Con su lacrimógeno planteamiento sobre la primera mujer transexual que se sometió a una operación de cambio de sexo, resulta sencillo despachar La chica danesa como la típica historia de superación basada en hechos reales. Bien narrada por Tom Hooper -El discurso del rey (2010)- y con interpretaciones sobresalientes de Eddie Redmayne y sobre todo de Alicia Vikander, podríamos reprocharle a esta película su voluntad de ser la narración de un martirio. Pero eso sería un error. La chica danesa contiene un mensaje sobre la creación artística que trasciende la mera enumeración de los sinsabores de una vida marcada por la tragedia.
El arte como liberación. La idea de que, a través de la creación, podemos trascender las frías reglas de una existencia absurda. Y también la concepción del arte como una herramienta para indagar en las verdades ocultas de la vida y de nosotros mismos. Veamos. Los protagonistas, Einar y su mujer, Gerda, son pintores. Einar ha tenido un éxito moderado recreando tristes paisajes. Él mismo confiesa que esas ciénagas que pinta están "dentro de él". Expresan una insatisfacción profunda que no sabe definir. Por su parte, Gerda es una artista frustrada que no ha encontrado el tema ideal para desarrollar su talento. Estas carencias de ambos personajes se complementan cuando Gerda comienza a pintar a una mujer llamada Lili. Su intuición artística -y su amor hacia Einar- le sirven de inspiración para plasmar en unos bocetos a la mujer que su marido quiere ser. Aunque él mismo no lo sepa. Porque, seguramente, Einar nunca había pensado conscientemente en su verdadera naturaleza femenina hasta que ve la imagen que ha creado su mujer. La imagen de Lili es una revelación y a partir de ese momento, Einar vivirá bajo su dictado.
Uno de los momentos más hermosos de la película es la visita de Einar a una prostituta, a la que contempla a través de un cristal. Primero pensamos que Einar intenta recuperar su masculinidad contemplando un atractivo cuerpo femenino, pero enseguida le vemos imitar los gestos de la mujer que mira. El director compone la figura de Einar con la de la prostituta reflejada en el cristal, superponiéndolos. En un momento clave, la prostituta se da cuenta de lo que hace Einar y aunque primero se siente incómoda, decide seguir el juego, copiando ella las maneras afeminadas de su extraño cliente. Como un títere. En ese instante, Einar consigue convertirse en mujer al apoderarse de la imagen reflejada de la prostituta. Como un avatar en una realidad virtual. La escena recuerda a la famosa conversación entre Harry Dean Staton y Nastassja Kinski en París, Texas (Win Wenders, 1984).
Más adelante, cuando Einar se ha sometido ya a la primera operación para convertirse en Lili, la vemos compartir cama con Gerda. Pero ya no son marido y mujer: ahora las separa una tela, algo traslúcida. Desde su lado de la cama, la mano de Gerda toca esa tela buscando la mano del que fue su marido. Pero él se ha convertido ya en la imagen que pintó Gerda y esa tela separadora se convierte en un lienzo detrás del cual está Lili. Gerda ha perdido el control de su obra.
En la emotiva escena final, Gerda visita los tristes pero hermosos paisajes que Einar pintó. Quiere despedirse de eso que su marido tenía "dentro de él".
En la emotiva escena final, Gerda visita los tristes pero hermosos paisajes que Einar pintó. Quiere despedirse de eso que su marido tenía "dentro de él".
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