Desde la cuarta entrega de la serie -Fast And Furoius (2009), dirigida por Justin Lin-, Fast And Furoius es la franquicia que mejor ha entendido al espectador del cine palomitero, en un camino paralelo al de Marvel Studios. Partiendo de la ridícula premisa de su primera entrega, A todo gas (2001), que no era más que clonar el argumento de Le llaman Bodhi (1991) cambiando las tablas de surf por los coches de alta cilindrada, la saga ha sabido reinventarse absorbiendo elementos ajenos de otros subgéneros como las películas de atracos, las peleas de artes marciales, el cine de espías más lúdico, los superhéroes, y hasta la ciencia ficción. La idea es sencilla: prescindir de cualquier excusa argumental, del desarrollo de personajes ¡De la más mínima lógica! para fabricar un producto que es puro espectáculo. Cada película presenta a un nuevo villano invencible y carísmático -Dwayne Johnson, Jason Statham, Charlize Theron- quienes, con la lógica del pressing catch, acaban convirtiéndose en aliados en la siguiente entrega. Le toca el turno ahora a Jason Momoa, desaprovechado como Aquaman en DC, que viene a divertise con un papel en el que, simplemente, hace una interpretación pasada de rosca, mezclando sin ton ni son todos los tics de los villanos de James Bond, de la serie televisiva de Batman de los sesenta o copiando lo que podrían hacer Jim Carrey o Johnny Depp en papeles similares. El móvil de este malvado es la venganza, pero los detalles de su plan, la verdad, se me escapan. Momoa aparece en la película como el Coyote persiguiendo al Correcaminos, para intentar acabar con los héroes, fracasar y luego volver a intentarlo. Pero lo cierto es que, cuando Momoa está en pantalla, la película divierte con frenéticas escenas de acción en las que los coches hacen cosas, no ya imposibles, sino directamente surrealistas, como salidas de un sueño. Como en un videojuego, los coches saltan, vuelan y se estrellan con cosas, rebotando para volver a acelerar una vez más. Y entre las escenas de acción, además de mucho humor -que a mí no me funciona en absoluto- hay momentos de culebrón con Vin Diesel haciéndose el héroe sensible, el que más ama a su mujer, su hijo, y su familia. La inclusión de un niño en la trama, más que señalar el paso del tiempo o la idea del legado, creo que certifica que esta saga de chulos musculosos, coches de alta cilindrada, cervezas y tías buenas, se ha convertido en un espectáculo familiar. Muy entretenido, por cierto, aunque consumible y olvidable. No pasa nada. Fast and Furious funciona por acumulación: de explosiones, de héroes de acción y de películas. Aunque no puedas diferenciar una de la siguiente.
FAST AND FURIOUS X -LOS AUTOS LOCOS
Desde la cuarta entrega de la serie -Fast And Furoius (2009), dirigida por Justin Lin-, Fast And Furoius es la franquicia que mejor ha entendido al espectador del cine palomitero, en un camino paralelo al de Marvel Studios. Partiendo de la ridícula premisa de su primera entrega, A todo gas (2001), que no era más que clonar el argumento de Le llaman Bodhi (1991) cambiando las tablas de surf por los coches de alta cilindrada, la saga ha sabido reinventarse absorbiendo elementos ajenos de otros subgéneros como las películas de atracos, las peleas de artes marciales, el cine de espías más lúdico, los superhéroes, y hasta la ciencia ficción. La idea es sencilla: prescindir de cualquier excusa argumental, del desarrollo de personajes ¡De la más mínima lógica! para fabricar un producto que es puro espectáculo. Cada película presenta a un nuevo villano invencible y carísmático -Dwayne Johnson, Jason Statham, Charlize Theron- quienes, con la lógica del pressing catch, acaban convirtiéndose en aliados en la siguiente entrega. Le toca el turno ahora a Jason Momoa, desaprovechado como Aquaman en DC, que viene a divertise con un papel en el que, simplemente, hace una interpretación pasada de rosca, mezclando sin ton ni son todos los tics de los villanos de James Bond, de la serie televisiva de Batman de los sesenta o copiando lo que podrían hacer Jim Carrey o Johnny Depp en papeles similares. El móvil de este malvado es la venganza, pero los detalles de su plan, la verdad, se me escapan. Momoa aparece en la película como el Coyote persiguiendo al Correcaminos, para intentar acabar con los héroes, fracasar y luego volver a intentarlo. Pero lo cierto es que, cuando Momoa está en pantalla, la película divierte con frenéticas escenas de acción en las que los coches hacen cosas, no ya imposibles, sino directamente surrealistas, como salidas de un sueño. Como en un videojuego, los coches saltan, vuelan y se estrellan con cosas, rebotando para volver a acelerar una vez más. Y entre las escenas de acción, además de mucho humor -que a mí no me funciona en absoluto- hay momentos de culebrón con Vin Diesel haciéndose el héroe sensible, el que más ama a su mujer, su hijo, y su familia. La inclusión de un niño en la trama, más que señalar el paso del tiempo o la idea del legado, creo que certifica que esta saga de chulos musculosos, coches de alta cilindrada, cervezas y tías buenas, se ha convertido en un espectáculo familiar. Muy entretenido, por cierto, aunque consumible y olvidable. No pasa nada. Fast and Furious funciona por acumulación: de explosiones, de héroes de acción y de películas. Aunque no puedas diferenciar una de la siguiente.
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