Tras el inmenso éxito de El sexto sentido (1999) M. Night Shyamalan realizó en el año 2000, El protegido, quizás la primera decepción para el gran público, que esperaba una repetición de aquella película. Pero para muchos otros, aquella se convirtió en la mejor película de un director cuya carrera iría perdiendo progresivamente el favor de las audiencias, sobre todo a partir de la magnífica La joven de agua (2006), y hasta tocar fondo con After Earth (2014). El protegido utilizaba el giro final que se ha convertido en seña de estilo de Shyamalan para, como de costumbre, hacernos replantearnos la naturaleza del relato que hemos presenciado. Una historia de misterio de corte fantástico se convertía literalmente en un tebeo de superhéroes, abrazado en toda su inocencia -el punto débil de David Dunn (Bruce Willis) es el agua- pero apostando estéticamente por un absoluto realismo. El protegido hacía gala, además, de una narración descomprimida que convertiría cada pequeño instante del argumento en un evento trascendental. Si en un comicbook clásico el origen del héroe queda resuelto en la primera página, aquí se necesita de un largometraje entero para presentar al protagonista y a su villano. 18 años después, Shyamalan ha resucitado su carrera con películas tan simpáticas como la terrorífica La visita (2015) y con un nuevo éxito comercial como Múltiple (2016), cuyo giro final revelaba que habíamos visto una historia enmarcada dentro del universo narrativo de El protegido. Algo así como el 'shyamalaverso'. Pero otras cosas han pasado en estos 18 años. Si en aquel año 2000 apenas comenzaba a surgir el cine de superhéroes con X-Men (Bryan Singer, 2000) -Spider-Man llegaría en 2002- hoy ya hemos visto El caballero oscuro (2008), Vengadores: Infinity War (2018), y Black Panther ha sido nominada a la mejor película en los Oscar. ¿Qué puede aportar entonces Glass al subgénero? La película no deja de utilizar la fórmula Marvel, consistente en presentar a héroes en largometrajes individuales, para luego juntarlos en una sola pelicula-evento. Pero en manos de Shyamalan la propuesta se convierte en algo diferente al puro espectáculo, algo original y muy interesante. Retomando la historia de El protegido y Múltiple para desarrollarlas y enfrentar a sus personajes principales, Glass se centra en un tercer vértice, Mr. Glass (Samuel L. Jackson), que servirá como eje del relato y 'mente maestra' en las sombras. Pero además, resulta clave la presencia de Sarah Paulson, que como la doctora Ellie Staple, se dedica a psicoanalizar a los tres personajes superhumanos, lo que conlleva el cuestionamiento de los arquetipos de los tebeos de superhéroes. Shyamalan se dedica constantemente a poner en duda lo que debe pertenecer al mundo real y al de los tebeos, en un juego maravilloso, que, junto a su elegante puesta en escena, hace que la película sea muy disfrutable. Varios giros sorpresa redondean una historia que huye de los despliegues de efectos especiales, sabedora de que no juega con las mismas cartas que Marvel o DC. Lo que propone Glass es una mirada de autor sobre el universo ficticio de los héroes enmascarados, que, además es una mirada de amor que huye del desdén y la superioridad.
GLASS -EL AMANECER DEL SUPERHÉROE
Tras el inmenso éxito de El sexto sentido (1999) M. Night Shyamalan realizó en el año 2000, El protegido, quizás la primera decepción para el gran público, que esperaba una repetición de aquella película. Pero para muchos otros, aquella se convirtió en la mejor película de un director cuya carrera iría perdiendo progresivamente el favor de las audiencias, sobre todo a partir de la magnífica La joven de agua (2006), y hasta tocar fondo con After Earth (2014). El protegido utilizaba el giro final que se ha convertido en seña de estilo de Shyamalan para, como de costumbre, hacernos replantearnos la naturaleza del relato que hemos presenciado. Una historia de misterio de corte fantástico se convertía literalmente en un tebeo de superhéroes, abrazado en toda su inocencia -el punto débil de David Dunn (Bruce Willis) es el agua- pero apostando estéticamente por un absoluto realismo. El protegido hacía gala, además, de una narración descomprimida que convertiría cada pequeño instante del argumento en un evento trascendental. Si en un comicbook clásico el origen del héroe queda resuelto en la primera página, aquí se necesita de un largometraje entero para presentar al protagonista y a su villano. 18 años después, Shyamalan ha resucitado su carrera con películas tan simpáticas como la terrorífica La visita (2015) y con un nuevo éxito comercial como Múltiple (2016), cuyo giro final revelaba que habíamos visto una historia enmarcada dentro del universo narrativo de El protegido. Algo así como el 'shyamalaverso'. Pero otras cosas han pasado en estos 18 años. Si en aquel año 2000 apenas comenzaba a surgir el cine de superhéroes con X-Men (Bryan Singer, 2000) -Spider-Man llegaría en 2002- hoy ya hemos visto El caballero oscuro (2008), Vengadores: Infinity War (2018), y Black Panther ha sido nominada a la mejor película en los Oscar. ¿Qué puede aportar entonces Glass al subgénero? La película no deja de utilizar la fórmula Marvel, consistente en presentar a héroes en largometrajes individuales, para luego juntarlos en una sola pelicula-evento. Pero en manos de Shyamalan la propuesta se convierte en algo diferente al puro espectáculo, algo original y muy interesante. Retomando la historia de El protegido y Múltiple para desarrollarlas y enfrentar a sus personajes principales, Glass se centra en un tercer vértice, Mr. Glass (Samuel L. Jackson), que servirá como eje del relato y 'mente maestra' en las sombras. Pero además, resulta clave la presencia de Sarah Paulson, que como la doctora Ellie Staple, se dedica a psicoanalizar a los tres personajes superhumanos, lo que conlleva el cuestionamiento de los arquetipos de los tebeos de superhéroes. Shyamalan se dedica constantemente a poner en duda lo que debe pertenecer al mundo real y al de los tebeos, en un juego maravilloso, que, junto a su elegante puesta en escena, hace que la película sea muy disfrutable. Varios giros sorpresa redondean una historia que huye de los despliegues de efectos especiales, sabedora de que no juega con las mismas cartas que Marvel o DC. Lo que propone Glass es una mirada de autor sobre el universo ficticio de los héroes enmascarados, que, además es una mirada de amor que huye del desdén y la superioridad.
