Una de las películas más bonitas que he visto, Kubo y las dos cuerdas mágicas me ha hecho reflexionar sobre el público objetivo de la animación mainstream actual. Cuarta producción del estudio Laika -que empezará a estar en boca de los que van de "enteraos"- tras Los mundos de Coraline, El alucinante mundo de Norman y Los Boxtrolls, esta película confirma que esta gente va por libre. Y es de agradecer, porque nos permite decir que, desde hace ya algunos años, la animación ha dejado de ser -solo- para niños. Utilizar la "caduca" técnica del stop motion es motivo suficiente para ganarse mi simpatía. Pero Kubo es extrañamente reflexiva para ser un film de animación: hay muchas conversaciones entre los tres personajes principales, largos diálogos que detienen el ritmo de la narración y que sirven como contrapunto a las frenéticas escenas de acción y aventura. También hay que decir que estamos ante un film muy oscuro, en el que casi toda la historia transcurre de noche, y que contiene momentos verdaderamente terroríficos, como la aparición de las malvadas hermanas -interpretadas por Rooney Mara- que parecen salidas de una película de terror japonesa y que van ataviadas con sombreros que me recuerdan a los de los temibles Rayo, Trueno y Lluvia de Golpe en la pequeña China (1986). Pero seguro que John Carpenter se inspiró en alguna cinta china que desconozco y que sirve de referencia también a esta. Además, un viejuno como yo no pudo evitar que Mona (Charlize Theron) le recordase al babuino -un príncipe hechizado- animado por Ray Harryhausen para Simbad y el ojo del tigre (1977). Kubo y las dos cuerdas mágicas, más que contar una historia, quiere hablarnos de contar historias. Esos diálogos a los que he hecho referencia anteriormente reinciden -demasiadas veces- sobre el tema de la vida, la muerte, la memoria, y cómo todo relato necesita un final, pero que, cuando este vuelve a ser narrado una y otra vez, deviene infinito. Y si ese relato es nuestra historia -o como aquí, la de una familia- nos hace inmortales. Es esta, quizás, una idea demasiado abstracta para un film animado. Lo que me hace preguntarme de nuevo para quién se ha hecho esta película. El diseño de los personajes apunta a un público infantil, pero su argumento es demasiado oscuro para un niño pequeño. Su temática sobre la muerte, algo conflictiva para un niño mayor. Le falta cinismo para atraer a un adolescente y el adulto encontrará la historia simple y predecible. Solo queda entonces dejarse llevar por la prodigiosa técnica del stop motion, verdaderamente bonita. Por lo que llego a la conclusión de que Kubo y las dos cuerdas mágicas solo es apta para los amantes de la animación. Para los que buscan siempre la imagen bella.
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