MAD MEN -TEMPORADA 7- TIME & LIFE


TIME & LIFE (26 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

En Time & Life comparten protagonismo tres personajes. El primero es Pete Campbell (Vincent Kartheiser) que básicamente sufrirá una serie de humillaciones. Primero de Ken Cosgrove (Aaron Stanton) y luego de su exmujer, Trudy (Allison Brie) que casi no cuenta con él para la educación de su hijo. Nadie respeta a Pete, que se toma como una derrota personal que su agencia desaparezca, absorbida por McCann Erickson. El clímax de la historia de Campbell es una esperpéntica pelea con el director del colegio en el que intenta inscribir a su hijo. Bruce MacDonald (William R. Moses) rechaza a Campbell por una absurda rencilla entre familias, entre apellidos, de 300 años de antigüedad. Hay un tono de farsa en la pelea entre estos dos aristócratas de pacotilla. Campbell es un personaje algo antipático y ridículo cuyo protagonismo contagia todo el capítulo de un aliento cómico, menos grave que los anteriores.


El segundo vértice de esta historia es Peggy (Elisabeth Moss). Tras la primera temporada de Mad Men, ha habido una trama durmiente, subterránea, que aquí por fin resurge para cerrar un cabo suelto justo antes del final de la serie. Se trata del hijo que Peggy dio en adopción para no poner en peligro su carrera profesional. Se trata además de un hijo secreto de Pete Campbell. El tema está planteado de una forma tan sutil que solo se me ocurre la comparación con Centauros del Desierto (John Ford, 1956): en esa obra maestra, ciertas miradas del personaje de John Wayne a la mujer de su hermano, hacen pensar que Natalie Wood es en realidad su hija secreta. En este episodio, Peggy arruga la nariz cuando Stan Rizzo (Jay R. Ferguson) le dice que no le gustan los niños ya que no sabe comportarse con unos críos que acuden a un casting. Luego Pete mira significativamente a Peggy cuando otra niña le abraza las piernas cariñosamente. Nada es evidente hasta que Peggy y Stan mantienen una acalorada discusión sobre la desventaja biológica de una mujer que se queda embarazada: el padre puede simplemente marcharse y seguir con su vida. Peggy acaba confesando su doloroso secreto a Stan.


Por último, completa el triángulo Don Draper (Jon Hamm), que está de mudanza. En más de un sentido. Ya sabemos que va a dejar su lujoso piso y que su futuro es una incertidumbre. Pero ahora también tendrá que abandonar las oficinas que habían significado su éxito profesional. Mad Men tiene una forma extraña, intuitiva de contar las cosas. Lo que ocurre no obedece necesariamente a una lógica de acción y reacción, sino a estados de ánimo, a sensaciones que se van complementando hasta llegar a una intuición. Por ejemplo, en su piso vacío, Don llama a su secretaria para revisar sus citas románticas. Pero la voz a través del teléfono no acierta a darle ningún mensaje, ni siquiera de la mujer que le obsesiona últimamente, la misteriosa y atormentada Dianna Bower (Elizabeth Reaser). La incompetencia de la secretaria parece llevar por asociación a los errores que descubre Roger Sterling (John Slattery) en la agencia: alguien no ha pagado el alquiler de las oficinas en las que trabajan. Joan (Christina Hendricks) ayuda a Roger a investigar el asunto, que resulta ser mucho más grave: la gran McCann Erickson planea absorberles. Este es el conflicto principal que afecta a Don y a todos los personajes en lo que parece ser el final de absolutamente todo.


Cada personaje lidia con este problema de una forma diferente. Para Don Draper es el fin de un sueño y de su libertad creativa. Es curioso cómo en diferentes momentos del episodio, Don parece dar con una de sus soluciones salvadoras que ya hemos visto en temporadas anteriores. Pero esta vez, Don fracasa. El destino de la empresa parece irrevocable, pese al esfuerzo de los cinco socios: Roger, Don, Pete, Joan y Ted (Kevin Rahm). Hay dos planos en los que estos cinco personajes permanecen centrados, con los rostros desencajados por la derrota, entre lo trágico y lo cómico. El primero es tras la reunión en McCann Erickson, en la que Don no ha conseguido siquiera pronunciar uno de sus famosos y persuasivos discursos. La imagen encadena con los mismos socios bebiendo en un bar, haciendo un brindis por el fin de todo. Luego el plano se repite cuando los cinco intentan tranquilizar a los empleados de la agencia por la posible pérdida de sus puestos de trabajo. Don les grita que "esto no es el fin, es un principio". Pero nadie le cree. Nadie le escucha. La canción final que entra sobre los créditos, de Dean Martin, Money Burns a Hole in My Pocket, deja claro que el problema es el dinero: se avecinan tiempos más materialistas ¿los 80?. La frase de Don podría ser un ejercicio de metaficción ¿Nos habla Draper a nosotros los espectadores sobre el fin de Mad Men?


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JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 5- HIGH SPARROW


HIGH SPARROW (26 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Los tres primeros capítulos de esta temporada de Juego de Tronos han sufrido el peso de la gran cantidad de personajes y tramas que tiene la serie. Es difícil hacer progresar la historia y creo inevitable que algunos espectadores acaben perdiéndose en la maraña de nombres, apellidos y tierras extrañas. Debe ser un reto para los guionistas -David Benioff y D.B. Weiss- encontrar la forma de contar una historia en cada episodio que se pueda seguir y que además resulte emocionante.


