Godzilla Minus One (2023) sortea el que puede ser el gran defecto de la inmensa mayoría de las películas sobre el mítico monstruo -no solo las japonesas, también las estadounidenses- que no es otro que el poco interés que despiertan los personajes humanos que deben sobrevivir -y destruir- a la colosal amenaza. En esta película, dirigida por Takashi Yamakazi, el protagonista -un piloto kamikaze fracasado- sobrevive al combate de la Segunda Guerra Mundial solo para enfrentarse al gigantesco monstruo como nueva amenaza en un Japón en reconstrucción. Este personaje, se rodea, primero, de una improvisada familia -una joven superviviente y una bebé- y luego, de la tripulación con la que tendrá que compartir un peligroso trabajo desactivando minas marinas desde un barco. Este elenco de personajes se hacen bastante más simpáticos y entrañables que los de la gran mayoría de películas del genero iniciado con Godzilla: Japón bajo el terror del monstruo (1954). Con esta baza, la película consigue sortear los típicos baches de interés en estas cintas cuando no aparece el monstruo, sin duda, el gran gancho para el espectador. Precisamente, Godzilla Minus One se presenta como una precuela/remake del film original, al iniciar el relato en la Segunda Guerra Mundial mostrándonos a una versión primitiva del monstruo como un ‘simple’ dinosaurio -una idea ya presente en Godzilla vs. King Ghidorah (1991)- y luego saltar en el tiempo a los años 50, recreando brevemente la destrucción de Tokio -recuperando momentos de la cinta original de Honda y el tema musical de Akira Ifukube- para luego enfocar la acción de una forma bastante original, utilizando como escenario el mar, que en cintas anteriores había sido poco utilizado. Así, se plantean set pieces estupendas, como el primer ataque al campamento militar japonés, de tono terrorífico; el primer asedio y persecución del barco protagonista, que remite a Tiburón (1975) -un guiño que ya se hacia en Godzilla (1998) de Roland Emmerich-; y un estupendo enfrentamiento final que remite, nada menos, que a Dunkerque (2017). Con algunas gotas de melodrama chapliniano, Godzilla Minus One no habla tanto del pánico nuclear, sino del dolor -japonés- tras perder la guerra y el honor de una nación, planteando un mensaje optimista -y antimilitarista- sobre la reconstrucción de un país. Una de las mejores películas de Godzilla.
GODZILLA MINUS ONE -JAPÓN BAJO EL TERROR DEL MONSTRUO
Godzilla Minus One (2023) sortea el que puede ser el gran defecto de la inmensa mayoría de las películas sobre el mítico monstruo -no solo las japonesas, también las estadounidenses- que no es otro que el poco interés que despiertan los personajes humanos que deben sobrevivir -y destruir- a la colosal amenaza. En esta película, dirigida por Takashi Yamakazi, el protagonista -un piloto kamikaze fracasado- sobrevive al combate de la Segunda Guerra Mundial solo para enfrentarse al gigantesco monstruo como nueva amenaza en un Japón en reconstrucción. Este personaje, se rodea, primero, de una improvisada familia -una joven superviviente y una bebé- y luego, de la tripulación con la que tendrá que compartir un peligroso trabajo desactivando minas marinas desde un barco. Este elenco de personajes se hacen bastante más simpáticos y entrañables que los de la gran mayoría de películas del genero iniciado con Godzilla: Japón bajo el terror del monstruo (1954). Con esta baza, la película consigue sortear los típicos baches de interés en estas cintas cuando no aparece el monstruo, sin duda, el gran gancho para el espectador. Precisamente, Godzilla Minus One se presenta como una precuela/remake del film original, al iniciar el relato en la Segunda Guerra Mundial mostrándonos a una versión primitiva del monstruo como un ‘simple’ dinosaurio -una idea ya presente en Godzilla vs. King Ghidorah (1991)- y luego saltar en el tiempo a los años 50, recreando brevemente la destrucción de Tokio -recuperando momentos de la cinta original de Honda y el tema musical de Akira Ifukube- para luego enfocar la acción de una forma bastante original, utilizando como escenario el mar, que en cintas anteriores había sido poco utilizado. Así, se plantean set pieces estupendas, como el primer ataque al campamento militar japonés, de tono terrorífico; el primer asedio y persecución del barco protagonista, que remite a Tiburón (1975) -un guiño que ya se hacia en Godzilla (1998) de Roland Emmerich-; y un estupendo enfrentamiento final que remite, nada menos, que a Dunkerque (2017). Con algunas gotas de melodrama chapliniano, Godzilla Minus One no habla tanto del pánico nuclear, sino del dolor -japonés- tras perder la guerra y el honor de una nación, planteando un mensaje optimista -y antimilitarista- sobre la reconstrucción de un país. Una de las mejores películas de Godzilla.
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