VERANO DEL 84 -LA VENTANA INDISCRETA
No se puede decir que Summer of 84 proponga nada nuevo. Sus referentes son evidentes y de sobra conocidos. Estamos ante una versión ochentera de La Ventana indiscreta (1954) que recuerda en un montón de cosas a películas como E.T., el extraterrestre (1982), Los Goonies (1985), Noche de miedo (1985), y por tanto a la ficción nostálgica más reciente como It (2017), I am not a serial killer (2016) y sobre todo a la serie Stranger Things. Veamos. Una chaval algo friki y con demasiada imaginación, Davey Armstrong (Graham Verchere), está convencido de que uno de sus vecinos es un peligroso asesino en serie. ¿Tiene razón o se lo inventa todo porque en su pueblo -clásico small town estadounidense- nunca pasa nada? Que sea real o fantasía lo que sospecha Davey es solo el McGuffin que mueve una trama, por otro lado, bastante entretenida. Pero lo importante es la amistad entre Davey y su pandilla: el nerd Curtis (Cory Gruter-Andrew), Woody (Caleb Emery) que tiene algo de sobrepeso, o 'Eats' (Judah Lewis), el bromista. Entrañable pandilla que se ganará nuestra simpatía. La película nos habla de ese verano en el que te cambia la vida para siempre y, claro, del primer amor, Nikki (Tiera Skovbye). También se refiere a la incomprensión de los padres -Jason Gray-Stanford y Shauna Johannesen-, o a ese mundo de los adultos que parece tan lejano, que da un poco de miedo, como el del policía Wayne Mackey (Rich Sommer), quien le dice a Davey que le gustaría poder congelarle en sus 15 años. Estamos ante una película que nos resultará familiar por los paseos en bicicleta, los walkie-talkies, las linternas encendidas por la noche, los prismáticos para espiar al vecino (o a la vecina), chavales en salones de videojuegos, leyendo cómics, robando revistas pornográficas y haciendo referencias a películas como Gremlins (1984). Pero también es una historia sobre el primer sorbo a una cerveza, sobre robar el coche a tus padres cuando todavía no sabes conducir, sobre el primer beso. La música hecha con el sintetizador de John Carpenter redondea la sensación de que estamos en un cine de barrio de hace 30 años. El trío de directores formado por François Simard, Anouk y Yoann-Karl Whissell, siguen enamorados del cine de la década de los 80: ya firmaron la simpática Turbo Kid (2015), pero aquí dan un paso más allá del divertimento nostálgico y crean personajes entrañables que nos importan, una trama entretenida y algunos momentos de tensión. Una gozada sin pretensiones.
EL BLUES DE BEALE STREET -HISTORIA DE AMOR EN HARLEM
Lamentablemente, no creo que Moonlight (2016) sea recordada más que por haber sido la película que le 'robó' el Oscar a La La Land (2016), film que tiene unas características -estrellas, temas musicales- que le aseguran una mayor permanencia en la memoria cinéfila de los espectadores. Pero esto no quiere decir que la película de Barry Jenkins no sea una obra magnífica. Es solo que, en esa estúpida categoría mental de 'mejor película', parece que solo pueden estar films 'grandes'. Moonlight y ahora El blues de Beale Street son cintas 'pequeñas', que no menores. De Jenkins me atrapa su capacidad para crear una atmósfera de intimidad con el espectador, que produce la sensación de estar en comunión con lo que se cuenta en la pantalla. Como director, estamos ante un artista de lo sensorial, que logra hacernos sentir sus historias, en la piel, en la punta de los dedos, en los labios. Los personajes de Jenkins son tremendamente humanos y cercanos, muy reconocibles en unas pocas pinceladas. Personalmente, me conmovió -y no olvido- la historia de Chiron en Moonlight, como tampoco creo que olvide la de Tish (Kiki Layne) y Fonny (Stephan James) en esta película. En la gran pantalla hemos visto muchas historias de amor, pero esta cinta necesitaba una pareja con la que pudiéramos identificarnos. Tish y Fonny nos importan, nos preocupamos por ellos. Son tiernos y representan el amor puro. Alrededor de ellos, breves secundarios brillantes, otro punto fuerte de Jenkins: su capacidad para fabricar personajes entrañables -recordemos el Juan, de Mahersala Ali- interpretados aquí por Colman Domingo, Diego Luna, Brian Tyree Henry y sobre todo Regina King, justamente nominada al Oscar como actriz de reparto. También está nominado Jenkins por su adaptación de la novela de James Baldwin. Jenkins se permite ser literario, usa la voz en off de Tish, que sirve de hilo conductor narrativo para una historia episódica, en la que saltamos de una situación a otra, de un personaje a otro. La cinta tiene una tercera nominación a la mejor música original. Firmada por Nicholas Britell -con el que ya colaboró en Moonlight- con aires de blues, Jenkins consigue momentos de fusión perfecta entre la imagen y la música, como el extraordinario uso del tema Eros. El blues de Beale Street reincide en el interés de Jenkins por personajes luchadores, marginados por su raza, por su condición social, por el conservadurismo religioso, que aquí sin embargo aceptan su destino con una solidaridad y un optimismo difíciles de olvidar.