En High Sparrow resulta evidente que para facilitarnos las cosas los escritores utilizan estrategias narrativas muy interesantes. La elección de temas de fondo que sean comunes a todas las tramas puede ayudar a que, aunque no seamos conscientes de cada detalle y cada nombre, tengamos una reacción emocional a la historia. En Juego de Tronos está claro que nos hablan de la ambición y del poder: digamos que ese es el motivo general de toda la serie. Pero en este capítulo específico nos encontramos con un sentimiento común en todos los personajes: el de la venganza. Ese es el leitmotiv que nos va a llevar de un personaje a otro. Además, los guionistas hacen que cada subtrama de este episodio esté protagonizada por una pareja de personajes que establecen entre ellos una relación de mentor y aprendiz. Por último, aunque todos en Juego de Tronos tienen ambiciones, se diferencian por sus métodos para alcanzar el poder. Básicamente se matan o se casan. Veamos.


La historia comienza con Arya Stark (Maisie Williams), que se muestra impaciente por aprender de Jaqen H´ghar (Tom Wlaschiha) para poder vengarse ¿De quién? Pues tiene una lista con varios nombres, pero uno de ellos es Cersei Lannister (Lena Heady), que protagoniza la secuencia que sigue a continuación. 


Cersei se enfrenta a los vítores del pueblo a la nueva reina, Margaery Tyrell (Natalie Dormer), ascendida al trono mediante su matrimonio con el hijo de ésta, Tommen Baratheon (Dean-Charles Chapman). Margaery, más madura, parece dispuesta a moldear a su joven e inexperto rey. Su arma para controlarle, sin duda, es el sexo. Curiosamente, la nueva reina es un reflejo -más joven- de la ambiciosa y calculadora Cersei. Ella descubre que no tiene nada que enseñarle a Margaery y por ello se siente desplazada, como demuestran las risas de las damas que resuenan en su cabeza.


Los principales enemigos de los Lannister son los Bolton, que se han hecho con el poder en el norte. En la siguiente secuencia vemos al sádico Ramsay (Iwan Rheon) recibiendo una lección de Roose (Michael McElhatton). Éste le enseña que la mejor forma de mantener el poder no es despellejando a la gente... sino casándose ¿Con quién? Pues con Sansa Stark (Sophie Turner), que querría vengarse de los Bolton por matar a su hermano Robb Stark (Richard Madden). Pero Sansa debe escuchar primero a su mentor, el cínico Meñique (Aidan Gillen), que le asegura que no hay justicia en el mundo y que la mejor forma de vengarse es ¿adivináis? casándose.


El diálogo entre los anteriores es vigilado por Brienne (Gwendoline Christie) y su escudero Podrick (Daniel Portman). Ambos establecen también una relación de aprendizaje: ella se ofrece para entrenarle como caballero. En la conversación -hay mucho diálogo en esta serie- Brienne confiesa que, siendo mujer, ha tenido que dedicarse a las armas porque nadie quería casarse con ella. Recuerda también a su propio mentor, Renly Baratheon (Gethin Anthony) y manifiesta su deseo de vengarse de su asesino -intelectual- Stannis Baratheon (Stephen Dillane).


En el Castillo Negro, Stannis le ofrece al nuevo Lord Comandante, Jon Nieve (Kit Harington), la posibilidad de vengarse de los Bolton. Jon se niega, pero Davos Seaworth (Liam Cunningham) le aconseja al joven que sea agresivo con sus enemigos. Como veis, se repite una y otra vez la misma situación: un personaje con más experiencia aconseja a otro más joven. De hecho, en esta misma escena, Jon Nieve presenta a Olly (Brennock O´Connor) un niño aprendiz que podría llegar a ser Lord Comandante.


El tema del aprendizaje continúa presente cuando volvemos a Braavos. Allí Arya recibe lecciones de Waif (Faye Marsay). El vínculo con la escena anterior es que la niña debe desprenderse de todas sus posesiones, incluyendo la más preciada para ella, la espada -Aguja- que le regaló Jon Nieve. 


En la siguiente escena, volvemos a Invernalia para descubrir que Samsa y Ramsay han aprendido cada uno su lección: aceptan casarse. Pero la enseñanza más importante de este episodio la recibió Jon Snow en el primer capítulo de la primera temporada de la serie. En Winter is Coming (2011), Ned Stark (Sean Bean) decapita a un salvaje para mostrarle a sus hijos cómo debe comportarse un rey que quiere ganarse el respeto de sus hombres. Ahora Jon Nieve repite el gesto, ejecutando a Janos Slynt (Dominic Carter) por desafiarle como Lord Comandante de la Guardia de la Noche. Stannis contempla la escena y aprueba en silencio.


