Y Paolo Sorrentino creó a la mujer. En Parthenope (2024), el director italiano convierte a la actriz Celeste Dalla Porta en la mujer perfecta, nacida de la espuma del mar como Afrodita, robada del cuadro Figura en una ventana de Salvador Dalí. Como quien cuenta un mito, Sorrentino dedica los primeros minutos de su película a demostrarnos que la belleza de su Parthenope es irresistible. Lo tiene fácil, gracias al atractivo de su actriz protagonista y al magnífico trabajo de Daria D'Antonio, su directora de fotografía habitual. Su increíble tratamiento del encuadre y la luz valen la entrada de cine: esta película hay que verla en pantalla grande. El primer tramo de este film es subyugante por su belleza plástica, paisajista -nuevo homenaje a Nápoles de Sorrentino-, y humano. Porque la belleza de Parthenope nos conquista, pero resulta complicado defender que Sorrentino no esté cosificando a su actriz. Sobre el personaje, el guión se empeña en decirnos que es intelectualmente brillante, pero, realmentre, no hay casi nada en la historia que lo sustente. El espectador debe hacer un acto de fe: Parthenope es una estudiante de matrícula de honor, porque sí. Paradójicamente, Sorrentino dedica mucho más tiempo a lo evidente, a decirnos que su actriz es bellísima. La mirada masculina de la mayoría de personajes -especialmente Daniele Rienzo y Dario Aita- convierte a la protagonista en un oscuro objeto de deseo, en una mujer inalcanzable, como la Anita Ekberg de La dolce vita (1960) que volvía loco a Mastroianni o la de Las tentaciones del doctor Antonio, el episodio de Bocaccio 70 (1962) firmado por Fellini. La sensualidad marca cada plano de la película: pieles bañadas por el sol y el agua de mar -o de piscina-, bikinis húmedos abandonados sobre una silla, o esa idea tan anacrónica como la de hacer atractivo fumar. Es una película de besos, de caricias, con una aproximación al sexo que hace pensar en Bertolucci: y también remite al director de La luna (1979) esa significativa aparición de Stefania Sandrelli. Pero está claro que la filiciación de Sorrentino es felliniana y, no sé por qué, la surrealista secuencia de una pareja practicando el sexo delante de un público burgués y decadante recuerda a la provocación del desfile de sacerdotes de Roma (1972). Y precisamente, Sorrentino dedica un episodio a la sátira de la Iglesia, con un obispo (Pepe Lanzetta), que recuerda físicamente a Berlusconi. Y así, Parthenope se va dispersando hasta revelarse como un tebeo de episodios, un fumetti húmedo y erótico dibujado quizás por Milo Manara. Tras más de dos horas de metraje, Sorrentino se esfuerza, ya en el epílogo, en atar todos los cabos, enlazar todos los capítulos, en decirnos que Parthenope ha aprendido algo de todos esos personajes -el mejor es el profesor Devotto Marota (Silvio Orlando) y eso que también está John Cheever (Gary Oldman)- que se han cruzado en su camino. Pero dicho esfuerzo parece insuficiente y, quizás, en realidad sea innecesario.
KNEECAP -TU NUEVA BANDA FAVORITA
Es inevitable: para describir Kneecap (2024) hay que usar frases tan manidas como 'un soplo de aire fresco'. La película dirigida por Rich Peppiart -este es su primer largometraje- es todo lo que no solemos encontrar en un biopic musical. Aquí no hay una historia convencional de superación, ni melodrama, ni un clímax en un concierto épico. Ni siquiera hay actores guapos imitando a conocidos ídolos de la música. Kneecap es la peculiar historia de la banda de rap irlandés del mismo nombre, fundada en 2017, en la que los personajes son interpretados por los músicos de la vida real. Peppiart plasma el guión como una comedia británica de realismo social de finales de los 90, con Trainspotting (1996) como principal referente por el abundante consumo de drogas, y, claro, con elementos del cine musical y el videoclip. Todo esto está mezclado y agitado como una comedia gamberra, de actitud punk, provocadora políticamente por su postura anti inglesa y simpática por su defensa de una lengua en peligro de extinción. De ritmo imparable, la película se apoya rotundamente en el tremendo carisma de sus tres personajes principales, Móglai Bap, Mo Chara y DJ Próvai, que, a pesar de sus limitaciones interpretativas, se encuentran muy a gusto dando vida a situaciones tan extremas como divertidas. Toda la película tiene una extraña vitalidad, la del caos, la de la rebeldía adolescente, que se puede resumir en una de las secuencias más divertidas: cuando DJ Próvai carga contra un grupo de agentes antidisturbios en un gesto heroico pero inútil. La película se redondea con la presencia de una estrella como Michael Fassbender, cuya presencia se justifica al dar vida a un personaje casi mítico, una figura paterna ausente, un referente ideológico y una suerte de héroe -caído- de la causa nacionalista. Kneecap no solo es muy entretenida e interesante para conocer la realidad irlandesa, es también la mejor forma de dar a conocer la música de este grupo. Te convertirás en fan.
LAS VIDAS DE SING SING -LAS MIL VIDAS DE UN ACTOR
En El mito de Sísifo (1942), Albert Camus habla de la capacidad de los actores para vivir varias vidas, trascendiendo sus propios cuerpos y la barrera del tiempo para encarnar a reyes, piratas o héroes guerreros de diferentes épocas, burlando a la muerte. Con ello, según Camus, el actor supera en cierta forma el absurdo de una existencia carente de sentido cuyo final inevitable siempre es la nada. Los personajes de la estupenda Las vidas de Sing Sing (2025) son criminales encerrados en una prisión de máxima seguridad que, a través del teatro buscan darle un sentido a sus vidas fracasadas. Prisioneros como son, los personajes de esta película, basada en una historia real, expresan más de una vez que se sienten, precisamente, como Sísifo, ese héroe griego castigado a empujar una roca hasta la cima de una colina solo para verla caer por el otro lado viéndose obligado a empezar de nuevo. En esta cinta dirigida por Greg Kwedar, el fantástico actor Colman Domingo interpreta a Divine G, un presidiario que escribe obras dramáticas y que ha fundado un grupo teatral dentro de la prisión. El argumento de la película es tan sencillo como conocer a un puñado de personajes en el proceso de crear un nuevo y ambicioso montaje sobre las tablas. Sin incidir demasiado en los delitos que haya podido cometer cada uno, iremos conociendo a los miembros de la compañía, sobre todo a un recién llegado, Clarence 'Divine Eye' Maclin, un tipo duro que se descubre a sí mismo gracias al famoso monólogo de Hamlet y que en la película se interpreta a sí mismo. La fuerza de este actor es todo un hallazgo, así como la humanidad que transmiten el resto de miembros del reparto, también encarnados por las personas reales detrás de esta emocionante historia. Las vidas de Sing Sing es una película-homenaje al teatro y a los actores que te conquista desde el momento en el que vemos a sus personajes haciendo audiciones para los papeles del montaje que preparan. Es una película casi siempre en primer plano, para permitir que la cámara capte la fuerza y la honestidad de estos actores no profesionales que emocionan de una forma desarmante desde la verdad. Colman Domingo está magnífico y el contraste entre su interpretación profunda y elegante con la de los otros actores resulta muy estimulante. Y sí, en esta película nos cuentan la historia de un grupo de criminales encerrados, pero sus preocupaciones y frustraciones, la falta de sentido que encuentran en su existencia limitada por las rejas, quizás no esté tan lejos de nuestras vidas supuestamente libres. Quizás a la misma distancia que la de un príncipe de Dinamarca.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)