Los fans del cine de terror y de la saga de Sam Raimi no deberían perderse en cines su nueva entrega, Posesión infernal: El despertar. La película, firmada por el irlandés Lee Cronin, especializado -de momento- en el género, es un sólido film generoso en sobresaltos, imágenes de impacto y mucha, mucha sangre. Si en el ADN de Posesión infernal (1981) estaba la intención de llevar el terror más allá, traspasando los límites de lo incómodo, la película de Cronin cumple con creces ese objetivo con todo tipo de ideas de una tremenda crueldad hacia sus personajes. Un catálogo extenso de mutilaciones y excesos hemoglobínicos que seguramente no defraudaránn al fan del gore más festivo. Cronin también consigue crear una atmósfera malsana, que se instala en lo que era una familia bien avenida, formada por Alyssa Sutherland -estupenda madre terrible-, Lily Sullivan, Morgan Davies, Gabrielle Echois y Nell Fisher. Cronin desarrolla una idea ya presente en la saga original: lo terrorífico que resulta que una madre se convierta en un demonio, algo que, si lo pensáis bien, es invertir la situación de El exorcista (1973). Cronin juega también a las referencias y convierte su película -¿Por qué no?- en la versión materna de El resplandor (1980), una idea afianzada por varios guiños visuales bastante reconocibles. Por último, hay que decir que estamos, prácticamente, ante un nuevo remake de la cinta original, en la que el famoso libro de los muertos es hallado en una nueva situación, cambiando la cabaña aislada por un edificio en ruinas igualmente apartado del mundo, y jugando con los elementos clásicos de la saga, como la cámara subjetiva que presenta la fuerza maligna, la motosierra, la escopeta, o esa asquerosa costumbre de tragarse ojos. Posesión infernal: El despertar parece hecha con entusiasmo, subiéndole el volumen a los efectos de sonido, con poseídos gritando a todo pulmón, con escenas sangrientas que dolerán al espectador.
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