Hasta aquí hemos completado un ciclo de personajes que quieren vengarse, casarse, y que aprenden -para bien o para mal- unos de otros. La siguiente escena es diferente, pero curiosamente responde al título del episodio, High SparrowGorrión Supremo. Este nuevo personaje, interpretado nada menos que por Jonathan Pryce, parece destinado a establecer también una relación de guía espiritual con Cersei, a la que habíamos visto muy desorientada hasta ahora. El Gorrión Supremo es el líder de una orden religiosa a la que pertenece el primo de Cersei, Lancel Lannister (Eugene Simon). La secuencia mantiene la noción de castigo de la ejecución que acabamos de ver: aquí el reprendido por inmoral es el Septón Supremo (Paul Bentley), pillado en el prostíbulo de Meñique en una escena que aporta la ración de pechos que debe tener siempre Juego de Tronos para parecer adulta. La secuencia culmina con un misterio, la extraña ¿resurrección? en la mesa de operaciones del científico Qyburn (Anton Lesser). Pero lo importante es que Cersei envía un mensaje a Meñique sin saber que éste ya la ha traicionado. La conversación entre Petyr y Roose Bolton que tiene lugar justo después, solo tiene el cometido de resumir todo lo que ha pasado: hacen repaso de las alianzas, traiciones y estrategias de casi todos los personajes de la serie. 


Por último, tenemos una secuencia -por fin- protagonizada por Tyrion Lannister (Peter Dinklage). El personaje parece negar todos los temas que acabamos de ver en este episodio. Tyrion no acepta los consejos de su mentor, Lord Varys (Conleth Hill), no quiere bodas sino prostitutas y tampoco necesita vengarse, por lo que no tiene prisa en buscar a Daenerys (Emilia Clarke). La secuencia presenta a un nuevo personaje -¡Otro!- la sacerdotisa roja (Rila Fukushima) y desvela que la muerte de Shae (Sibel Kekili) puede haber cambiado al enano. Tyrion ha perdido el deseo por los placeres más mundanos, una debilidad que le deja a merced de un despechado Jorah Mormont (Iain Glen), que le secuestra para reivindicarse con su reina. Parece que Tyrion tendrá que ver a Daenerys (Emilia Clarke) mucho antes de lo que pensaba.

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FAST AND FURIOUS 7 (JAMES WAN, 2015)


Los hombres -heterosexuales- me entenderán. En un intercambio cinematográfico con mi pareja, acordamos ver Cenicienta (Kenneth Branagh, 2015) y luego la séptima entrega de Fast and Furious. La primera me resultó espantosa. No estoy hablando de su calidad como película. Ni siquiera me voy a quejar de que fuera un calco de La Cenicienta (¡1950!) animada de la propia Disney. Es que su público objetivo me parece claramente femenino. ¿Estoy diciendo que hay una ficción dirigida solo a mujeres? Sí. El caso es que mi venganza iba a ser que mi novia tuviera que soportar dos horas de testosterona con Fast and Furious. Pero me salió el tiro por la culata: ella se lo pasó pipa. No sé si de esto se puede sacar alguna conclusión. Quizás es que soy menos abierto de miras que ella.


Yo también pasé un rato muy entretenido viendo Fast and Furious 7 y no me da vergüenza decirlo. No nos engañemos, la película es el sueño húmedo de un poligonero aficionado a los tatuajes, el tunning y el reggaeton. Es una horterada. Es el reverso choni de una película del elegante James Bond. Tampoco vamos a negar que la primera entrega de la saga, A todo gas (Rob Cohen, 2001), no era más que un remake de Le llamaban Bodhi (Kathryn Bigelow, 1991) cambiando las tablas de surf por coches. La cosa continuó con un par de secuelas sin rumbo y no fue hasta la vuelta de Vin Diesel, en Fast and Furious (Justin Lin, 2009) cuando la serie se convirtió en el innegable fenómeno de taquilla que es ahora. 



Eso sí, el planteamiento es, de entrada, absurdo: chulos con cochazos que nunca deberían haber salido de su barrio convertidos en agentes secretos al nivel del mencionado James Bond, o de los más actuales Ethan Hunt y Jason Bourne. Si lo pensáis bien, este es el argumento de la estupenda Kingsman: Servicio Secreto (Matthew Vaughn, 2014).


Esta mezcla -imposible- funciona por su descaro: en todo momento los protagonistas se reconocen fuera de su elemento, para luego realizar hazañas completamente inverosímiles. No hace falta decir que lo importante en la saga Fast and Furious son las escenas de acción, estupendamente planificadas por el director de las últimas entregas, Justin lin. Pero en esta séptima parte, la incorporación de -mi favorito- James Wan, lleva las set pieces de esta película a un nivel mucho más alto. Estamos hablando del creador de Saw (2004), que aplica aquí la misma filosofía que en sus estupendas películas de terror -Insidious (2010) y Expediente Warren (2013)- en las que la forma es más importante que el contenido. Básicamente, Wan fabrica juguetes carísimos -parafraseando a Orson Welles- cuyo único propósito es entretener. Y vaya si lo consigue. En Fast and Furious 7 los movimientos de cámara en las escenas de pelea, que se mueve con los cuerpos derribados, parecen meternos dentro de la acción. Destacan también esas elegantes panorámicas lejanas de la primera persecución por las calles de Los Angeles, que aportan una distancia ¿poética? a una secuencia vibrante.


