EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS -SED DE MAL


El callejón de las almas perdidas
es una pequeña joya de cine negro de 1947, dirigida por Edmund Goulding y protagonizada por Tyrone Power, ambientada en los bajos fondos de las ferias y los espectáculos de barraca. Un escenario colorido, pero también decadente y algo macabro que conecta perfectamente con la imaginería visual del mexicano Guillermo del Toro, que realiza ahora su propia versión de la historia, regresando a la novela original, que firma William Lindsay Gresham. La historia narra la peripecia de Stanton Carlisle (Bradley Cooper), que se une a una feria ambulante y acaba formando parte del modesto espectáculo de una mentalista, Madame Zeena (Toni Collette). Del Toro mantiene la ambientación original en los años 40 lo que da pie al punto más fuerte de la película, un deslumbrante diseño de producción en el que brillan los decorados de época, especialmente los de la feria y sus diversos espectáculos, y también los de la segunda parte de la película, en lujosos hoteles y salones art déco; lo mismo ocurre con el vestuario y las caracterizaciones, todo esto fotografiado estupendamente por Dan Lastsen. Si sumamos a estos elementos la superdotada puesta en escena de Del Toro y un elenco de lujo -sumemos a los ya mencionados a Rooney Mara, Cate Blanchett, Willem Dafoe, David Strathairn y Richard Jenkins, entre otros- hay que decir que estamos ante una cinta de calidad incuestionable. Técnica y visualmente, El callejón de las almas perdidas bien vale el valor de su entrada. Del Toro realiza un film cercano al thriller, sin los elementos fantásticos que abundan en su filmografía, pero potencia la atmósfera y los elementos afines a su cine como si lo fueran: los fenómenos de feria, los espectáculos de mentalismo, las sesiones de espiritismo, todo está realizado por Del Toro con su sensibilidad fantastique. Los elementos más sensacionalistas de la historia, esos que la película de 1947 mantenía fuera de campo, el mexicano los lleva a primer plano, mostrando una violencia más que contundente e, incluso, recreándose en algunos momentos gore, por no hablar de una mayor carga sexual en las relaciones entre los personajes. Una falta de contención que entiendo como marca de estilo, pero que quizás resta rigor a un relato que brilla al mostrarnos la paulatina caída del personaje protagonista, Stanton, llevado por su ambición, en una cuidada interpretación de Bradley Cooper, que lo da todo en el último y memorable plano de la película. Aunque quizás, un flashback podría contradecir esa estupenda evolución moral del personaje, con una innecesario revelación de última hora. Lo dejo a criterio de cada espectador.

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