MANDY -GRINDHOUSE
Como ver una película de John Carpenter durante un viaje de LSD. Mandy, segundo film del director Panos Cosmatos, escapa a una definición sencilla. La historia no puede ser más simple: una revenge movie, bastante directa, en la que el héroe encarnado por Nicolas Cage se enfrenta a una secta religiosa que parece salida de la mente del fallecido Charles Manson. Agreguemos a esto un elemento fantástico: un extraño grupo de demonios, monstruos o ¿cenobitas?, motoristas, invocados por el gurú Jeremiah Sand (Linus Roache). Seres fantásticos que están ahí sin demasiada justificación, ni explicación, sin que a nadie le parezcan raros. Están en la película, simplemente porque molan. El planteamiento de Mandy es puro cine grindhouse, puro pulp fiction, algo que se refleja en las novelas de fantasía que lee Mandy Bloom (Andrea Risenborough). Hay mucha violencia, gore gratuito, y acción de serie B. Pero lo importante es el tratamiento visual -y sonoro- que propone Panos Cosmatos. Con estética ochentera, los planos más hermosos de esta película parecen una portada de Richard Corben para la revista Heavy Metal. La imagen está casi siempre distorsionada, abombada, con flares muy locos cegándonos. La fotografía, algo oscura, casi siempre nocturna, se inunda de colores intensos pero apagados. Los personajes son como siluetas recortadas: no puedo decir que haya podido echarle un buen vistazo a los 'cenobitas'. Luego está el sonido: voces distorsionadas en secuencias enteras, que te hacen sentir que estás dentro de un sueño. Más bien dentro de una pesadilla, o de un mal viaje lisérgico. La música del fallecido Jóhann Jóhansson ayuda a fabricar también esa atmósfera extraña. Cosmatos agrega a la mezcla un rollo de rock duro -se escucha el tema Starless de King Crimson- a juego con las camisetas que lleva Mandy durante toda la película. Si todo esto no les parece lo suficientemente extraño, la interpretación de Nicolas Cage es indefinible. Completamente desatado, le veremos gritar y reír con los ojos desorbitados mientras su personaje bebe como un cosaco, esnifa cocaína a puñados, y forja un hacha dorada con la que acabará con sus enemigos. ¿Te lo vas a perder?
BORDER -SER DIFERENTE
Extraña y original, Border apela a la fantasía para hablar de temas tan reales como la diferencia, la marginación y la soledad no deseada. Su protagonista es Tina (Eva Melander), una mujer de aspecto extraño, primitivo, neandertal: esta película sueca está nominada a los Oscar en la categoría de maquillaje y peluquería. A pesar de su aspecto, Tina ha conseguido adaptarse superficialmente a la vida en sociedad, pero no es verdaderamente feliz. Algo no encaja para ella, todos hemos tenido esa sensación alguna vez, y el director Ali Abbasi explora ese conflicto personal desde la evocadora perspectiva del fantástico, quebrando la frontera entre lo real y lo imaginado. Basada en un relato del autor de Déjame entrar, John Ajvide Lindqvist, la película ganó el premio Un certain Regard en el pasado festival de Cannes y representó a Suecia en la carrera a los Oscar, aunque no fue seleccionada. La historia habla de un vínculo perdido entre la humanidad y la naturaleza. Un eslabón perdido con lo primitivo. Por lo tanto, el film también hurga en lo que nos hace humanos, partiendo, precisamente, de los que no lo son. Border es una historia de monstruos y, como muchos cuentos de hadas, propone que lo monstruoso no es necesariamente un cuestión de apariencias, o de cromosomas. El mal es aquí un territorio común a todos, humanos y seres fantásticos. La película asume lo extraordinario en una especie de realismo mágico que convierte en cotidiana la lógica de los cuentos de hadas. Así, el relato nos lleva de sorpresa en sorpresa, con un fuerte sentido de lo maravilloso, que fabrica poderosas imágenes de lo extraño. Es complicado decir que hemos visto algo parecido a Border y, sin embargo, las emociones que provoca son conocidas, cercanas y sobre todo humanas.
BLACK MIRROR: BANDERSNATCH -A FAVOR Y EN CONTRA
Analizamos Bandersnatch, el discutido experimento de Charlie Brooker en Netflix. Se trata de un episodio especial interactivo de Black Mirror, en el que el espectador, mando a distancia en mano, debe decidir sobre la historia y guiar al protagonista hacia lugares nada recomendables. Esgrimimos 4 razones para valorar positivamente la propuesta. Y una en contra.
1. Un relato oscuro. David Slade -director de Hard Candy (2005), o del episodio Metal Head- es el director ideal para poner en imágenes el guión de Charlie Brooker. Los colores fríos y apagados marcan el tono de un relato pesimista que casi desactiva el carácter lúdico de la propuesta interactiva. En el centro del conflicto dramático una pérdida personal que marca emocionalmente al protagonista -Stefan Butler (Fionn Whitehead)-. El capítulo no ofrece la más mínima esperanza, que sí encontramos en entregas memorables de la serie como San Junipero o Hang the DJ. Además, las decisiones que nos obligan a tomar, nos hacen partícipes de esa oscuridad, como cuando debemos decidir si lanzamos a Stefan por un balcón, o ese 'mata a papá' verdaderamente perturbador.
2. Tiene los elementos de una película de culto: referencias a la industria de los videojuegos de los 80, a las primeras aventuras conversacionales, a oscuras teorías conspiratorias sobre el control mental, a Phillip K. Dick, a los libros de 'elige tu propia aventura', todos elementos suficientes para garantizar el atractivo de la propuesta. Una suerte de Matrix (1999) en los pixelados, pop y analógicos años 80. Y con monstruos de látex.
3. Forma y contenido. Me parece un acierto que la interacción con el espectador no sea un fin en sí mismo, sino que la historia gire alrededor de la idea del libre albedrío, de los universos paralelos, del eterno retorno. El mejor momento: cuando mandamos mensajes desde el siglo XXI al protagonista, en los años 80, para explicarle qué es Netflix y cómo estamos controlando su vida. Charlie Booker nos convierte en los 'malos' de la película como usuarios de una tecnología que tiene su lado oscuro, tema clave en Black Mirror.
4. La ruptura de la cuarta pared. Estamos ante una historia de terror psicológico en la que el misterio somos nosotros. Hemos visto muchas películas en las que no sabemos si lo que ocurre es real o solo existe en la mente del protagonista. Aquí, Stefan Butler llega a creer que se está volviendo loco cuando percibe que una fuerza externa controla sus decisiones. Nosotros, los usuarios de Netflix, sabemos que no ha perdido la cabeza. ¿Habéis sentido una conexión como esta con el héroe en alguna otra serie o película?
