En la que para mí es la secuencia más ingeniosa de Nora, estupenda película dirigida por Lara Izaguirre -Un otoño sin Berlín (2015)-, la protagonista, interpretada por Ane Pikaza, conduce torpemente su viejo coche cuando sufre un pinchazo y se detiene en una gasolinera. La empleada (Itziar Ituño) le pregunta que si necesita ayuda y Nora responde que sí, pero en realidad quiere decir que necesita ayuda con respecto a su vida. No me parece casualidad que la trabajadora de la gasolinera sea en este caso una mujer -todavía es habitual que ese trabajo lo desempeñen hombres- porque solo una mujer podrá ayudar a Nora con sus dos problemas: el de su coche, y el de su vida. Es una pequeña escena que se vale del subtexto para mostrarnos la crisis de Nora y un bonito momento de solidaridad entre extraños. Nora presenta a una joven que aspira a ser artista pero que no consigue abrirse camino en ese difícil mundo, o más bien, en ese difícil mercado. El fallecimiento de su abuelo -un entrañable Héctor Alterio- llevará a Nora a emprender una huida hacia adelante que se convierte en una road movie en la que su (viejo) coche se estropea a la primera de cambio. La protagonista irá visitando lugares y conociendo personas, en una historia de ritmo contemplativo -varias personas pasarán de largo junto a Nora- en la que cada parada es un pequeño episodio y, lo más interesante, un posible futuro para ella. Nora es de esas películas en las que disfrutamos del cine sin necesidad de excesos ni trucos, de esas obras en las que te gustaría quedarte a vivir, con sabor a verano y preciosos escenarios naturales del País Vasco, presentados con una bonita fotografía de Gaizka Bourgeaud. Es un placer acompañar a Nora, que viaja sin rumbo intentando descubrir su destino, pero con la mirada siempre puesta dentro de sí misma. Todo desplazamiento geográfico conlleva también un descubrimiento interior. No necesita Nora grandes alardes dramáticos para convertirse en una experiencia cinematográfica sencilla pero valiosa. Muy recomendable para cualquiera que haya sentido, en algún momento, que su vida es un desastre.
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