Nadie niega que los personajes no son precisamente lo principal en esta historia, pero sí que hay un esfuerzo mínimo en su caracterización. Ayuda también que lleven varias películas a sus espaldas: los conocemos. Eso no quita que la historia romántica entre Dominic Toretto (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodríguez) parece el muro de Facebook de un treintañero cursi: vemos dos fotos y tres frases hechas. También resulta risible el intento del guionista de darle un mensaje a cada película, y a toda la saga. La importancia de la familia es el tema de fondo porque Vin Diesel lo repite verbal y constantemente. Subtexto eso no es. Pero es que nada de esto importa realmente.



Hay en esta película tantas ganas de agradar que es imposible que no nos sea simpática. La mezcla de héroes de acción, importados de otras películas, parece seguir la misma lógica que utiliza Stallone en Los Mercenarios (2010). Además de los protagonistas habituales como Vin Diesel y Paul Walker, tenemos al ubicuo Jason Statham de Transporter (Louis Lerretier, 2002); al Dwayne "The Rock" Johnson de G.I.Joe: Retaliation (John M. Chu, 2013) que además mantiene sus movimientos del wrestling; al Tony Jaa de Ong Bak (Prachya Pinkaew, 2003) cuya fantástica pelea final con Paul Walker podría estar en Redada asesina (Gareth Evans, 2011); y a la luchadora de MMA, Rounda Rousey. Mención aparte merece un Kurt Russell que hace de padrino de la función. Su presencia no solo me parece pertinente por haber sido el héroe de obras maestras de John Carpenter -1997: Rescate en Nueva York (1981) o La Cosa (1982)- sino también porque James Wan debe haber robado al menos un par de planos de Death Proof (Quentin Tarantino, 2007).



Esta acumulación de caras conocidas -y simpáticas para el fan del cine de acción- revienta en los minutos finales del film en una batalla casi apocalíptica en las calles de Los Ángeles, que es una celebración del actioner y casi una parodia. Puro gozo. Es lo más parecido a un partido del All-Star de la NBA: muy vistoso, repleto de jugadas imposibles en la temporada regular, pero en el que no hay lesionados porque nadie juega defensa. La película se permite, además, el ser completamente lúdica, ya que no puede haber nada más emotivo que la muerte -real- de Paul walker. No hubiera sido de buen gusto que la ficción agregara otra tragedia. Así que todo bien en Fast and Furious 7. Espero con ansias la 8. Y mi novia también.

THE FLASH -TEMPORADA 1- ALL STAR TEAM UP


ALL STAR TEAM UP (28 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El team up de The Flash con The Atom (Brandon Routh) -importado de Arrow- permite establecer comparaciones entre las dos series. Básicamente la primera es muy buena y la segunda es muy mala. Esto es muy fácil de decir y resulta evidente para cualquiera. Pero detengámonos en al menos una de las razones que -para mí- hacen que la serie del velocista sea más interesante que la del arquero. 


En este episodio, Barry Allen (Grant Gustin) sigue investigando al doctor Harrison Wells (Tom Cavanagh) ya que sospecha que este es en realidad el Flash Reverso, el asesino de su madre. Esto hace que Barry deje de confiar en Wells, pero también le aleja de su equipo: Cisco Ramon (Carlos Valdés) y Caitlin Snow (Danielle Panabaker) de S.T.A.R Labs. Esta duda razonable cambia la actitud de Barry y eso influye en su relación con Cisco. Muchas veces, la clave de un buen guión es dejar que los personajes reaccionen a las cosas que pasan. En The Flash, cada acción tiene una consecuencia, como las ondas que produce una roca al ser lanzada a un lago. Lo que ocurre modifica a los personajes: Cisco, de naturaleza confiada y amigable, comienza a preocuparse por Barry. Por contra, en una serie como Arrow, los personajes parecen atrapados por sus tramas. Nada de lo que ocurre parece tener peso. No hay más que ver cómo se suceden en aquella las muertes de los más cercanos al protagonista, sin que Oliver Queen (Stephen Amell) cambie demasiado. The Flash es una serie optimista y de espíritu ligero. Sus personajes son alegres y confiados. Pero las sospechas de Barry y que el detective West (Jesse L. Martin) obligue a éste y a Eddie Thawne (Rick Cosnett) a guardar el secreto repercute en las relaciones entre todos, afectando incluso a Iris (Candice Patton). La aparición especial de Felicity Smoak (Emily Bett Rickards) -importada también de Arrow- refuerza esta trama sobre la desconfianza de Barry en sus amigos: ella le aconseja que sea honesto con ellos. Por cierto, si Felicity es el único personaje "humano" de aquella serie, aquí aparece todavía mejor escrita. Más matizadas sus facetas.


El título de este episodio es una referencia a All Star Comics, una revista publicada por primera vez en 1940 y la primera que publica historias de varios superhéroes reunidos, en lugar de sus aventuras por separado. La Sociedad de la Justicia de América es el nombre que recibe ese primer supergrupo, en cuyas filas aparecen las versiones originales -las de la llamada Edad de Oro del comic-book- de The Flash y de The Atom. Poco tienen que ver esos trajes originales con los más conocidos en la actualidad, pertenecientes a la Edad de Plata de los años 50. La aparición de The Atom en The Flash nos permite ver a un personaje un poco mejor aprovechado y utilizado de forma más inteligente. Nada más aparecer el héroe se hace un guiño a Superman -"es un pájaro, es un avión"- porque recordemos que Brandon Routh interpretó al Hombre de Acero en la denostada Superman Returns (Bryan Singer, 2006). Poco después, se hace un comentario sobre los millonarios que se dedican a luchar contra el crimen -ya que este Ray Palmer tiene una fortuna- en clara alusión a Oliver Queen, pero también a Bruce Wayne. Y si el personaje que vemos en la serie Arrow se parece poco a la versión más conocida del mismo, un diálogo en este capítulo hace pensar que en el futuro se recuperará su poder característico: la capacidad para reducir su tamaño.