GHOSTLAND -EL TERROR EN EL CINE
El director francés Pascual Laugier parece tener mucho que decir en Ghostland, y se nota. Su nuevo film es barroco -estética y argumentalmente- pero también intenso. Contiene ideas suficientes para varios films, eso sí, todos de terror. La historia propone a tres personajes principales, una madre y sus dos hijas, que se mudan a vivir en una casa, algo aislada, que, en palabras de ellas mismas, parece decorada por Rob Zombie. Efectivamente, la vivienda en cuestión está repleta de antigüedades, de inquietantes muñecas que harían las delicias de James Wan, de espejos, y armarios con fondos secretos. Una casa en la que se escucha constantemente un viejo tocadiscos. Otro dato importante, es que la protagonista, Beth (Crystal Reed), quiere ser escritora y tiene como modelo nada menos que a H.P. Lovecraft. A partir de esta premisa, Laugier recorre con soltura varios subgéneros y registros del terror. Es verdad que no propone nada nuevo, pero también es cierto que cuenta su historia con una entrega total. Y no da descanso al espectador: en la película encontramos la amenaza del slasher, la brutalidad del home invasion, incluso coquetea con la inquietud sobrenatural de las casas encantadas y las posesiones diabólicas. Pero sobre todo juega con el terror psicológico y, en algún momento, este film llega a ser sofisticado y sugerente, como casas de muñecas dentro de casas de muñecas. Ghostland es capaz de recordar a ¿Qué fue de Baby Jane? (1962) para luego suponer el regreso del director al torture porn de Martyrs (2008), que le hiciera famoso. A Laugier la brutalidad se le da bien, los golpes de sus villanos -que parecen salidos de la versión francesa de La matanza de Texas (1974)- realmente duelen. Giro tras giro, Ghostland sorprende, es rabiosamente entretenida, está repleta de sobresaltos y contiene una suculenta ración de gore. En el Festival Nocturna Madrid se ha llevado los premios a la mejor película y al mejor director.
LA FAVORITA -LOS AFECTOS DEL PODER
Las películas del director griego Yorgos Lanthimos -Canino (2009)- suelen parecerme artefactos sádicos para manipular al espectador con un talentoso uso del lenguaje cinematográfico: casi duele recordar la angustiosa El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). Sus películas, algo herméticas, también pueden reflejar de forma perversa el clima social y político del momento. La favorita es todo eso, pero además, es la película de Lanthimos en la que sus personajes tienen más entidad, más gancho, más carisma -a pesar de la ruindad de sus manipulaciones- y en la que no son meros vehículos de unas intenciones autorales. Por primera vez en su carrera, Lanthimos no firma el guión -a cargo de Deborah Davis y Tony McNamara- y además, sus protagonistas son encarnados por fantásticas actrices como Rachel Weiz, Emma Stone y una Olivia Colman que ya ha recibido varios premios como la reina Ana de Gran Bretaña, monarca desequilibrada cuyo favor se disputan lady Sarah Churchill (Weiz) y la dama caída en desgracia, Abigail Masham (Stone). Esta rivalidad da pie a un divertido estudio sobre la crueldad de las relaciones de poder, sobre el poder mismo y sobre dónde reside realmente -inevitable pensar en la de líderes mundiales que ahora mismo parecen chalados-. Pero el gran logro del film puede pasar inadvertido: es capaz de hacernos simpatizar, en diferentes momentos de la película, con personajes distintos según detenten o no ese poder. Además, La favorita vuelve a la comedia de Langosta (2015) y me parece la película más asequible de Lanthimos. Es escatológica, gamberra, una farsa de carreras de patos, hombres maquillados y mujeres que visten de hombres para disparar escopetas larguísimas. Este humor hace la cinta más digerible, porque la historia propone una visión muy pesimista del ser humano, en la que no hay nada a qué aferrarse. Un ácido retrato de la fealdad de un sistema en el que para sobrevivir hay que descartar cualquier tipo de solidaridad. La cinta destaca además en su recreación del siglo XVIII con unos elementos mínimos: fantástica en sus decorados, vestuario, maquillaje, y fotografía, basada en la luz natural y en la iluminación con velas. El sacrificio de un ciervo sagrado recordaba a Kubrick en su frialdad y en la perfección arquitectónica de sus planos, que evocaban a 2001: Una odisea del espacio (1968) y que con la presencia de Nicole Kidman remitía a Eyes Wide Shut (1999). Con La favorita, me resulta difícil no acordarme de Barry Lyndon (1975): idéntica época y similar espíritu en el relato del ascenso de un advenedizo en la sociedad inglesa. Me permito además una mirada todavía más personal: veo en La favorita algo así como una versión realista de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, con Emma Stone haciéndose grande y pequeña, metida en esas habitaciones hinchadas por el objetivo ojo de pez, obligada a perseguir conejos, y por supuesto, enfrentada a una reina de corazones que llega incluso a pedir la cabeza de más de uno.
EL VICIO DEL PODER -LA HISTORIA DEL MAL
El vicio del poder es la historia del mal. En inglés, 'vice' significa 'vicio', pero también significa aquí 'vice president', en referencia a Dick Cheney, quien fuera el segundo de George W. Bush -hasta hace poco el peor presidente imaginable para Estados Unidos- al que seguramente manejó a su antojo, como propone la tesis de este film. La película viene a ser una confirmación de nuestros miedos más reduccionistas sobre los republicanos de aquella administración, que provocó un par de guerras en Oriente Medio: que son una panda de incompetentes, ambiciosos, corruptos, sedientos de poder. Gente mala de verdad. La historia es presentada utilizando hechos supuestamente verídicos, con la densidad de un documental -desde el principio dejan claro el esfuerzo que han hecho por verificar sus datos-, en la misma línea que la anterior película de Adam McKay, La gran apuesta (2015). El tono es de comedia, satírica: después de todo, McKay también es autor de la inmensa El reportero (2004). Y lo que hace McKay, partiendo del realismo, es elevar a Cheney al nivel de un villano de cuento de hadas. Un tipo silencioso, oscuro, que ni siquiera necesita un corazón para vivir. Para sostener este discurso, esta producción tiene un reparto excepcional hasta en los papeles más breves. Protagoniza Christian Bale, en su nivel acostumbrado -ganó un Globo de Oro que dedicó a Satán- y le acompaña una Amy Adams fantástica en esta versión de Lady Macbeth que es Lynne Cheney. Luego, fantásticos actores como Steve Carrell, Sam Rockwell, Jesse Plemons, sin olvidar a Alison Pill y Lily Rabe. Pero también se asoman Naomi Watts, Eddie Marsan, Shea Whigham, Bill Camp, Tyler Perry o Alfred Molina en lo que son prácticamente cameos. Con estos actores es difícil no disfrutar de un relato ágil, que abarca toda la vida de Cheney. Cuando la historia requiere penetrar en los complicados vericuetos de la política, el ingenioso guión de McKay nos presenta conceptos difíciles de una forma visual y divertida: los parlamentos de Shakespeare para completar una parte desconocida de la historia, los anzuelos de pesca, los grupos de sondeo de marketing, el menú de Alfred Molina. Eso además de fantásticas ideas de puesta en escena como relacionar el pie nervioso de Bush Jr., controlando el teleprompter para comunicar al pueblo americano la ofensiva en Irak, con el de un padre iraquí aterrado durante un bombardeo. El vicio del poder no solo nos dice que esta gente es mala, sino que nos critica -a todos, incluso a Hollywood- por estar más interesados en el nuevo Iphone que en el programa electoral de nuestros políticos. El momento del film que resume la maldad de estos personajes: la risa de Steve Carrell -Donald Rumsfeld- cuando Cheney le pregunta "¿En qué creemos?"
