REINA ROJA -HOLLYWOOD A LA ESPAÑOLA



Lo mejor que se puede decir de Reina Roja -tanto de la novela de Juan Gómez-Jurado y de la serie de Amazon Prime Video- es alabar su falta de complejos al proponer una ficción que solemos aceptar sin regañadientes cuando la propuesta proviene de Estados Unidos, pero que miramos con recelo cuando la etiqueta pone Made In Spain. Estamos ante un argumento que parte de varios clichés del blockbuster de Hollywood de los últimos años: un retorcido asesino en serie con un modus operandi que deja pistas a los investigadores; una organización gubernamental secreta de inteligencia especializada en resolver estos crímenes de forma discreta; una protagonista femenina muy dotada para la investigación criminal, pero de pésimas habilidades sociales; y la dinámica tradicional de una buddy movie que junta a dos personajes opuestos que se ven obligados a trabajar juntos. Gómez-Jurado mete en la coctelera a James Bond, El silencio de los corderos (1991), Seven (1995) y Saw (2004), sin olvidar series como Sherlock (2010) y Homeland (2011), y lo mezcla todo añadiendo, claro, el sabor español. Empezando porque los personajes viven en un mundo en el que todas esas películas existen -y las han visto- lo que permite una sana distancia irónica, y continuando con la apuesta de hacer los escenarios -en su mayoría madrileños- reconocibles para el espectador patrio. ¿Por qué no? Lo positivo de Reina Roja son estos guiños autóctonos: lo que mejor representa esta idea es el personaje de Maritxu (Karmele Larrinaga), una típica madre española -concretamente, vasca- que no podría existir en una película de Tom Cruise.Los diálogos costumbristas de Maritxu contrastan muy fuerte con los diálogos de película de espías del resto de personajes, que, en mi opinión, a veces chirrían. Como si Gómez-Jurado hubiese decidido partir del cliché para llegar a algo nuevo y más fresco. La cosa funciona, a medias. Hay en Reina Roja -la serie- la sensación de un camino emprendido en una dirección correcta que no ha llegado del todo a buen puerto, al menos no de forma redonda. Quizás en la segunda temporada se corrijan esas imperfecciones propias, por otro lado, de lo complicado que debe ser crear y rodar una serie de televisión. Así, nos encontramos con secuencias muy bien rodadas, de forma muy creativa, por ejemplo, para expresar visualmente la forma de ver el mundo de la protagonista; pero también con secuencias que parecen intercambiables con las de cualquier serie/película de género. En todo caso, lo mejor de Reina Roja son sus actores. Vicky Luengo siempre cumple y aquí, su papel de genio en el espectro autista casi parece demasiado fácil para ella: hasta que la vemos en los flashbacks mostrándonos cómo era Antonia Scott antes de sus traumas y nos damos cuenta de su gran capacidad de transformación. Frente a Luengo, Hovik Keuchkerian es puro carisma, una presencia física imponente en la pantalla. Está genial y casi siempre consigue salvar la función. Los secundarios de lujo como Àlex Brendemühl y Emma Suárez se antojan casi desperdiciados, sobre todo el primero. Mencionemos también el cameo de Eduardo Noriega, cuyo fichaje no me parece casual: él protagonizó aquellas películas de Alejandro Amenábar y Mateo Gil en los años 90 que intentaron demostrar que se podría hacer cine de género, comercial, a la ‘americana’ en España. Lo mismo que intenta Reina Roja.

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