Las películas del director griego Yorgos Lanthimos -Canino (2009)- suelen parecerme artefactos sádicos para manipular al espectador con un talentoso uso del lenguaje cinematográfico: casi duele recordar la angustiosa El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). Sus películas, algo herméticas, también pueden reflejar de forma perversa el clima social y político del momento. La favorita es todo eso, pero además, es la película de Lanthimos en la que sus personajes tienen más entidad, más gancho, más carisma -a pesar de la ruindad de sus manipulaciones- y en la que no son meros vehículos de unas intenciones autorales. Por primera vez en su carrera, Lanthimos no firma el guión -a cargo de Deborah Davis y Tony McNamara- y además, sus protagonistas son encarnados por fantásticas actrices como Rachel Weiz, Emma Stone y una Olivia Colman que ya ha recibido varios premios como la reina Ana de Gran Bretaña, monarca desequilibrada cuyo favor se disputan lady Sarah Churchill (Weiz) y la dama caída en desgracia, Abigail Masham (Stone). Esta rivalidad da pie a un divertido estudio sobre la crueldad de las relaciones de poder, sobre el poder mismo y sobre dónde reside realmente -inevitable pensar en la de líderes mundiales que ahora mismo parecen chalados-. Pero el gran logro del film puede pasar inadvertido: es capaz de hacernos simpatizar, en diferentes momentos de la película, con personajes distintos según detenten o no ese poder. Además, La favorita vuelve a la comedia de Langosta (2015) y me parece la película más asequible de Lanthimos. Es escatológica, gamberra, una farsa de carreras de patos, hombres maquillados y mujeres que visten de hombres para disparar escopetas larguísimas. Este humor hace la cinta más digerible, porque la historia propone una visión muy pesimista del ser humano, en la que no hay nada a qué aferrarse. Un ácido retrato de la fealdad de un sistema en el que para sobrevivir hay que descartar cualquier tipo de solidaridad. La cinta destaca además en su recreación del siglo XVIII con unos elementos mínimos: fantástica en sus decorados, vestuario, maquillaje, y fotografía, basada en la luz natural y en la iluminación con velas. El sacrificio de un ciervo sagrado recordaba a Kubrick en su frialdad y en la perfección arquitectónica de sus planos, que evocaban a 2001: Una odisea del espacio (1968) y que con la presencia de Nicole Kidman remitía a Eyes Wide Shut (1999). Con La favorita, me resulta difícil no acordarme de Barry Lyndon (1975): idéntica época y similar espíritu en el relato del ascenso de un advenedizo en la sociedad inglesa. Me permito además una mirada todavía más personal: veo en La favorita algo así como una versión realista de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, con Emma Stone haciéndose grande y pequeña, metida en esas habitaciones hinchadas por el objetivo ojo de pez, obligada a perseguir conejos, y por supuesto, enfrentada a una reina de corazones que llega incluso a pedir la cabeza de más de uno.
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