The Get Down es el punto en un vinilo, en una mesa de mezclas, que permite que el ritmo sea eterno. La nueva ficción de Baz Luhrmann -director de Romeo y Julieta (1996) y Moulin Rouge (2001)- busca también ese punto, ese ritmo, ese fluir constante, a través de las imágenes, el sonido y el montaje. Y lo consigue. Eso sí, hay que tener en cuenta que la obra de Luhrmann no desarrolla sus ficciones en coordenadas realistas, sino en una irrealidad similar a la de un musical de Broadway o un videoclip. Por eso, es un error buscar en esta serie una historia del hip hop. Luhrmann crea algo distinto: el relato mítico sobre el nacimiento de esta subcultura, algo así como el western de Hollywood con respecto a la conquista del Oeste. The Get Down es excesiva, larga -el primer episodio dura 90 minutos y el resto 60- inocente pero épica y sobre todo absorbente. El montaje del primer capítulo es un mosaico de planos cortos que registran sensaciones, aunque la cámara a veces se aleje en panorámicas ascendentes obtenidas con grúa. Imágenes de archivo del sucio Nueva York de los años 70 -el de los altos índices de criminalidad- y planos de los pintarrajeados trenes del metro, sirven de "cortinillas" para separar las secuencias. La música no deja de escucharse en ningún momento. Luhrmann satura la pantalla con una tormenta de imágenes en movimiento, pero sabe detenerse cuando hace falta: para mostrarnos el talento de uno de los protagonistas -el Romeo de esta función- Ezekiel, interpretado por un soberbio Justice Smith, capaz de expresar fragilidad pero también rabia al recitar los versos que ha nacido para rapear. The Get Down es West Side Story (Robert Wise, 1961), The Warriors (Walter Hill, 1979) y Straight Outta Compton (F. Gary Gray, 2015). Es una fantasía romántica sobre la cultura del hip hop que se vale de sus formas expresivas: el graffiti, el rap y el breakdance. La historia de amor que propone Luhrmann es inocente y arrebatada, pero se inscribe en una problemática social, la de las minorías afroamericana e hispana.
Lamentablemente, esta exuberancia se acaba tras el primer episodio -casi un largometraje en sí mismo- ya que Luhrmann cede el testigo tras la cámara. Tres directores le sustituyen en los cinco capítulos restantes y la diferencia es notable. La segunda entrega casi parece otra serie, o más bien, una serie "normal". El estilo de Luhrmann consiste en una cierta forma de narrar que aporta densidad a lo que en realidad es una historia sencilla, esquemática, incluso inocente. El mismo guión en manos de otros pierde peso, intensidad e interés. The Get Down pega un bajón tras su primer episodio. ¿Vale la pena continuar su visionado? El tercer capítulo, aún sin contar con la dirección de Luhrmann, es una pequeña obra maestra, ambiciosa, que entreteje varias historias. Utiliza como telón de fondo el apagón de Nueva York de 1977, que le sirve para marcar un punto de inflexión y la pérdida de la inocencia de los protagonistas. En este episodio, titulado Darkness is Your Candle, destaca una interpretación conmovedora de Jimmy Smits -en el papel de Francisco "Papa Fuerte" Cruz- que revela aquí la complejidad de su personaje. Además, la protagonista, Mylene Cruz (Herizen F. Guardiola) derrocha carisma protagonizando su propia pequeña versión -latina- de Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954).
A continuación, la historia crece. Se abre una trama política alrededor del futuro alcalde Ed Koch (1978-1989), que "limpiaría" los trenes del metro de graffitis. Los protagonistas evolucionan para afrontar una problemática existencial que les obliga a decidir entre sus sueños y su identidad como minoría racial oprimida. Además, se explora el tema de la creación, de la autoría artística, de su relación con las drogas y hasta con la piratería ilegal. Es en el quinto episodio cuando ocurre el clímax de esta primera tanda y cuando se articula el mensaje de fondo de la serie: la música. La pareja protagonista se expresa, se enfrenta a la existencia y sobrevive, cantando. Mylene quiere ser una diva de la música disco, Ezekiel sueña con ser MC. Pero lo importante es que la música se establece como una forma de liberación: de la pobreza, de la opresión, de la adicción a las drogas y hasta del fanatismo religioso. En esta serie de Netflix, la música y el baile son elementos de cohesión social más efectivos que los colegios, la iglesia o incluso la familia. El lado más pop y divertido de este mensaje es el personaje de Shaolin Fantastic (Shameik Moore) que con sus zapatillas Puma rojas ha hecho de la música su camino espiritual. Shao es Kwai Chang Caine (David Carradine) de la teleserie Kung Fu (1972), cambiando los puñetazos y las patadas por el scratching. Su maestro, Grandmaster Flash (Mamoudou Athie) le llama grasshoper, es decir, "pequeño saltamontes". Pero Shao no es un personaje de tebeo, ya que representa, además, las tentaciones, el lado oscuro -y criminal- del mundo del espectáculo.
The Get Down culmina con un sexto episodio apoteósico que marca un antes y un después para los personajes, pero deja abiertas varias tramas cuyo desarrollo posterior será apasionante descubrir. El fresco que ha comenzado a pintar la serie parece ambicioso y podría no limitarse al hip hop, ni a las minorías hispana y afroamericana: se adivinan temas como la muerte de la música disco, los derechos de los homosexuales y hasta el nacimiento del punk. Si a esto añadimos que podemos esperar otro episodio dirigido por Baz Luhrmann, hay razones de sobra para seguir atentos. Habrá nuevos capítulos en 2017.
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