Más que contarnos la historia de sus personajes, cada capítulo de Girls nos muestra un estado de ánimo. Sus argumentos no son necesariamente narrativos, sino emocionales. Queen for Two Days, creo yo, habla del descubrimiento autopersonal. De la búsqueda de la identidad propia. Estamos ante personajes desorientados que luchan por definirse probando cosas nuevas y aventurándose en terrenos inexplorados. El argumento se divide en tres subtramas protagonizadas por parejas. Veamos.
Loreen (Becky Ann Baker), madre de Hannah (Lena Dunham) sufre una crisis existencial tras descubrir que su marido (Peter Scolari) es gay. Por ello visita una especie de retiro new age en el que otras mujeres divorciadas buscan orientación. Hannah le acompaña -ella sufre su propia crisis con su novio Fran (Jake Lacy)- pero odia la filosofía buenrrollista del lugar. Normal. Esto da pie a momentos en los que Lena Dunham vuelve a mostrarnos su cuerpo, una de las características más reconocibles de esta serie y probablemente la más llamativa a nivel mediático, antes que su calidad. Lo cierto es que me encanta que Lena enseñe su cuerpo sin complejos, un gesto que lamentablemente sigue siendo provocador. La creadora de Girls no tiene reparos en aparecer luego bailando, sin ningún miedo al ridículo. El momento -cómico- expresa argumentalmente que Hannah se ha adaptado a su nuevo entorno y que comienza a experimentar cosas nuevas. Lo que nos lleva a una escena lésbica con una instructora de yoga (Lena Hall) tan divertida como sorprendentemente sexy. Al final, ni Hannah ni su madre se entregan al cambio y prefieren volver a sus identidades originales. Loreen no se divorciará del padre de Hannah. Todo vuelve a su cauce.
Shoshanna (Zosia Mamet) vive una experiencia similar en otro entorno extraño: en ese Japón marciano de frikis y Cat Cafés. Shosh sirve de guía a su exjefa, Abigail -Aidy Bryant de SNL- y trata de convencerla por todos los medios de que Japón es "un país salido de su mente". Es decir, de que allí es feliz. Pero, al final, Shoshanna se derrumba y confiesa su incomodidad existencial, en un quiebro similar al de Hannah y Loreen. Mejor acaba la aventura de Adam (Adam Driver) que explora el nuevo territorio mental que significa ser pareja de Jessa (Jemima Kirke): peticiones extrañas durante el sexo y una hermana que se ha tirado "a las mismas personas que ella, excepto a su padre". Adam, sin embargo, no solo se adapta a estas excentricidades sino que se compromete con Jessa: le ofrece pagarle los estudios. Adam dice "sí" al cambio, mientras Hannah, Loreen y Shoshanna renuncian a él.
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