Lo que inspira al héroe para ese posible cambio es el enemigo episódico, bautizado al unísono por Cisco y Ray Palmer como Bug-Eyed Bandit. Se trata de una científica que ha creado pequeñas abejas robóticas asesinas que atacan como un enjambre mortal. La actriz que encarna a Brie Larvan es Emily Kinney a la que recordaréis por The Walking Dead (2010). El personaje original, llamado Bertram Larvan, era masculino y fue creado en 1966 por Gardner Fox y Gil Kane como enemigo de The Atom, que con su reducido tamaño debía enfrentarse a los insectos robóticos creados por el villano.

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AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 2- FRENEMY OF MY ENEMY


FRENEMY OF MY ENEMY (21 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Si el tema de fondo, el conflicto principal, de Agentes de S.H.I.E.L.D. es la confianza en el otro -estamos ante una serie de espías- los acontecimientos de Capitán América: El Soldado de Invierno (Joe y Anthony Russo, 2014) siguen coleando y haciendo que los personajes de esta serie tengan muchas dudas sobre a quién o a qué deben ser leales. Aunque hay dos S.H.I.E.L.D´s y un HYDRA para elegir bandos, es el personaje central de la serie, Phil Coulson (Clark Gregg), el que divide a todos los demás: estás con él, o en su contra. 


Esa es la duda que tiene la agente científica Simmons (Elizabeth Henstridge) ¿Qué debe hacer con la caja que contiene los planes secretos de Nick Fury (Samuel L. Jackson)? Ella se decanta por dársela a su mejor amigo Fitz (Iain De Caestecker) -esto es, apuesta por Coulson- pero la comprensiva reacción de May (Ming-Na Wen) y de Bobbi (Adrianne Palicki) a su traición, la hace dudar. Quizás el "otro" S.H.I.E.L.D no es tan malo después de todo.


No hay blanco y negro en Agentes de S.H.I.E.L.D sino una zona gris que dificulta a los personajes tomar decisiones morales. En esa ambigüedad, me gusta mucho el humanismo del personaje de Coulson. Éste parece ver algo bueno en todos los personajes a su alrededor -o casi- y precisamente es su actitud de rescatar "almas perdidas" la que le ha ocasionado problemas con el Gobierno -el Coronel Talbot (Adrian Pasdar)- y ahora con el director Robert Gonzales (Edward James Olmos). Coulson lleva toda la serie empeñado en salvar a Skye (Chloe Bennet) que al principio era vista como un peligroso hacker, luego como una posible traidora y ahora como una amenaza por sus superpoderes incontrolables. Pero además, Coulson ha recogido al mercenario Lance Hunter (Nick Blood) cuando nadie se fiaba de él y en este episodio alcanza un frágil pacto con el exagente Grant Ward (Brett Dalton), el personaje más detestado por los protagonistas: incluso el pacífico Fitz no puede controlarse en su presencia. Coulson no solo se alía con Ward para conseguir unos objetivos temporales: realmente cree que hay algo bueno en él. Otro rescatado por Coulson es Deathlok (J. August Richards). El que fuera un villano en la primera temporada se convierte ahora en aliado. Coulson le pide al cyborg que "le siga el juego" a otro aliado temporal muy peligroso, el exHydra Sunil Bakshi (Simon Kassianides). Curiosamente, Skye también "le sigue el juego" a su propio padre, ganándose su confianza para evitar que hiera a inocentes. Skye -ahora Daisy Johnson- es la protegida de Coulson y parece haber aprendido de él. Tiene una fe ciega en la posible salvación de su padre, el villano violento e irascible, Calvin Zabo (Kyle MacLachlan).

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GOTHAM -TEMPORADA 1- UNDER THE KNIFE


UNDER THE KNIFE (20 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Una de las conclusiones que sacabas después de ver Batman Vuelve (Tim Burton, 1992) era que todos estaban locos. Desde el hombre murciélago (Michael Keaton) a Catwoman (Michelle Pfeiffer) pasando por el Pingüino (Danny DeVito). No por causalidad, la mayoría de los enemigos del superhéroe acaban en un psiquiátrico -Arkham- y no en la cárcel. Inadaptados sociales -traumatizados por culpa de sus padres- la mayoría de los personajes que viven en el universo de ficción de Batman tienen razones suficientes para visitar al psiquiatra. En la serie Gotham no solo entienden esto bien, sino que lo llevan al extremo: me parece a mí que el referente son las dos películas de Burton, antes que las de Christopher Nolan.


