EL LIBRO DE BOBA FETT -STAR WARS FOREVER


Antes de emprender este comentario sobre El libro de Boba Fett convendría analizar su aparente naturaleza de apéndice de la serie The Mandalorian. Esto puede parecer obvio, hasta que alguien suelta en las redes que le gusta mucho más la serie original. No estamos ante un spin-of con identidad propia como puede ser Better Call Saul con respecto a Breaking Bad, serie nacida cuando la segunda ya había completado su recorrido. Tampoco estamos ante un mero intento de explotación comercial: no se le ha encargado el proyecto a un nuevo equipo creativo para rentabilizar el éxito de The Mandalorian. El libro de Boba Fett está escrita y producida por el propio Jon Favreau, que vuelve a colaborar con Dave Filoni, Robert Rodríguez y Bryce Dallas Howard entre otros. La serie sigue las peripecias del famoso cazarrecompensas de El Imperio contraataca (1980)  y El regreso del Jedi (1983) mientras sabemos que la historia de The Mandalorian no se ha cerrado. Por todo esto, El libro de Boba Fett pasa de ser una mera subtrama para, en los episodios 5, 6 y 7, convertirse en algo más. Los últimos tres capítulos marcan la vuelta -ojo spoiler- del mandaloriano (Pedro Pascal) y de un montón de inesperados personajes más. Se trata de tres episodios que confirman que, lejos de ser esta una serie menor, El libro de Boba Fett es un importante complemento de The Mandalorian, confirmando la intención que intuíamos en Favreau: la de contar historias de Star Wars sin miedo a usar a los míticos personajes originales, creando una especie de cemento que rellena los huecos entre las películas y conecta las tres trilogías sobre la saga Skywalker.

En sus primeras entregas, la serie sobre Boba Fett (Temuera Morrison) es una estupenda revisión del western, con sus grandes paisajes, pueblos sin ley, tribus de indios -los moradores de las arenas-, el asalto a un tren o diligencia, y sus duelos entre pistoleros. El western siempre ha estado presente en Star Wars, y de hecho, el gran atractivo del misterioso Boba Fett era ser la mezcla de una armadura medieval, un astronauta y un pistolero sin nombre, tomando como referencia al Clint Eastwood de la trilogía del dólar de Sergio Leone. Sin embargo, hay que constatar que todo eso ya lo había aprovechado Favreau para el protagonista de The Mandalorian, cuyas aventuras son, en realidad, las que habíamos soñado para el propio Fett. Tras la resurrección del personaje original, había que buscarle su propia personalidad, que ha acabado siendo el resultado de su madurez. Este Boba Fett es un viejo pistolero que, tras volver a la vida, ha cambiado completamente. Favreu nos regala así una suerte de western crepuscular, en la que el antihéroe debe luchar contra todos a pesar de haber perdido facultades físicas. Por otro lado, los guiones de Favreu se esmeran por conectar las dos primeras trilogías con la historia de Fett, utilizando flashbacks de las precuelas en las que conocimos a su padre, Jango Fett, y contándonos lo ocurrido después de El regreso del Jedi (1983). Si a todo esto unimos una buena ración de fan service -¿Qué tendrá de malo?- y mucho sentido del humor -el androide 8D8 con la voz de Matt Berry- no sé qué más se puede pedir.

Por si fuera poco, la serie culmina con un episodio dirigido por Robert Rodríguez que es un auténtico festín de acción y guiños, de nuevo, al western -Los siete magníficos (1960)- y al cine de monstruos gigantes -de King Kong (1933) a Ray Harryhausen- donde las escenas de lucha no son meros trámites: la forma en la que los héroes luchan contra los droides protegidos por campos de fuerza es ejemplar y verdaderamente emocionante. Creo que Favreau ha demostrado con estas series que la forma correcta de hacer Star Wars es volver a lo básico, al sentido de la maravilla, a la inocencia y al disfrute infantil, evitando complicaciones innecesarias como buscar un tono más adulto u oscuro. Es irrelevante si El libro de Boba Fett ha acabado siendo el prólogo de la tercera temporada de The Mandalorian: es pura diversión. Personalmente, yo quiero más.

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