Cage es indefinible. Completamente desatado, le veremos gritar y reír con los ojos desorbitados mientras su personaje bebe como un cosaco, esnifa cocaína a puñados, y forja un hacha dorada con la que acabará con sus enemigos. ¿Te lo vas a perder?
MANDY -GRINDHOUSE
Como ver una película de John Carpenter durante un viaje de LSD. Mandy, segundo film del director Panos Cosmatos, escapa a una definición sencilla. La historia no puede ser más simple: una revenge movie, bastante directa, en la que el héroe encarnado por Nicolas Cage se enfrenta a una secta religiosa que parece salida de la mente del fallecido Charles Manson. Agreguemos a esto un elemento fantástico: un extraño grupo de demonios, monstruos o ¿cenobitas?, motoristas, invocados por el gurú Jeremiah Sand (Linus Roache). Seres fantásticos que están ahí sin demasiada justificación, ni explicación, sin que a nadie le parezcan raros. Están en la película, simplemente porque molan. El planteamiento de Mandy es puro cine grindhouse, puro pulp fiction, algo que se refleja en las novelas de fantasía que lee Mandy Bloom (Andrea Risenborough). Hay mucha violencia, gore gratuito, y acción de serie B. Pero lo importante es el tratamiento visual -y sonoro- que propone Panos Cosmatos. Con estética ochentera, los planos más hermosos de esta película parecen una portada de Richard Corben para la revista Heavy Metal. La imagen está casi siempre distorsionada, abombada, con flares muy locos cegándonos. La fotografía, algo oscura, casi siempre nocturna, se inunda de colores intensos pero apagados. Los personajes son como siluetas recortadas: no puedo decir que haya podido echarle un buen vistazo a los 'cenobitas'. Luego está el sonido: voces distorsionadas en secuencias enteras, que te hacen sentir que estás dentro de un sueño. Más bien dentro de una pesadilla, o de un mal viaje lisérgico. La música del fallecido Jóhann Jóhansson ayuda a fabricar también esa atmósfera extraña. Cosmatos agrega a la mezcla un rollo de rock duro -se escucha el tema Starless de King Crimson- a juego con las camisetas que lleva Mandy durante toda la película. Si todo esto no les parece lo suficientemente extraño, la interpretación de Nicolas Cage es indefinible. Completamente desatado, le veremos gritar y reír con los ojos desorbitados mientras su personaje bebe como un cosaco, esnifa cocaína a puñados, y forja un hacha dorada con la que acabará con sus enemigos. ¿Te lo vas a perder?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario