El director coreano Hong Sang-soo -en Indienauta hemos reseñado Ahora sí, antes no (2015) y La cámara de Claire (2017)- depura al máximo su estilo sencillo, pero preciso, en La mujer que escapó, una propuesta de historia mínima, resuelta con una pasmosa economía de planos. Protagoniza su actriz fetiche -y pareja del director- Kim Min-hee, como Gam-hee, una mujer casada que visita, sucesivamente, a tres amigas. Con cada una de ellas mantendrá una conversación en un escenario diferente, tan cotidiano como las respectivas viviendas de cada una, o la sala de cine en la que trabaja la tercera. Lo primero que hay que decir es que hay que olvidar la palabra conflicto en estas tres historias, ya que cada una se desarrolla simplemente como una conversación entre amigas o conocidas, una puesta al día de vivencias, parejas, trabajos y de sus situaciones económicas y vitales. Son conversaciones plácidas, sin el menor atisbo de tensión dramática. Algo parecido a un conflicto aparece, sin embargo, de forma sorprendente, de manera externa y encarnada en tres personajes masculinos que se antojan intrusos en esta obra de marcado carácter femenino: un vecino que pide que no se alimente a un gato callejero, un amante despechado, y ese antipático director de cine que aparece en varias obras de Hong Sang-soo y que claramente le representa, aunque no de forma precisamente favorable. Todo en La mujer que escapó se cuenta a través del diálogo, aunque también, a través de lo que podemos inferir sobre lo no dicho. Y es que el director surcoreano deja al espectador completamente libre para interpretar -o no- las tres historias -prácticamente independientes- que está viendo. ¿Son sucesivas? ¿Ocurren todas durante el mismo día? ¿O que Gam-hee repita siempre que es la primera vez que se separa de su marido en 5 años indica que estamos ante historias alternativas, a la manera de Ahora sí, antes no? No sabría decirlo, pero lo cierto es que el propio Hong Sang-soo parece autocuestionarse ante el espectador: ¿Se puede ser sincero repitiendo siempre el mismo discurso? Como autor, el director siempre vuelve a los mismos temas, pero aquí, lleva su estilo al límite: como ya he dicho, no hay la más mínima progresión dramática y además, la puesta en escena economiza en planos hasta el estatismo. Cada conversación se desarrolla en un único plano, que apenas corregirá el director con un zoom o un pequeño movimiento de cámara. Y cómo colofón de cada una de las tres historias, el único tema musical de la película se repite en tres ocasiones -siempre el mismo-. Al final, quizás de forma significativa, aunque Hong Sang-soo nos muestra trozos de realidad cotidiana, su último plano se interna dentro de una pantalla de cine. Una película dentro de una película.
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