Hay dos formas de afrontar Midsommar, que en realidad son las mismas que ante cualquier otra película. O ante cualquier experiencia de vida. Puedes dejarte llevar o mirar desde fuera con escepticismo. De hecho, ese es el conflicto inicial de los protagonistas de la película, cuatro jóvenes estadounidenses que deciden participar en una festividad folclórica de una pequeña comunidad sueca. El segundo film de Ari Aster juega con el choque cultural de forma radical, confrontando dos formas de encarar la vida y sobre todo, de encarar la muerte. Si te dejas llevar, como yo, quizás te encuentres con una película que tiene una capacidad casi mística de transportarte a otro sitio, de ocurrir dentro de la pantalla más que ser una mera proyección de imágenes. Midsommar tiene la fuerza del cine primitivo, del documental, del happening y de ciertas películas de los años setenta, que seguramente recordaréis al verla. Por otro lado, hay momentos en los que parece que vemos una versión de Hostel (Eli Roth, 2005) a la que se hubiese apuntado una novia psicológicamente dependiente. Dani -magnífica Florence Pugh- es una heroína de película de terror psicológico, que emprende un viaje desde el dolor, la frustración existencial y la búsqueda de algo más, de algo diferente a lo que ofrece nuestra sociedad occidental en el siglo XXI. No por casualidad ella es una estudiante de psicología y sus compañeros masculinos cursan estudios antropológicos, los protagonistas perfectos para un film mondo como Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1980) o El infierno verde (Eli Roth, 2013). Midsommar es a Hereditary como el día a la noche, pero en un sentido estético. Las dos películas son absolutamente complementarias. Y lo que ofrece Aster ahora es una obra atípica, aunque tenga sus referentes cinéfilos y un mensaje demasiado claro. Película de terror a plena luz del día, hecha de imágenes y música hermosas, el horror que presenta es el de abrazar algo terrible que no es más que la vida misma. En la religión del cine, Midsommar es sacramento obligado, al menos en este 2019. La cuestión es ¿Tienes fe?
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