No se puede decir que Summer of 84 proponga nada nuevo. Sus referentes son evidentes y de sobra conocidos. Estamos ante una versión ochentera de La Ventana indiscreta (1954) que recuerda en un montón de cosas a películas como E.T., el extraterrestre (1982), Los Goonies (1985), Noche de miedo (1985), y por tanto a la ficción nostálgica más reciente como It (2017), I am not a serial killer (2016) y sobre todo a la serie Stranger Things. Veamos. Una chaval algo friki y con demasiada imaginación, Davey Armstrong (Graham Verchere), está convencido de que uno de sus vecinos es un peligroso asesino en serie. ¿Tiene razón o se lo inventa todo porque en su pueblo -clásico small town estadounidense- nunca pasa nada? Que sea real o fantasía lo que sospecha Davey es solo el McGuffin que mueve una trama, por otro lado, bastante entretenida. Pero lo importante es la amistad entre Davey y su pandilla: el nerd Curtis (Cory Gruter-Andrew), Woody (Caleb Emery) que tiene algo de sobrepeso, o 'Eats' (Judah Lewis), el bromista. Entrañable pandilla que se ganará nuestra simpatía. La película nos habla de ese verano en el que te cambia la vida para siempre y, claro, del primer amor, Nikki (Tiera Skovbye). También se refiere a la incomprensión de los padres -Jason Gray-Stanford y Shauna Johannesen-, o a ese mundo de los adultos que parece tan lejano, que da un poco de miedo, como el del policía Wayne Mackey (Rich Sommer), quien le dice a Davey que le gustaría poder congelarle en sus 15 años. Estamos ante una película que nos resultará familiar por los paseos en bicicleta, los walkie-talkies, las linternas encendidas por la noche, los prismáticos para espiar al vecino (o a la vecina), chavales en salones de videojuegos, leyendo cómics, robando revistas pornográficas y haciendo referencias a películas como Gremlins (1984). Pero también es una historia sobre el primer sorbo a una cerveza, sobre robar el coche a tus padres cuando todavía no sabes conducir, sobre el primer beso. La música hecha con el sintetizador de John Carpenter redondea la sensación de que estamos en un cine de barrio de hace 30 años. El trío de directores formado por François Simard, Anouk y Yoann-Karl Whissell, siguen enamorados del cine de la década de los 80: ya firmaron la simpática Turbo Kid (2015), pero aquí dan un paso más allá del divertimento nostálgico y crean personajes entrañables que nos importan, una trama entretenida y algunos momentos de tensión. Una gozada sin pretensiones.
VERANO DEL 84 -LA VENTANA INDISCRETA
No se puede decir que Summer of 84 proponga nada nuevo. Sus referentes son evidentes y de sobra conocidos. Estamos ante una versión ochentera de La Ventana indiscreta (1954) que recuerda en un montón de cosas a películas como E.T., el extraterrestre (1982), Los Goonies (1985), Noche de miedo (1985), y por tanto a la ficción nostálgica más reciente como It (2017), I am not a serial killer (2016) y sobre todo a la serie Stranger Things. Veamos. Una chaval algo friki y con demasiada imaginación, Davey Armstrong (Graham Verchere), está convencido de que uno de sus vecinos es un peligroso asesino en serie. ¿Tiene razón o se lo inventa todo porque en su pueblo -clásico small town estadounidense- nunca pasa nada? Que sea real o fantasía lo que sospecha Davey es solo el McGuffin que mueve una trama, por otro lado, bastante entretenida. Pero lo importante es la amistad entre Davey y su pandilla: el nerd Curtis (Cory Gruter-Andrew), Woody (Caleb Emery) que tiene algo de sobrepeso, o 'Eats' (Judah Lewis), el bromista. Entrañable pandilla que se ganará nuestra simpatía. La película nos habla de ese verano en el que te cambia la vida para siempre y, claro, del primer amor, Nikki (Tiera Skovbye). También se refiere a la incomprensión de los padres -Jason Gray-Stanford y Shauna Johannesen-, o a ese mundo de los adultos que parece tan lejano, que da un poco de miedo, como el del policía Wayne Mackey (Rich Sommer), quien le dice a Davey que le gustaría poder congelarle en sus 15 años. Estamos ante una película que nos resultará familiar por los paseos en bicicleta, los walkie-talkies, las linternas encendidas por la noche, los prismáticos para espiar al vecino (o a la vecina), chavales en salones de videojuegos, leyendo cómics, robando revistas pornográficas y haciendo referencias a películas como Gremlins (1984). Pero también es una historia sobre el primer sorbo a una cerveza, sobre robar el coche a tus padres cuando todavía no sabes conducir, sobre el primer beso. La música hecha con el sintetizador de John Carpenter redondea la sensación de que estamos en un cine de barrio de hace 30 años. El trío de directores formado por François Simard, Anouk y Yoann-Karl Whissell, siguen enamorados del cine de la década de los 80: ya firmaron la simpática Turbo Kid (2015), pero aquí dan un paso más allá del divertimento nostálgico y crean personajes entrañables que nos importan, una trama entretenida y algunos momentos de tensión. Una gozada sin pretensiones.
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