Crónica de la lucha de un género verdaderamente oprimido y de cómo el poderoso, cuando no le conviene escuchar, solo responde a medidas extremas. La historia que cuenta Sufragistas es, por supuesto, real y tan poderosa que emociona a pesar de una narrativa algo plana y completamente lineal. El guión de Abi Morgan acumula injusticias y abusos a sus mujeres, interpretadas por un reparto más que solvente, con la fugaz aparición de Meryl Streep. La cámara de Sarah Gavron se mueve, mucho, se pega a los rostros de los personajes y aporta una cercanía que hace realista la ambientación de época y esconde un presupuesto limitado. La película roza en algún momento el melodrama -la peor vejación para una mujer tiene que ver con la maternidad- pero no desciende nunca a lo truculento. Tampoco carga las tintas en la crueldad de nosotros, los hombres, y ofrece retratos humanos de algunos de ellos. Hubiera sido fácil convertir al personaje de Brendan Gleeson en un demonio. Más que probablemente, Sufragistas no dejará huella en la mente del espectador como película, pero seguramente descubrirá a muchos la profundidad del cambio que ha experimentado el papel de la mujer en nuestras sociedades. Y la lucha continúa.
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