Tár es de esas películas capaces de sumergirte en un mundo totalmente ajeno. El personaje protagonista, Lydia Tar, es una directora de orquesta de fama mundial y de su mano nos haremos una idea de cómo podría funcionar la filarmónica de Berlín. Veremos cómo Lydia prepara un importante concierto y su grabación, cómo se relaciona con los miembros de la orquesta, su funcionamiento interno, el juego político detrás de la elección de cada puesto, etc. Un escenario que convierte el film de Todd Field en un ejercicio de cine apasionante. Pero hay más. Porque Tár es la disección de un personaje. Desde la primera imagen de la película, en la que, no por casualidad, conoceremos a Lydia en su faceta pública, como genio de la música, iremos descubriendo capas y capas del personaje hasta llegar a lo más recóndito de su alma. Tampoco sorprende que una de las últimas secuencias del film nos lleve a la casa de su infancia. Una inmensa Cate Blanchett compone un personaje que quiere ser más grande que la vida, una mujer de éxito que le supone a la actriz interpretar a una persona histriónica, que esconde su verdadera naturaleza debajo de varias máscaras que irán cayendo, una a una, mientras se desarrolla esta película de generoso metraje -dos horas y casi 40 minutos-. Tár tiene referencias claras al movimiento Me Too, pero es sobre todo una reflexión sobre las relaciones de poder y los abusos -en una orquesta filarmónica de primer nivel o en un colegio infantil-; sobre si los grandes artistas están por encima del bien y del mal; sobre cómo pueden pervertirse los sueños de la infancia incluso cuando conseguimos alcanzarlos.
TÁR -MÁSCARAS
Tár es de esas películas capaces de sumergirte en un mundo totalmente ajeno. El personaje protagonista, Lydia Tar, es una directora de orquesta de fama mundial y de su mano nos haremos una idea de cómo podría funcionar la filarmónica de Berlín. Veremos cómo Lydia prepara un importante concierto y su grabación, cómo se relaciona con los miembros de la orquesta, su funcionamiento interno, el juego político detrás de la elección de cada puesto, etc. Un escenario que convierte el film de Todd Field en un ejercicio de cine apasionante. Pero hay más. Porque Tár es la disección de un personaje. Desde la primera imagen de la película, en la que, no por casualidad, conoceremos a Lydia en su faceta pública, como genio de la música, iremos descubriendo capas y capas del personaje hasta llegar a lo más recóndito de su alma. Tampoco sorprende que una de las últimas secuencias del film nos lleve a la casa de su infancia. Una inmensa Cate Blanchett compone un personaje que quiere ser más grande que la vida, una mujer de éxito que le supone a la actriz interpretar a una persona histriónica, que esconde su verdadera naturaleza debajo de varias máscaras que irán cayendo, una a una, mientras se desarrolla esta película de generoso metraje -dos horas y casi 40 minutos-. Tár tiene referencias claras al movimiento Me Too, pero es sobre todo una reflexión sobre las relaciones de poder y los abusos -en una orquesta filarmónica de primer nivel o en un colegio infantil-; sobre si los grandes artistas están por encima del bien y del mal; sobre cómo pueden pervertirse los sueños de la infancia incluso cuando conseguimos alcanzarlos.
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