NO OTHER LAND -


No puede haber una lección más demoledora en No Other Land (2024) que convertir la tragedia de los palestinos, que son desalojados 
por el ejército israelí de sus tierras en Cisjordania, en un contenido más de los que consumimos mientras viajamos despreocupadamente en el metro, esperamos el autobús o cuando nos evadimos disimuladamente de una reunión familiar.  El protagonista de este documental, Basel Adra, un joven activista, graba con su cámara de vídeo la brutalidad de los soldados, el dolor de las mujeres que ven arrestados a sus hijos, la capacidad de resistencia de los niños que quieren ir a la escuela aunque hayan tenido que dormir en una cueva porque han echado abajo su hogar. Luego, Basel revisa sus perfiles en las redes sociales y lamenta que el último vídeo que ha colgado ha tenido pocos visionados. También se queja el periodista israelí, Yval Abraham, que se ha acercado a la realidad palestina del poblado de Basel -Masafer Yatta-, de que los artículos que escribe apenas son leídos. La idea de Basel es que si registra en imágenes las injusticias que sufre y las muestra al mundo, la situación puede llegar a cambiar. Pero ¿Cómo competir con los millones de contenidos que surgen de nuestros móviles? ¿Cómo llamar la atención cuando dedicamos apenas 8 segundos a cualquier contenido antes de pasar al siguiente?  No Other Land no menciona en ningún momento la palabra terrorismo y no pone el acento en la ideología, ni en la política, ni en la religión. Simplemente nos coloca frente a una imagen: la de una excavadora demoliendo una vivienda mientras unos soldados apartan a una familia impotente. Una imagen que se repite una y otra vez y que lleva décadas ocurriendo -el padre de Basel lleva toda su vida luchando-. Es la imagen de una injusticia palmaria, sin matices, que acaba resultando insoportable. Nosotros podemos scrollear a la siguiente imagen, pero los palestinos se despiertan cada día con la misma amenaza vigente, no hay otro lugar al que puedan ir. Duro, contundente, pero sin renunciar a la humanidad e incluso al humor o a presentarnos una preciosa y esperanzadora amistad, No Other Land es una de las películas del año, porque pone a prueba nuestra capacidad de interesarnos en el otro, y cuestiona la sociedad hiperconectada en la que vivimos. Conectados ¿A qué?

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