UN ASUNTO DE FAMILIA -CONMOVEDORA SENCILLEZ
Ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes, Un asunto de familia, del japonés Hirokazu Kore-eda, es, junto a Cold War, la principal rival de Roma en la carrera al Oscar a la mejor película extranjera. Estamos ante una cinta admirable. El relato gira sobre unos personajes atípicos, marginales y fuera de la sociedad, cuya verdadera historia se va desvelando de una forma prodigiosa a través de momentos tan mundanos como hermosos. El gran valor del film me parece la mirada humanista de Kore-eda sobre sus personajes, que en cualquier otra película serían menores, o directamente negativos. El autor japonés establece una curiosa postura ante lo que no es aceptado socialmente: sus protagonistas se dedican a infringir la ley, pero son retratados como seres entrañables con los que nos identificamos completamente. Esto lo hace Kore-eda con una sutileza tremenda, que hará que detalles de su película vuelvan a la memoria cuando hayamos conocido la historia completa, para cobrar nuevos y estremecedores significados: estoy pensando en las cicatrices que comparten Nobuyo -estupenda Sakura Ando- y la pequeña Yuri (Miyu Sasaki). Con esta última, por cierto, el director vuelve al tema de la infancia abandonada -Nadie sabe (2004)-. La película se desarrolla con un ritmo relajado, con una pausa japonesa que es pura sabiduría narrativa y que nos instala en la extraña vida de esta atípica familia cuyas vivencias nos conmueven: sentimos con ellos el frío del invierno; el calor sofocante del verano aliviado por la lluvia; la alegría de ese viaje a la playa que esta película comparte con Roma. El relato progresa de forma tan natural como el verano que sucede al invierno. Y luego vuelve el frío otra vez. Son las etapas de la vida -y de la muerte- representadas en pequeños momentos: un diente que se cae; la primera mirada pre-adolescente a unos pechos femeninos; el recuperar la pasión perdida; o incluso el último suspiro. Es una película sobre la infancia, sobre ser padre -inmenso Lily Franky-, sobre ser madre y sobre lo que realmente significa la familia. Sobre la soledad y sobre una solidaridad que hemos desterrado de nuestra sociedad. Lo asombroso de esta película es la sencillez con la que Kore-eda habla de todo esto. No la dejéis pasar.
BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 4 -DECISIONES MORALES
Better Call Saul es para mí esa gran serie que, por alguna razón, pasa desapercibida. No tiene la legión de seguidores de Juego de Tronos, Stranger Things o The Walking Dead. Nunca ha sido una serie 'acontecimiento' como las que acaparan la atención periódicamente en Netflix -Narcos- o en HBO -Heridas abiertas-. Y tampoco está en las quinielas de los premios -como The Crown o The Handmaids Tale-. Better Call Saul no tiene una premisa atractiva, es cierto, y además, puede ser muy exigente. Hay que prestar atención a lo que se ve. Un nivel de atención parecido al que tenemos cuando vamos al cine. La serie creada por Vince Gilligan y Peter Gould ofrece cada temporada un nivel de calidad altísimo, sobre todo, en sus guiones, que desarrollan historias de forma visual como pocas ficciones actuales. Esa narrativa está acompañada por una planificación efectiva, con directores experimentados, que poco tiene que ver con la realización plana de otros productos televisivos. El reparto de actores es más que solido, Bob Odenkirk a la cabeza, pero también unos estupendos Michael McKean, Jonathan Banks, Giancarlo Esposito y, por supuesto, Rhea Seehorn. Better Call Saul es única -como lo fue Breaking Bad- por el mimo con el que cuida a sus personajes y la atención que se pone a su evolución. Estamos hablando de los mismos que llevaron al profesor de química Walter White a convertirse en el capo de la droga Heisenberg. Ahora están haciendo algo similar con Jimmy McGill, al que convertirán poco a poco en Saul Goodman. Y te lo estás perdiendo. Los únicos defectos de la serie son el no hacer ruido con giros forzados, muertes sorprendentes u otros trucos para llamar la atención. Lo que mueve el argumento de Better Call Saul, cada temporada, son las decisiones morales de los personajes. Estamos ante una ficción inmune al spoiler, hecha para iniciados, con múltiples guiños al fan de Breaking Bad, que se beneficiaría mucho de un visionado continuo al estilo Netflix -por mucho que Gilligan se muestre contrario a ello-. Me atrevo a decir que con Better Call Saul puede ocurrir algo similar a lo que experimentamos con Breaking Bad, que pasó algo desapercibida durante sus primeras temporadas, para luego ganar premios, captar la atención del público y convertirse en un fenómeno en su última entrega. Muchos tuvieron que ponerse al día con auténticos maratones. La serie sobre Jimmy McGill está ya en su cuarta temporada. Estáis avisados. Para los que ya la habéis visto, paso a comentar cada episodio brevemente.
