Wuxia significa "héroes de las artes marciales". Es un género literario y cinematográfico chino. Se caracteriza por una ambientación histórica, escenas de acción, luchas con espadas y elementos melodramáticos. La pregunta que tenemos que hacernos ante una película como The Assassin es qué pasa cuando un artista aborda lo que debería ser un género popular. Hou Hsiao-Hsien es un autor, en el sentido de que al emprender una obra cinematográfica intenta expresarse como artista antes que tener en cuenta al espectador. Este compromiso autoral le ha valido el reconocimiento en los festivales, pero también no pocas críticas por hacer un cine "lento" y "tedioso".
Directores prestigiosos como Ang Lee, Zhang Yimou y Wong Kar-Wai han abordado recientemente películas de artes marciales -por cierto, creo que todos han utilizado a la actriz Zhang Ziyi- en lo que casi es un subgénero -el de autores haciendo pelis de kung-fu- por lo que la decisión de Hsiao-Hsien no debería extrañar a nadie. Lo que está claro es que la propuesta de este último es mucho más radical que, por ejemplo, la occidentalizada Tigre y Dragón (Ang Lee, 2001). Probablemente el wuxia para un director chino-taiwanés-hongkonés es como para un estadounidense el western: ya me gustaría uno de Paul Thomas Anderson. Esta operación no me parece demasiado diferente a que un director como Sam Mendes haya rodado ya dos películas de James Bond.
Si leemos la sinopsis de The
Assassin nos haremos una idea completamente equivocada de la película.
El resumen del argumento nos habla de una asesina, Nie Yinniang (Qi Shu), que recibe el encargo de matar a su primo Tian
Ji'an (Chen Chang), nada menos que el hombre al que ama. Esto, sin duda, está
en la película, en la que encontramos escenas de acción, traiciones,
revelaciones y giros argumentales. Pero la estrategia de Hsiao-Hsien para
contarnos esto parece destinada a desactivar el atractivo lúdico de una
historia de aventuras que tiene incluso elementos fantásticos: en una de las
escenas más hermosas, la asesina aparece de la nada convertida en humo.
La primera
evidencia de esta estrategia es que Hsiao-Hsien utiliza el formato cuadrado
(4:3) en lo que a mí me parece una clara intención pictórica. El director
organiza "cuadros" en los que la composición, la luz, el color, están
cuidados al máximo. Estamos ante una película tan bella como lenta, ya que
estas composiciones -casi siempre en plano general- están reñidas
necesariamente con los movimientos de cámara -lentísimos- y un montaje ágil
-hace falta tiempo para apreciar la belleza-. Las
escenas de "acción" están planteadas con planos cortos, tan breves
como los golpes de las espadas y los cuchillos de los personajes. Como sablazos
repentinos que cortan fugazmente la serenidad de la historia. Además, se utilizan todo tipo de recursos para
"alejarnos" de la acción: penumbras, cortinas delante del objetivo,
las ramas de los árboles, la luz de unas velas que encandilan, en algunos
momentos, incluso, la cámara parece alejarse de lo que nos cuentan. Como si no
importase. En consecuencia, la sencilla historia que narra The Assassin se intuye
más que entenderse. Para mí, hay un plano que Hsiao-Hsien incluye en su obra
que resume sus intenciones. Creo que cualquier otro director habría eliminado
esa imagen del montaje. Cualquier otro director ni siquiera habría rodado a
esas cabras pastando plácidamente, ajenas a las luchas entre regiones del
Imperio, a las peleas de espadas, a los sacrificios por amor.
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