ARDE MADRID -GAMA DE GRISES


Como una juerga en la casa de Ava Gardner, Arde Madrid es divertida y excesiva, pero también caótica y posiblemente intrascendente. La premisa me parece irresistible. Quizás, demasiado. Es la historia de un matrimonio que trabaja al servicio de Ava Gardner, durante su estancia en Madrid, en pleno franquismo, en los años 50. ¿Quién no quiere ver eso? El problema es, quizás, que la serie producida por Movistar no consigue aprovechar las posibilidades de esta idea. El resultado es, sobre todo, irregular. Escenas divertidas se intercalan con momentos apagados en un argumento inconexo, que encadena situaciones más que hilar un argumento. Los creadores de esta ficción, Paco León y Anna R. Costa prefieren mantenerse libres -y eso puede tener su gracia- en cuanto al relato y buscan una unidad temática antes que argumental: la moral escandalosa de una estrella Hollywood, insertada en una dictadura ultra católica. Esto parece materia suficiente para varias temporadas. Además de la premisa, Arde Madrid, tiene a su favor una intérprete como Inma Cuesta -para mí lo mejor de la serie- en el papel de Ana Mari, de moral estrecha y con una cojera acorde. En el otro extremo del espectro está Ava Gardner: la actriz estadounidense Debi Mazar es un hallazgo. Entre ambos personajes, se mueve Manolo, el propio Paco León, que representa la hipocresía que se esconde debajo de la fachada de rectitud moral. Manolo es machista, sinvergüenza, sin escrúpulos: canalla pero simpático. Luego está la otra criada, Pilar -Anna Castillo- pragmática, realista, conformista, obligada a vivir bajo la moral impuesta, pero que no puede evitar que, hacer el amor, la vuelva loca. Completan el reparto personajes como Floren -Julián Villagrán-, que tiene 'un poquito' de esquizofrenia; el asistente de la Gardner, Bill (Ken Appledorn), y la caricatura franquista, Clara, que defiende Carmen Machi. Eso sin olvidar a los vecinos de Ava, los Perón, Juan Domingo e Isabelita (Osmar Núñez y Fabiana García Lago). 

Arde Madrid es divertida cuando se deja llevar por un punto de locura. Creo que comienza seria, algo oscura y luego va derivando hacia una comedia más clara. Su argumento desmiente enseguida su premisa: en el primer capítulo vemos que el matrimonio que trabaja para Ava Gardner -Ana Mari y Manolo- no es tal, sino agentes infiltrados por el régimen para vigilar que la actriz de Hollywood no sirva de tapadera a disidentes comunistas. ¿Hacía falta este giro? No. Porque esta trama, que puede recordar a ¡Ave César! (2016), debería ser la principal, pero apenas se desarrolla durante los 8 capítulos de la primera temporada. Podemos olvidarnos de ella. En cambio, los chanchullos de Manolo -con un clan gitano delincuente que no esquiva el estereotipo- y el conservadurismo de Ana Mari, son más importantes. Paco León e Inma Cuesta tienen química, pero la tensión sexual entre ellos se desinfla demasiado pronto. El personaje de él, además, no está bien definido: ya he dicho que acumula rasgos deleznables, machista, grosero, deshonesto. Pero la comicidad de Paco León -y el buen rollo que da este actor- muchas veces sale a la superficie, haciéndonos reír, sí, pero contradiciendo la naturaleza del personaje. Mencionemos también cierta redundancia dramática: Pilar, la otra criada en la casa, no aporta nada y su historia me parece ya muy vista (y cierra en falso). Creo que la capacidad de la actriz -Anna Castillo, la recordaréis de La llamada- está desaprovechada. Echo de menos también al personaje de Julián Villagrán, cuya pérdida de contacto con la realidad podría haber servido para generar bastante enredo. Tampoco entiendo muy bien qué pintan los Perón, simples víctimas del ruido que produce la ajetreada vida de Ava Gardner y protagonistas de una subtrama paranoica que no se termina de desarrollar en ningún momento. Luego están los llamativos cameos: Melody como Carmen Sevilla, Mariola Fuentes como Lola Flores, Eugenia Martínez de Irujo como la Duquesa de Alba, Cristina Alarcón como Carmen Cervera (y varios más) son apenas guiños, rostros que se asoman, pero que no son aprovechados para hacer un comentario sobre la época, o sobre el famoso, o sobre algo. Con estos elementos, la serie se deja ver, entretiene y hasta se nos puede escapar alguna carcajada. Quizás, el problema soy yo y no hay que pedirle a Arde Madrid lo que no pretende ser. Yo esperaba un 'Cuéntame' en versión freak o punk. Pero he encontrado una serie tímida, incapaz de sorprender (o de ofender). Un buen producto en un blanco y negro que, en realidad, es una gama de grises.

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