Obviamente el personaje más trastornado debería ser Bruce Wayne -aquí un niño interpretado por  David Mazouz- que, obsesionado por la muerte de sus padres, busca limpiar su empresa de corrupción. Le ayuda Selina Kyle (Camrem Bicondova) huérfana y criminal adolescente. Ésta ha cometido un asesinato, cosa que Bruce no aprueba, y eso marca las diferencias morales entre los dos jóvenes. Pero ambos tienen en común la condición de marginados.


Por otro lado, el asesino en serie llamado El Ogro (Milo Ventimiglia), el enemigo del detective Gordon (Ben McKenzie) en estos últimos episodios de la temporada, es un individuo igualmente antisocial. Un psicópata con un pasado deforme que, tras una cirugía estética de tebeo, se transforma en un guapo... que sigue siendo un monstruo en su interior. Para derrotar a Gordon, planea asesinar a su ex, Barbara Kean (Erin Richards), una bellísima mujer que por dentro se siente patológicamente insegura (¿en qué se parece ésta la madre de Batgirl?). Volviendo al Ogro, los problemas con su (falsa)madre se reflejan en los del Pingüino (Robin Lord Taylor) con su progenitora. Cobblepot es otro psicópata asesino, enfrentado a un mafioso, Sal Maroni (David Zayas), que a pesar de ser un gángster, representa a un individuo maduro y socialmente integrado. Lo contrario del Pingüino.


Por último, en la galería de psicologías torturadas de Gotham, tenemos a Edward Nygma (Cory Michael Smith). Su rival amoroso es un policía (Joe Lanza) mucho más masculino pero maltratador. El amor de Nygma, Kristen (Chelsea Spack), prefiere a éste por encima del inteligente y sensible, pero friki, forense. Cuando Nygma apuñala repetidamente al policía, estamos presenciando el primer acto del futuro villano clásico de Batman, Enigma. Lamentablemente, la evolución de este personaje evidencia -para mí- la falta de calidad de una serie como Gotham. La subtrama protagonizada por el hombre de los acertijos ha sido larga, larguísima -no ha progresado durante un montón de episodios- pero ahora que por fin se resuelve, resulta mecánica y apresurada. En apenas tres o cuatro escenas, se descubren los malos tratos y Nygma mata a su enemigo. Un arco de personaje que resulta poco satisfactorio. Como toda la serie.

CAPÍTULO ANTERIOR: BEASTS OF PREY

MAD MEN -TEMPORADA 7- THE FORECAST


THE FORECAST (19 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Al final del episodio anterior de esta última temporada de Mad Men -qué triste estoy- el piso vacío de Don Draper (Jon Hamm) -antes un símbolo de su éxito- se convierte en la imagen de su soledad tras sus fracasos sentimentales. Ahora, una agente inmobiliaria metomentodo (Rachel Cannon) psicoanaliza a Draper a través de su casa: no hay muebles, hay una mancha de vino en la moqueta, parece que allí vive una persona triste. Curiosamente, Draper, lejos de hundirse, responde casi con entusiasmo a la agente: el vacío -la ausencia de muebles- es mejor, ya que el posible comprador puede usar su imaginación libremente. Si este episodio se titula Forecast -pronóstico- es porque Draper se dedica a intentar vislumbrar el futuro, sin conseguirlo ¿Es una metáfora de nosotros, los espectadores, tratando de predecir el final de la serie?


Roger Sterling (John Slattery) le pide a Don un texto sobre el porvenir de la agencia de publicidad en la que trabaja y este parece tener problemas para inspirarse. Manifiesta solo ser capaz de ver el futuro inmediato. Por eso interroga a varios personajes al respecto, en lo que parece convertirse en un asunto de interés personal. Quiere saber qué espera Ted (Kevin Rahm) de los próximos años. Ofende sin querer a Peggy (Elisabeth  Moss) que siente que Don se burla de sus sueños. Incluso pregunta a su secretaria (Stephanie Drake) sobre qué fue lo que más le interesó de la Feria Mundial, de vocación anticipatoria. Las pesquisas de Don continúan durante una cena con su hija Sally (Kiernan Shipka) y algunas amigas de esta ¿Qué quieren hacer cuando sean mayores? Sally responde que solo desea cenar. El futuro inmediato, como su padre.


Pero es la vida de Sally la que más claramente está en juego. Durante el episodio ha visto a su mejor amigo, Glen (Marten Holden Weiner), anunciar que se va a Vietnam y flirtear con su madre, Betty (January Jones). Más tarde, su padre también permitirá que una de sus amigas coquetee con él. Sally tiene claro que no quiere convertirse en una persona como sus padres. Pero Don le advierte que ella también es muy guapa y que tendrá que decidir si quiere ser algo más. Sorprendentemente, el tema de la belleza física parece haber afectado a Don tras escuchar un comentario de Mathis (Trevor Einhorn) -resentido tras ser despedido por seguir un consejo de Draper- que le acusa de ser "solo guapo".


Con el futuro y el tiempo también se relacionan dos subtramas protagonizadas por dos inesperadas parejas. La más importante es la de Joan (Christina Hendricks) y un nuevo personaje, Richard (Bruce Greenwood). Ambos experimentan un -casual- flechazo amoroso, pero su posible relación se enfrenta a un obstáculo: ambos se encuentran en momentos diferentes de sus vidas. Joan educa a un niño pequeño, Richard ya ha criado a los suyos. Paralelamente, Glen, que acaba de cumplir 18 años, intenta seducir a Betty, una madre de familia que le rechaza porque está casada.


