JOJO RABBIT -MIEDO Y MENTIRAS


Vivir da miedo. Por un montón de razones. Para no tenerlo hemos inventado las leyes, la policía -que también da miedo-, la religión, las ideologías, el odio y hasta el amor. Construcciones mentales que fabrican un mundo ilusorio en el que nos sentimos un poco más seguros. La Alemania nazi debió dar mucho miedo, y eso debió pensar Taika Waititi -director y guionista- cuando leyó la novela Caging Skies de Christine Leunens. La gran idea de la novela, y de la película, es que debió dar tanto miedo estar en el bando de los nazis, en 1945, como ser judío. Una idea atrevida y radicalmente humanista que le da una fuerza tremenda a esta cinta nominada a 6 premios Oscar. Que todos tenemos miedo es prácticamente la única idea que sostiene toda la historia de Jojo Rabbit, estructurada en sketches de comedia insólita, de humor absurdo y muy negro, que podemos definir como un afortunado cruce entre la tierna Moonrise Kingdom (2012) de Wes Anderson -de cuya estética se apropia Waititi- y la irritante La vida es bella (1997) de Roberto Benigni. Aquí el director neozelandés se lo juega todo a que sus personajes sean adorables y lo consigue. Waititi ha construido su breve filmografía con niños como personajes principales -Boy (2010), A la caza de los ñumanos (2016)- o adultos de comportamiento infantil -Lo que hacemos en las sombras (2014) o Thor: Ragnarok (2017)-. Aquí el protagonista, Jojo (Roman Griffin Davis), es inocencia pura, y aunque estemos ante una adaptación de material ajeno, el niño tiene rasgos similares al Jarrod (Jemaine Clement) de la ópera prima de Waititi, Eagle vs Shark (2007): ambos son inadaptados que se autoengañan y se marcan metas absurdas, mientras la gente que los rodea los ve como realmente son. Alrededor de Jojo, destaca sobre todo su madre, Rosie, una estupenda Scarlett Johansson, nominada al Oscar -¡Dos en un año!- que borda el personaje más importante de la historia en unas pocas escenas. Mencionemos también a los divertidos nazis a los que dan vida Sam Rockwell, Alfie Allen, Rebel Wilson, y Stephen Merchant, que resultan simpáticos en su torpeza; y cómo olvidar al entrañable Yorki (Archie Yates). Por último, hay que hablar del propio Waititi como Adolf Hitler, el amigo imaginario de Jojo, que le ayuda, cómo no, a no tener miedo. Todos los personajes de Jojo Rabbit viven su propia mentira, erigida como muro de contención ante la insoportable realidad: soy un nazi, te odio, soy un monstruo, mi hijo no es un monstruo, no soy gay, no quiero perderte. Divertida, emocionante y triste, Jojo Rabbit tiene la inusual capacidad de encontrar el optimismo en el momento histórico en el que la humanidad mostró su peor caraUna película que comienza con los Beatles y acaba con David Bowie, aunque canten en alemán, no puede estar mal.

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