START TO FINISH (29 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-
Uno de los temas centrales de The Walking Dead se ocupa de la inevitabilidad de la muerte. Todos tenemos asegurado el final de la existencia, pero en un mundo apocalíptico, rodeados de zombies, los protagonistas sienten que su vida puede acabarse literalmente en cualquier momento. En este capítulo, una breve escena sirve de prólogo y de metáfora visual sobre lo que va a ocurrir: una fila de hormigas entra por la ventana de una de las seguras y cómodas casas del vecindario Alexandria, anticipando la inminente invasión zombie. Estamos en la habitación de un niño, Sam (Major Dodson) que desde hace días no quiere salir de ella por temor a los "monstruos". Sam juega tranquilamente -las figuritas que vemos son personajes de Invincible, superhéroe creado también por Robert Kirkman- y escucha música distraído. El tema es Tip Toe Throught the Tulips de Nick Lucas (1929) y se escuchará una y otra vez durante el episodio. Es curioso, porque uno de los momentos más inquietantes de la película de terror Insidious (James Wan, 2011) muestra a un niño -aparecido de la nada- escuchando esa canción: el pequeño resulta ser un fantasma.
Justo después cae la torre -completando el cliffhanger del episodio anterior- destrozando la valla que mantenía seguros a los habitantes de Alexandria. Los caminantes entran libremente, obligando a los protagonistas a encerrarse en sus casas, como si volviéramos a la seminal La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968). Separados en grupos, los personajes intentan sobrevivir ante la crisis y esto desencadena conflictos relacionados con el tema que he mencionado antes. Precisamente, el hermano mayor de Sam, Ron (Austin Abrams) demuestra un impulso casi suicida e intenta matar a Carl (Chandler Riggs), tras soltar un deprimente "estoy muerto". Paralelamente, el hostil capturado de los wolves (Benedict Samuel) le explica a Denise (Merritt Wever) su filosofía de la vida: "todos estamos muertos". En otra casa, Eugene (Josh McDermitt) lee un libro de historia mientras Rosita (Christian Serratos) se pregunta si todo se ha acabado ya. El mundo, la Humanidad, se entiende. Al mismo tiempo, Carol (Melissa McBride) y Morgan (Lennie James) pelean sobre si matar o no a su prisionero.
En la casa principal, Deanna (Tovah Feldshuh) descubre que ha sido mordida. Esto produce un momento inquietante: Rick (Andrew Lincoln) está a punto de matarla pensando que se ha transformado. La frontera entre los muertos y los vivos es difusa, una mera cuestión de tiempo. El rol de Deanna ha sido el de una líder en tiempos de paz, con la sabiduría para hacer planes de futuro y otorgar roles a los miembros de la comunidad. Rick recupera gracias a ella su papel de héroe (positivo) y recibe una lección que completa la evolución del personaje, desarrollada durante varias temporadas. Deanna le enseña a Rick que un héroe debe proteger a todos y le pide abandonar su mentalidad tribal para acoger a los otros vecinos de Alexandria. Deanna, además, invita a Michonne (Danai Gurira) a buscar su propio rol dentro del grupo. Luego decide quitarse la vida.
Cuando el tiempo se acaba, los personajes se ven rodeados. Para escapar, Rick recupera un viejo truco -del segundo capítulo de la primera temporada- que consiste en cubrirse de vísceras para literalmente "oler a muerto" y así pasar desapercibidos entre los zombies. En aquel episodio, Rick y Glenn (Steven Yeun) caminaban lentamente entre los muertos en una escena cuya tensión nos remitía al momento más crispante de Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963). Pero aquí, la misma estrategia de los personajes funciona de una manera diferente -en cámara lenta, con un tema musical más lírico que terrorífico- para reforzar el tema principal del capítulo, que los protagonistas ya están muertos. Cuando les vemos moverse entre los zombies, sin ser atacados, confundiéndose en la masa de cadáveres, sabemos que ellos son The Walking Dead.
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