El primer episodio, Smoke, comienza en blanco y negro, con el acostumbrado prólogo que es la auténtica continuación cronológica de Breaking Bad: Saul (Bob Odenkirk) sufre un ataque, por lo que acaba ingresado. Todo esto solo para recordarnos que es un fugitivo y que vive bajo una falsa identidad. Esto es importante porque la serie nos cuenta cómo Jimmy se convertirá en Saul. Entonces, retrocedemos en el tiempo a la precuela que es esta serie. Se cierran tramas de la temporada anterior, sin recapitular y de forma anticlimática. De hecho, nos exigen recordar -Kim (Rhea Seehorn) tiene el brazo escayolado, la manguera agujereada del huerto de la nieta de Mike o la botella azul de la que beben Kim y Jimmy-. La muerte/suicidio de Chuck McGill (Michael McKean) se cumple tras el cliffhanger de la tercera temporada. Hay un momento hermoso en el que unas chispas flotan por el aire hasta la cama en la que duermen Jimmy y Kim. Es una forma poética -irreal- de decir que la casa de Chuck se ha quemado. Otras subtramas se ocupan de Mike (Jonathan Banks) y Nacho (Michael Mando). El primero, deja su trabajo en el aparcamiento, abre una misteriosa carta, se infiltra en una empresa -genial la conversación entre dos empleados sobre quién ganaría, Muhammad Ali o Bruce Lee- y en una larga secuencia le vemos hacer una serie de acciones pormenorizadas cuyo fin desconocemos. Al parecer, pretende dejar al descubierto fallos de seguridad. Nacho, por otro lado, intenta ocultar las pruebas de su crimen, ha cambiado las pastillas que toma su tío y le ha provocado un ictus -los que han visto Breaking Bad saben cómo acaba todo-. Pero lo importante de Better Call Saul no son las acciones de los personajes, ni los giros de guión, ni las sorpresas. Es la moral de sus protagonistas. Jimmy se entera por Howard que Chuck, quizás, se suicidó porque le apartó del bufete, tras empeñarse este en luchar contra una agencia se seguros que quiso aumentar la póliza tras enterarse de su rara enfermedad. Todo esto ocurrió por una de las habituales trampas de Jimmy. La pregunta que nos hacemos es ¿Cómo reaccionará Jimmy al descubrir que su hermano Chuck se ha suicidado por su culpa? La respuesta es: como si nada hubiese pasado. Para contar esto, hemos visto a Jimmy practicando una rutina diaria: alimentar a sus peces, preparar café, desayunar cereales. Ahora, tras saberse responsable de la muerte de su hermano, Jimmy vuelve a esa rutina, silbando casi feliz. Lo que dice eso del personaje, sin decirlo realmente, es muy profundo. 7/10
Breathe tiene idénticas intenciones que Smoke. Continúa las tramas abiertas en la temporada anterior de Better Call Saul. Claramente Vince Gilligan y Peter Gould han mandado a la mierda al 'espectador medio' -como diría Peter Simon- y esperan que veamos su serie de seguido -lo mismo ocurría con Breaking Bad-. Aquí la mayor parte de la historia se centra en Nacho, sus problemas con los Salamanca y sobre todo con Gus Fring (Giancarlo Espósito). También vemos a Mike en una pequeña escena que explica su comportamiento en el capítulo anterior, en una entrevista con Lydia Rodarte-Quayle (Laura Fraser). Además, vemos a Jimmy en todo su apogeo, lenguaraz, en una entrevista de trabajo en la que consigue ser contratado instantáneamente gracias a su labia. Y Kim, protagoniza una escena dramática en la que reclama a Howard su actitud desconsiderada con Jimmy. Pero en todas estas historias, en lo que hay que fijarse realmente, no es tanto en lo que nos cuentan, sino en las ya mencionadas decisiones morales. Nacho saca una pistola en una transacción, tras prometer a su padre dejar los trapicheos. Mike ha estado realizando un trabajo que nadie le ha pedido para justificar los ingresos que recibe. Jimmy consigue el trabajo tan fácilmente, que lo rechaza: parece arrepentirse de haberlo conseguido de forma poco ética, aprovechándose de los incautos. Luego descubriremos que esto no es así. Kim sigue creyendo en la bondad de Jimmy y le defiende ante Howard. 7/10
El inicio de Something Breautiful es quizás el mejor ejemplo de la narrativa cinematográfica de la serie: en los clásicos paisajes desérticos -casi de western- de Nuevo México, que recordamos de Breaking Bad -estupendamente fotografiados- nos muestran enigmáticas acciones cuyo significado desconocemos, sin diálogos y con especial énfasis en detalles resaltados con insertos. Unos hombres destruyen un coche que sacan de la carretera para luego introducir en él un cadáver. Acto seguido, tirotean el vehículo con su tripulante sin vida. Luego, entra en escena Nacho. Un inicio absolutamente cinematográfico que, al menos a mí, me mantiene totalmente atrapado. Luego, el tema del western continúa presente cuando Kim entra en la empresa que ha contratado sus servicios: no solo planean una expansión digna de los colonos, sino que en el hall del edificio vemos la figura de un cowboy sobre su caballo. El episodio incluye, además, una divertida secuencia de suspense cuando el ladrón que contrata Jimmy se queda atrapado en la oficina en la que intenta robar. Hay otra escena de puro cine negro, cuando el veterinario cura las heridas de Nacho- Además, una recompensa para los seguidores de Breaking Bad: la aparición del químico Gale Boetticher -apellido, por cierto, de director de cine de películas del oeste- interpretado por David Costabile. Rhea Seehorn vuelve a lucirse cuando vemos a Kim, emocionada, por la carta del fallecido Chuck, que su hermano Jim lee mientras mastica cereales. Una idea fantástica, generar ese contraste. 8/10