En la escena final del episodio, un matrimonio que espera un bebé -tienen toda la vida por delante- compra el piso de Don Draper. El plano final es una prolongación de la imagen que cerraba el capítulo anterior: si antes vimos al protagonista solo en un piso vacío, ahora se queda fuera de su propia casa.

CAPÍTULO ANTERIOR: NEW BUSINESS

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 2- MELINDA




MELINDA
(14 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

En un episodio en el que prácticamente no aparece Phil Coulson (Clark Gregg), es digno de elogio cómo Agentes de S.H.I.E.L.D -sus guionistas- han fabricado una historia que consigue relacionar todas las tramas abiertas de la serie, haciéndolas progresar, con una buena dosis de acción y ahondando en sus temas principales, como son la lealtad y la confianza. Además, Melinda profundiza en uno de los personajes protagonistas, precisamente la agente May.


Melinda May (Ming-Na Wen) es la protagonista de dos tramas: una en el presente y otra en un momento clave de su pasado. No por casualidad, en ambas historias la agente mantiene posturas diferentes con respecto a Coulson: se trata del personaje principal de la serie, ya que todos los demás se definen según sean leales o contrarios a éste. En el presente, May ha decidido unirse al "verdadero" S.H.I.E.L.D de Robert Gonzales (Edward James Olmos) y perseguir a Coulson, del que comenzará a desconfiar poco a poco. Como ya he dicho, la sombra de una posible traición es uno de los temas que aparecen constantemente. En el pasado, May es compañera de Coulson, está casada con el doctor Andrew Garner (Blair Underwood) y planea tener un hijo. May era humana y no la fría agente que es en la actualidad. El objetivo dramático del flashback es explicar por qué Melinda se convirtió en May, o más bien, en "La Caballería".

Lo interesante de dicha historia -que se basa en un error de percepción- es que enfrenta a May a una peligrosa superhumana, Eva Belyakov (Winter Ave Zoli) a la que derrota con cierta facilidad, solo para descubrir que la verdadera amenaza es la hija de la misma, Katya (Ava Acres). La niña había despertado previamente el instinto maternal en Melinda y luchar contra ella significa un gran reto para ella. Paralelamente, Skye (Chloe Bennet) descubre -por fin- que Jiaying (Dichen Lachman) es su madre. Pero lo importante es que ésta adopta el papel de narradora del trágico final de May, que se ve obligada a matar a la niña, convirtiéndose en una enemiga para los inhumanos que han acogido a Skye. La culpa hace que May acabe bloqueando sus emociones y su propio instinto maternal. Mientras la familia futura de Melinda se rompe en el flashback, la familia del pasado de Skye parece recomponerse en el presente. Ambas agentes parecen más lejos de Coulson que nunca. Todo acaba encajando en un episodio redondo.

CAPÍTULO ANTERIOR: AFTERLIFE

JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 5- THE HOUSE OF BLACK AND WHITE


THE HOUSE OF BLACK AND WHITE (19 DE ABRIL DE 2015) -AVISO SPOILERS-

En un inicio prometedor, Arya Stark (Maisie Williams) llega a Braavos, una ciudad protegida por una estatua gigante inspirada sin duda en el famoso coloso de Rodas (hay una película al respecto, la primera de Sergio Leone, un peplum de 1961, con ese mismo título). Arya busca a Jaqen H´ghar (Tom Wlaschiha) miembro de una secta secreta. La niña tendrá que esperar -nosotros también- delante de una puerta negra y blanca para conseguir su objetivo. Dicha espera es ciertamente bonita: Arya recita, como un mantra, la lista de personas de las que piensa vengarse. En una serie como Juego de Tronos, en la que una gran multitud de tramas intentan coexistir, no sé si esa espera es la estrategia narrativa más adecuada. No olvidemos que en el primer episodio de la quinta temporada no pudimos ver a Arya: ¡No cabía!



Es inevitable criticar que cada episodio de Juego de Tronos incluya tantos personajes. En éste que nos ocupa se acumulan las tramas y las subtramas hasta agobiar. Veamos. Brienne (Gwendoline Christie) y su escudero Podrick (Daniel Portman) persiguen a Sansa Stark (Sophie Turner) y a Meñique (Aidan Gillen). Cersei Lannister (Lena Headey) tiene problemas de autoridad en Desembarco del Rey. Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) recluta a Ser Bronn (Jerome Flynn) para buscar a su hija. Ellaria Sand (Indira Varma) pide venganza al príncipe Doran (Alexander Siddig) por la muerte de su hermano. Tyrion (Peter Dinklage) y Lord Varys (Conleth Hill) viajan en carruaje. Shireen (Kerry Ingram) enseña a leer a Gilly (Hannah Murray). John Nieve (Kit Harington) aspira a convertirse en el líder de la Guardia de la Noche con la ayuda de Samwell (John Bradley). Daenerys (Emilia Clarke) tiene problemas para controlar a los pueblos conquistados -¿hasta cuándo?- y a sus esclavos liberados. Como veis, la sola enumeración de las historias del episodio resulta farragosa y eso que no he incluido a todos los personajes que aparecen. No creo exagerado decir que es complicado seguir la pista de todo esto en un formato de capítulos semanales ¿O no? Igual sois más listos que yo.


