BRIGHT -BLOCKBUSTER DE ANDAR POR CASA



Mientras Star Wars: El último Jedi bate récords en las salas de cine, Netflix sigue apostando fuerte por un modelo diferente de consumo cinematográfico. La promoción de Bright hace pensar en un estreno en cines, con trailer y carteles en las calles. Protagoniza toda una estrella taquillera -aunque venida a menos- como Will Smith -Independence Day (1996)- quien paradójicamente se convirtió en lo que es gracias a la televisión -El príncipe de Bel-Air (1990-1996)-. Dirige David Ayer -guionista de Training Day (20019- que aquí se recupera parcialmente del desastre de Escuadrón suicida (2016). El guión es de Max Landis -hijo de John Landis- y de irregular carrera -Chronicle (2012), American Ultra (2015) y Víctor Frankenstein (2015)- que aquí propone una buddy movie en la que Smith es un policía humano y su compañero es un orco, interpretado por Joel Edgerton -El regalo (2015), Loving (2016)-. Estamos en un mundo que parece una secuela muy tardía -2.000 años después- y urbana -en Los Angeles- de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001). La idea tiene gracia, pero el desarrollo carece del ingenio necesario para que la historia resulte fresca. El orco de Edgerton está desaprovechado y no se explota su relación con Smith: recordemos que este tiene experiencia en este tipo de papeles -Dos policías rebeldes (1994), Men In Black (1997)-. En el mundo que dibuja Bright los conflictos raciales, de clase, la crisis económica y la corrupción policial conviven con elfos, hadas, centauros y varitas mágicas. Esto, que podría ser muy estimulante, se queda en ideas que Landis va apuntando sin darles más recorrido. Consigue hacer el relato entretenido, sin duda, pero pronto el argumento parece rutinario, ya visto. Y es que, al menos yo, todavía recuerdo Alien nación (1988). A pesar de algunos chistes afortunados, de unas pocas escenas de acción espectacular, de caras conocidas en el reparto -Noomi Rapace, Edgar Ramírez- y del intento de buscar ecos de crítica social -al estilo de la estupenda Distrito 9 (2009)- nada hace que Bright resulte mínimamente memorable al acabar su visionado, tras el cual, simplemente, apagaremos la tele. ¿Sería mayor la decepción si saliéramos de una sala de cine?

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