EL PROYECTO ADAM - VOLVER EN EL TIEMPO


Alguien debe haber pensado que mezclar los argumentos de E.T., el extraterrestre (1982) con Regreso al futuro (1985) y Terminator (1984), añadiendo los elementos más molones de Star Wars (1977) daría como resultado algo así como la película adolescente de aventura y fantasía perfecta. Y algo de razón parecen tener los autores detrás de El proyecto Adam, estrenada en Netflix, porque el resultado, un monstruo de Frankenstein de lo ochentero, es resultón y entretenido. La clave es haber dotado de alma al producto, dándole prioridad a los personajes, a las relaciones entre ellos y a sus emociones. El protagonista es Adam (Walker Scobel), un niño de 12 años cuyo padre -como en casi todas las películas citadas como referencia- está ausente y que, además, sufre acoso escolar -otro tópico del cine ochentero adolescente-. Estos elementos hacen que Adam sea el elegido para vivir una gran aventura fantástica llena de peligros y relacionada con los viajes en el tiempo. El argumento recicla ideas sin disimulo -luego alguno se queja de que todas las películas de superhéroes son iguales- y quizás el mejor ejemplo de esto es la utilización como leitmotiv del tema Gimme Some Lovin' de The Spencer Davis Group, mil veces versionado y usado en películas, series y anuncios, que aquí puede ser una referencia concreta a Águila de Acero (1986). Aún así, funciona muy bien esta película dirigida por Shawn Levy -no por nada, productor de Stranger Things-, gracias a sus actores. La interpretación de Ryan Reynolds -al que ya dirigió Levy en Free Guy (2021) y con el que volverá a coincidir en Deadpool 3- marca la personalidad del film con su sentido del humor. La gracia de la película radica en la relación entre el joven protagonista, Scobel, y Reynolds: el primero debe clonar los gestos y la forma de hablar del segundo, y la verdad es que lo hace muy bien, dando como resultado una entrañable buddy movie que funciona de maravilla. Como ya he dicho, la parte humana de la película es su gran reclamo, con eficaces interpretaciones de Jennifer Garner, Zoe Saldaña y Mark Ruffalo, un elenco que consigue hacer latir el corazón de El proyecto Adam. Un acierto, porque las escenas de acción y los efectos especiales son más bien modestos y aunque eficaces, se diferencian poco de cientos de películas ya vistas. El principal lastre del film es que los que ya tenemos una edad no encontraremos en él nada novedoso. Yo me he acordado hasta de Starfighter: la aventura comienza (1984). El caso es que a El proyecto Adam le falta sobre todo ese sense of wonder que tenían las películas de los años 80. Adam no se sorprende al encontrarse con el personaje de Ryan Reynolds porque ya ha visto Regreso al futuro y Terminator -como los espectadores maduros- por lo que asume todo lo que le pasa de una forma automática. ¿Cómo podemos maravillarnos como espectadores si los propios personajes reaccionan rutinariamente a todo lo que ocurre? Esta falta de originalidad se compensa, eso sí, con mucho humor y con guiños que buscan la complicidad y la nostalgia. El proyecto Adam no pasará a la historia del cine, como muchas otras cintas, pero es un producto digno y entretenido, sobre todo para el público más juvenil -e infantil-. Me gusta especialmente que se empeñe en generar emociones humanas, a pesar del uso de lo digital, y que recupere la figura de ese padre ausente en los títulos mencionados como referencia, lo que me ha permitido disfrutar doblemente de esta película con mis hijos.

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