Ese embotellamiento de historias no deja de ser una pena. Cuando Juego de Tronos permite que sus historias respiren, consigue resultados estimulantes. Ya he mencionado la secuencia de la llegada de Arya a Braavos. Pero también la escena en la que Daario Naharis (Michiel Huisman) y Grey Worm (Jacob Anderson) buscan a un conspirador de los Hijos de la Arpía oculto en una vivienda, que puede recordar al inicio de Malditos Bastardos (Quentin Tarantino,2009). Lamentablemente, la mayor parte de este episodio son escenas de diálogos que en algún momento resultan tediosas: Cersei discutiendo para hacer legítimo su poder en Desembarco del Rey. Más interesantes -aunque igualmente basadas en el diálogo- son dos momentos importantes: la votación que acaba con la elección de Jon Nieve como Lord Comandante; y el juicio contra Mossador (Reece Noi) condenado a muerte por Daenerys por tomarse la justicia por su mano. El episodio acaba con un cliffhanger que, por repetitivo, comienza a perder su atractivo: el encuentro de Daenerys con un dragón. Otra vez.


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AGENT CARTER -TEMPORADA 1- VALEDICTION


VALEDICTION (24 DE FEBRERO DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El conflicto principal de Agent Carter ha sido durante gran parte de la serie los problemas entre Peggy (Hayley Atwell) y sus propios compañeros. La sombra de una organización enemiga, Leviatán, no cobra forma hasta bien avanzada la trama. La amenaza se personaliza finalmente en el doctor Ivchenko (Ralph Brown) y la mortífera Dottie Underwood (Bridget Regan). Pero el plan de estos no es el enfrentamiento directo, sino conseguir que sus enemigos -el pueblo estadounidense- se maten entre ellos mismos. El enemigo habita dentro de "nosotros". De hecho, el plan de Ivchenko no es más que una venganza contra un general americano -McGinnis- que fue el primero en utilizar el invento de Howard Stark (Dominic Cooper) como arma de guerra. Ese es el auténtico criminal.


Hay que decir que el Tony Stark original de los cómics- Iron Man fue creado en 1963- vendía armas al Gobierno -para luchar contra los comunistas- sin ningún tipo de remordimiento. Pero los tiempos han ido cambiando y el personaje se ha convertido en una "víctima" de los militares estadounidenses, los nuevos culpables del uso inmoral de sus inventos: en Iron Man 2 (John Favreau, 2010), Tony Stark (Robert Downey Jr.) se niega a poner su armadura al servicio de su Gobierno. En dicha película, por cierto, el padre de Tony era interpretado por John Slattery -Roger Sterling en la serie Mad Men (2007)- y se hacía un retrato de él más cercano a un visionario utópico en la línea de un Walt Disney (1901-1966) convertido en ingeniero. Sin embargo, en Agent Carter, se narra la juventud de Howard Stark, sin duda inspirada en el millonario excéntrico Howard Hugues (1905-1976) -con el que incluso comparte una amante, Ginger Rogers (1911-1995)- y que interpretó Leonardo DiCaprio en El aviador (Martin Scorsese, 2004). El parecido, además, entre la actriz Bridget Regan -aquí la espía rusa- y Cate Blanchet -que hacía de Katharine Hepburn en la cinta de Scorsese- ayuda a la comparación con aquella película.


Por otro lado, hay un planteamiento de fondo en la serie: el machismo al que debe enfrentarse Peggy Carter en 1946. Los compañeros masculinos de la agente son rematadamente inútiles: Howard Stark, a pesar de su genio, es mujeriego e irresponsable; Jarvis (James D´Arcy) es noble pero cobarde; el jefe Dooley (Shea Whigham) cae en todas las trampas de sus enemigos; el agente Thompson (Chad Michael Murray) es un falso héroe de guerra; el agente Sousa (Enver Gjokaj) descubre a Carter, pero es incapaz de ver que no es una traidora. Todos estos hombres se comparan -y salen mal parados- con una figura perfecta, un hombre idealizado: el Capitán América (Chris Evans). Un héroe que creen muerto, que convierten en leyenda en seriales radiofónicos, y que fue el amor de Peggy. La imposibilidad de encontrar a un hombre comparable al héroe aporta un aura trágica y de soledad a la protagonista.


En este mismo sentido, el aplauso final que recibe Peggy de sus compañeros engaña. Habría sido una recompensa demasiado forzada para ella en una sociedad abiertamente machista. En la escena siguiente, el agente Thompson se lleva todos los méritos del éxito de Peggy, que sin embargo no se preocupa demasiado. Carter afirma ser consciente de su propio valor. Es un buen mensaje: no esperar la aprobación de nadie. 


En el momento de escribir esto, no se sabe si Agent Carter tendrá una segunda temporada. El epílogo en el que aparece el personaje de Arnim Zola (Toby Jones) visto en Capitán América: El primer vengador (Joe Johnston, 2011) adelanta una posible futura trama. En todo caso, podéis ver el destino final del personaje en Capitán América: El soldado de invierno (Anthony y Joe Russo, 2014). Allí, una Peggy envejecida recibe la visita de su viejo amor, Steve Rogers.

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