Talk es un episodio en el que se ven claramente dos elementos que hacen que Better Call Saul sea muy diferente a otras series. El primero es la espera. El interés no radica tanto en lo que está pasando, sino en lo que va a pasar: Kim sentada en la sala de un juzgado esperando una oportunidad de darle sentido a su vida; Jimmy en su nuevo trabajo, en una tienda de móviles a la que no acude un solo cliente, lo que le lleva a jugar a la pelota; Nacho espera en un coche mientras los hermanos Salamanca se enfrentan a tiros a una banda rival; Mike espera que un de los miembros de su grupo de terapia incurra en una nueva mentira, o que Gus Fring le haga algún encargo. Esa espera no solo es una forma de contar en cada escena, sino que sirve también de marco temático. Todos los personajes están insatisfechos y esperan un cambio en sus vidas. Están atrapados en trabajos que no son los suyos -algo que sabemos porque en el futuro les veremos desempeñando otras profesiones, en Breaking Bad-. Así, Jimmy espera que acabe su período de inhabilitación para trabajar como abogado y por eso pierde el tiempo vendiendo móviles; Mike hace las veces de supervisor de seguridad de Gus Fring, pero está deseoso de que le encarguen un trabajo con más acción; Nacho desea abandonar la banda de los narcos, Kim parece querer ser abogada de grandes causas; incluso Ira (Franc Ross) ha encontrado algo de consuelo robando y vendiendo la figurita de coleccionista que le encomendó Jimmy, evadiéndose de su trabajo como reponedor. La otra característica original de esta serie es su atención detallada a los trabajos: vemos a Mike -de joven- preparando cemento; a Jimmy colocando todo a punto en la tienda de móviles o pintando un letrero en los cristales de la entrada; a Mike revisando cuidadosamente la carga de un camión; incluso a Ira colocando botes de refresco en una máquina. Todo esto lo vemos en escenas más o menos largas, que evitan la elipsis y que marcan un ritmo narrativo único, a contracorriente, que nos obliga a eso, a esperar. 8/10
Quite a Ride continúa la historia y los temas de Talk. La espera está de nuevo presente: esos jefes de obra que Mike dirige a una nave industrial en paradero desconocido, con una capucha que les impide ver nada, nos obligan a esperar, manteniendo la incógnita de lo que está ocurriendo. Mike, trabajando para Gus Fring, está ya donde quiere estar. Kim vive un proceso similar. Se resuelve la incógnita del episodio anterior y la vemos efectivamente ejerciendo de abogada de oficio, lo que pone en riesgo su trabajo para el banco, su gran cliente. Pero la historia principal es la de Jimmy, al que vemos al principio, como Saul, el abogado chanchullero de Breaking Bad, escapando al final de aquella serie. Ese prólogo establece firmemente en qué se va a convertir Jimmy y aquí vemos cómo se reafirma en ese camino. Aburrido de vender móviles, Jimmy intenta sacar tajada ofreciéndolos a todo tipo de delincuentes. Eso le lleva a recibir un paliza tras ser atracado. Una escena espejo nos lo muestra borrando el letrero que ha pintado en el episodio anterior en la tienda de móviles. Jimmy, que casi estaba dispuesto a acudir a un psicólogo, se convence, ante su supervisor de la libertad condicional, de cuál es su camino. 8/10
Piñata habla de la cultura empresarial en Estados Unidos, de esa idea de la tierra de oportunidades, en la que el emprendedor es el héroe. Curiosamente, lo que impulsa el afán crematístico en Jimmy es la vocación de Kim de ayudar: eso provoca que abandone la idea de formar un bufete independiente, lo que le lleva a retomar su idea de vender teléfonos móviles a los maleantes. En este sentido, antes hemos visto un flashback en el que Kim servía también de inspiración a Jimmy. Cuando ambos trabajaban en la mensajería del bufete, la pasión de ella por las leyes lo lleva a él a estudiar Derecho. Además, vemos a Mike a cargo de la obra que le ha encomendado Gus Fring. Estamos ante empresas o negocios que comienzan. Pero el guión propone una figura opuesta al empresario exitoso: el aprovechado. Esto se expone en una escena soberbia para lucimiento del actor Giancarlo Exposito. Delante de Héctor Salamanca, que sigue en coma, Gus Fring narra como emprendió un pequeño, pero exitoso, negocio con un árbol frutal que estaba medio muerto en el patio de su casa familiar. Es entonces cuando surge la figura del aprovechado, un coatí que come los frutos del árbol y que Gus captura para luego torturar sádicamente. Ese coatí es Héctor Salamanca, pero también el obrero alemán que se pone una cerveza nada más llegar al bar doméstico que le ha montado Mike, o los chavales que robaron a Jimmy en el episodio Quite a Ride. Solo que ahora Jimmy tiene un plan: estupenda la escena en la que los ladrones cuelgan como piñatas, con el ángulo de cámara invertido. 8/10
Something Stupid comienza con una idea fantástica: una secuencia en pantalla partida, con el tema musical del mismo título -cantado a dúo por Lola Marsh, en una versión realizada para este episodio- nos enseña cómo Kim y Jimmy se van separando poco a poco. Primero vemos a Kim y a Jimmy, juntos, lavándose los dientes, en un lado del plano dividido; enseguida los vemos, también a los dos, juntos, en otro momento, haciendo exactamente lo mismo. Pero pronto, sus rutinas se van separando: ella en su nuevo trabajo en un bufete, él en la tienda de móviles con sus trapicheos. El detalle brillante es que, cuando los personajes se cruzan, cuando comparten espacio físico -cenando en casa- la realización mantiene la línea divisoria -falsa- que los separa. Esa línea postproducida tiene un significado más íntimo, personal, que la separación física. Esta idea se refuerza con una secuencia en cámara subjetiva en la que Jimmy enseña el que será su nuevo despacho, suponemos que a Kim. No es ella, sino el ayudante de Jimmy en la venta de móviles. Como colofón, una fiesta empresarial en la que sale el lado destructivo de Jimmy: tras comprobar que el nuevo despacho de Kim es más grande que el que él podría ofrecerle, decide poner en un compromiso al jefe de ella. Hasta entonces Jimmy había sido el novio perfecto. En el viaje de vuelta, Kim y Jimmy no se dicen nada, pero suena Aloha de The Breeders. Hay además, en este episodio, un contratiempo para Mike y sus trabajadores alemanes, y un momento pícaro en la recuperación de Héctor Salamanca: habría que ver de nuevo Breaking Bad para comprobar cómo encaja lo que vemos aquí entre él y Gus Fring. Pero lo importante del episodio es la separación de caminos de Kim y Jimmy. Siempre han tenido dos formas de ver la vida y la ley. Ella es responsable y legal, él está dispuesto a todo para conseguir sus fines, porque considera que el sistema es injusto. La gran pregunta de la serie es cuándo esas diferencias entre Jimmy y Kim les separarán definitivamente. Esa interrogante lleva aquí a un cliffhanger al que resulta complicado resistirse. 8/10
En Coushatta asistimos a la resolución del plan de Kim para salvar a Babineaux de prisión. Esto en el estilo habitual de la serie, en el que vemos a Jimmy realizar una serie de tareas -viaja en autobús mientras escribe un montón de cartas y postales- sin saber su verdadero objetivo. Se trata de otro plan ingenioso, a los que estamos acostumbrados desde los días de Walter White en Breaking Bad, y que ahora suele ejecutar Jimmy. Pero esta vez, el cerebro 'criminal' es Kim. Esto es importante, porque implica una decisión moral y sentimental -ya sabéis que estas son lo que hace avanzar la trama en BCS-. Kim perpetra este engaño porque ha renovado su compromiso con Jimmy, el timador. Veremos hasta dónde llega esto. Por otro lado, vemos las consecuencias de las decisiones tomadas por Mike y Nacho. Ambos han decidido trabajar para Gus Fring, se han convertido en criminales, duros y dispuestos a todo. Pero Mike tendrá que decidir qué hará si alguno de los trabajadores alemanes a su cargo -como Werner (Rainer Bock)- comete un error y debe ser castigado. Nacho también tendrá que lidiar con un nuevo miembro de la familia Salamanca, Lalo (Tony Dalton). 8/10
Wiedersehen es pura tensión. Esperamos que algo malo pase: cuando vemos a Kim engañando -con ayuda de Jimmy- a una empleada del ayuntamiento; o cuando Lalo habla con Héctor Salamanca -vemos aquí el origen de su recordado timbre- o cuando se reúne con Gus Fring. La tensión es máxima cuando Werner inspecciona los explosivos que deben hacer volar una gran roca. Pero nada ocurre. Sabemos que algo le pasa a Werner cuando expresa su deseo de ver a su mujer. Pero nada ocurre. Estamos preparados para ver a Jimmy recuperar su licencia de abogado: ante el tribunal que debe decidir si se la otorga o no, vemos al protagonista de esta serie haciéndolo todo bien. Es entonces cuando algo sale mal. Los guionistas se muestran sumamente habilidosos, porque nos hacen pensar en Chuck, el hermano mayor de Jimmy, y un exitoso abogado, al que este no menciona cuando habla de su vocación y de su inspiración como letrado. Justamente, Jimmy no recibe su licencia porque no ha sido sincero. Sabemos que es verdad, pero al mismo tiempo, sabemos que los abogados que le juzgan no pueden tener un conocimiento real de su honestidad. Better Call Saul suele poner a su protagonista en situaciones que son legales, pero de alguna manera injustas, que nos hacen estar del lado de Jimmy cuando se salta las reglas. Entonces asistimos al clímax que hemos estado esperando durante el episodio y durante toda a temporada: la gran discusión entre Kim y Jimmy. Maravillosa por su forma de reflejar las relaciones de pareja. Conocemos tan bien a estos personajes, que parecen reales. Para acabar, la ingeniosa fuga de Werner. 9/10
Winner se divide en dos tramas principales. En la primera, Mike sigue los pasos del alemán fugado, Werner. Y tras Mike, va Lalo. Sobre ellos, como la sombra de la muerte, Gus Fring supervisa. Esta historia tiene varios momentos estupendos: la forma en la que Mike, masticando chicle, burla a Lalo en un aparcamiento, o como este último se infiltra en la oficina de envíos de dinero, por el techo. Lalo, que hasta ahora se ha mostrado amenazadoramente simpático, demuestra de lo que es capaz y da miedo. Pero la escena importante es cuando Mike decide matar a Werner. Lo hace de la forma más piadosa y humana posible. Pero es una decisión moral que pesará sobre el personaje. Hay que decir también que hay un paralelismo importante entre Werner, un buen tipo demasiado inocente, y Jimmy, un timador que se pasa de listo. Breaking Bad y Better Call Saul establecen dos mundos, el "normal" y el criminal, cuyas fronteras son decididamente difusas. Werner no es apto para vivir en el mundo criminal, por eso muere. Jimmy fracasa una y otra vez en su intento de tener éxito en el mundo "normal". Así, vemos los intentos de Jimmy de convencer a todo el mundo de que merece recuperar la licencia de abogado. Para ello, simula, mezquinamente, todo tipo de homenajes a su hermano Chuck. Esta trama incluye un momento divertido, un flashback, en el que vemos a Jimmy y a Chuck cantando juntos en un karaoke. Es una muestra de los buenos guiones de la serie: vemos cómo los dos hermanos se quieren, el Jimmy ebrio tras la celebración revela que se ha convertido en abogado por admiración a su hermano, pero hacer que Chuck cante mejor que Jimmy es simplemente genial. Chuck es, simplemente, mejor que nuestro protagonista. También vemos un momento que define completamente al personaje: Jimmy ha creado un programa de becas para jóvenes y se indigna porque el comité elige a los mejores -como Chuck- descartando a los que han cometido algún error, como él mismo. El discurso que le da Jimmy a la niña rechazada es maravilloso, está lleno de rabia y frustración. Justo después, Jimmy rompe a llorar en su coche. Es la primera vez, esta temporada, que le vemos siendo humano y no un timador. Todo esto nos prepara para el clímax. Una emocionante e inteligentísima escena-espejo que refleja el momento en el que Jimmy leía, despreocupadamente la carta que le dejó su hermano al morir. Todo hace pensar que aquí aflora el Jimmy más humano, que consigue emocionar a los abogados que le juzgan y sobre todo a Kim. Sorpresa. Era otra estratagema de Jimmy, que consigue lo que quiere -la licencia de abogado- pero a un precio bastante alto: ha decepcionado a Kim. Está a un paso de convertirse en el Saul que conocemos de Breaking Bad. Pero ¿Es un monstruo? 9/10
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